Soy Lucía, experta en nada, pero con más experiencia que la que me gustaría admitir.
Hay tres tipos de personas en este mundo:
1. Las que creen en el amor eterno y coleccionan fotos de bodas en Pinterest desde los doce.
2. Las que dicen no creer en el amor, pero lloran viendo Titanic.
3. Y yo.
las que saben que enamorarse es básicamente como meterse en un callejón oscuro con un cartel enorme que dice “PELIGRO: PERROS SUELTOS”, pero entras igual porque… bueno, porque eres idiota.
Y como idiota graduada con honores, con un historial romántico más triste que mi cuenta bancaria a fin de mes, decidí escribir este manual.
El Manual para no enamorarse y morir en el intento.
Mi legado para la humanidad.
Mi biblia personal para sobrevivir a este apocalipsis emocional al que la gente insiste en llamar “amor”.
Porque no quiero sonar traumada —aunque lo estoy—, pero después de salir con:
Un tipo que me pidió dinero en nuestra segunda cita “para un taxi” (y nunca lo volví a ver),
Otro que usó mi cepillo de dientes y después me dejó por “ser muy intensa” (perdón por pedir que no compartamos bacterias, ¿ok?),
Y uno más que me juró que era “diferente” pero tenía esposa, dos hijos y una hipoteca…
…decidí que ya era suficiente.
Así que aquí están mis Reglas Universales Para No Enamorarse™, patentadas por mí misma después de muchas noches llorando con helado y viendo Netflix.
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🔒 Regla número uno:
No salgas con compañeros de trabajo. Suena obvio, pero lo obvio nunca detiene a la gente.
Un día estás almorzando en la cocina de la oficina, y al siguiente estás escondiéndote detrás de la fotocopiadora para evitar mirarlo a los ojos después de que viste su tatuaje en lugares que deberían ser ilegales.
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🔒 Regla número dos:
Nunca te enamores de un vecino. Sí, es tentador. Vive cerca, huele bien, siempre tiene excusas para prestarte azúcar (aunque tú sabes que nadie usa tanto azúcar). Pero no, porque si sale mal no puedes mudarte con la misma facilidad que cambias de Tinder. Lo tendrás ahí, todos los días, recordándote que lo viste sin camiseta y que tu corazón es un idiota.
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🔒 Regla número tres:
No confíes en nadie que sepa tocar guitarra. No importa qué tan dulce parezca cuando te dedica canciones. Son todos iguales. Todos.
Ya sea que te componga una balada o una ranchera, al final vas a terminar odiando las cuerdas.
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🔒 Regla número cuatro:
No respondas mensajes después de las 2 a.m. Nada bueno sucede después de esa hora. Nada. Tú piensas que sí, porque tu cerebro ya está dormido, pero no. Es la hora del caos, del “ven a mi casa, solo para hablar”, de los “te extraño” que significan “me siento solo”. Apaga el teléfono. Bloquéalo. Hazte un favor.
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🔒 Regla número cinco:
No te enamores de alguien con nombre prohibido. Todos tenemos esa lista. En mi caso: Daniel, Alejandro, y cualquier derivado de “Sebastián”. No preguntes por qué. Solo… no lo hagas.
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Y si alguna vez te ves tentada a romper alguna de estas reglas, por favor, acuérdate de mí: la mujer que intentó advertirte mientras comía papas fritas y lloraba por los rincones.
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Este manual es mi escudo.
Mi espada.
Mi salvavidas en un mar de “hombres con problemas emocionales”.
O al menos eso pensaba.
Hasta que lo conocí.
Él con sus cajas llenas de libros y su sonrisa descarada.
Él con su manía de saludarme como si fuera una persona normal y no una bruja antisocial.
Él, que no solo vive puerta con puerta, sino que parece decidido a patear mi manual y a mí junto con él.
Pero bueno.
Este no es un cuento de hadas.
Este es mi manual.
Así que… buena suerte a todos. Y que gane la que llore menos.
— Lucía.