Manual para olvidar a mi ex (y fracasar en el intento)

Capitulo 2- Regla #2 ( Salir de fiesta y fracasar en el intento)

Bueno, mi vida debía continuar. De sopa en sopa pasaron los días entre trabajar y comer. Algunos amigos me invitaron a pasar mis penas en un bar de mala muerte. Diablos, ¿cómo iba a saber que tantas personas conocían un bar que estaba dentro de un restaurante chino? Mi amigo le dijo: “sala vip”. Me extrañó que un restaurante de fideos pudiera tener vip.

​Pero al subir al tercer piso, pasando por entre algunas sábanas de color negro y casi entrando en claustrofobia, por fin entramos al salón. Era una rumba que parecía tener toda la vida de estar ahí. Toda clase de personas podías ver en el lugar: chicas, chicos, chiques y kikes. Diablos, algunas chicas tenían tentáculos saliendo de debajo de la falda… bueno, creo que solo era un tentáculo...

​Mis amigos pidieron etiqueta negra sobre las rocas, yo solo pedí una cerveza. Pero qué cerveza, la botella era un buda… no le tomé mucha importancia. A la distancia divisé a una chica que no dejaba de verme desde que entré al lugar. Mis amigos ya estaban muy mal, bailaban en la tabla con el chino dueño del local, así que tomé valentía, suspiré, bebí lo último del buda y me acerqué para asegurarme de que no tenía tentáculo también.

​Saludé. “Hola, qué tal”, dije, esperando una voz de camionero para salir de ahí. “Hola”, me dijo con voz suave. Sonreí mientras me fijaba en su cuello para saber si no era parte de la marca Macintosh. Pero no, parecía que todo estaba bien.

​—¿Son amigos tuyos los que bailan con Tony?

Me reí un poco. “Sí, desgraciadamente sí”.

—Entonces, ¿estás ocupado? —me preguntó.

—Ohhh no —le dije yo—, ya casi me iba, solo que me llamó la atención una chica de la barra muy hermosa.

​Ella sonrió de nuevo, y se inclinó un poco hacia mí. Su voz era casi un susurro.

—Bueno, mi apartamento no queda lejos de aquí. Podemos seguir la fiesta allá. Es mucho más tranquilo, ¿tienes auto?

El corazón se me aceleró. Mi plan, mi manual, estaba funcionando. ¡Iba a salir de ahí con alguien y, de una vez por todas, olvidaría a Sofía! La dulce victoria estaba a mi alcance.

​Pero, como si el universo tuviera un plan para recordarme lo patético que soy, una voz borracha resonó a mis espaldas:

—¡Hey, campeón! ¡Veo que ya conociste a la tómbola!

​Me giré, y ahí estaba mi amigo, tambaleándose y sonriendo de oreja a oreja. La chica hizo un gesto rápido y desesperado para que se callara, pero ya era tarde. El término “tómbola” rebotaba en mi mente como una pelota de ping-pong. ¿Qué quería decir? ¿Qué había ganado? ¿Un peluche?

​La chica, con la sonrisa completamente borrada de su rostro, me miró de frente. Su voz, que antes era suave y susurrante, ahora era directa y sin adornos.

—¿Tienes auto o no? —me preguntó.

—Sí... sí... sí tengo —dije nervioso, sin pensarlo mucho.

​—Vamos —dijo mi nueva pretendienta. Rodeó mi brazo, con su cuerpo abrazándome y llevándome casi a la fuerza. Volví a ver a mis amigos para hacerles un gesto con la mano, para que supieran que me iba y que se quedaban sin chofer esa noche. Pero raramente, en vez de agitar sus manos en señal de despedida, movían sus manos como si girasen una tómbola de verdad. Mi cara de extrañeza volvió a salir.

​La chica giró mi cara y me zampó un beso que me reinició la mente. Su lengua entró hasta el espacio que me quedó de la última muela que me habían sacado. Diablos, pensé, nunca me habían besado así, y de verdad eso sí se sintió como un tentáculo, pero no era del tipo de tentáculo que me preocupaba. Así que mi instinto de hombre, macho, alfa, pecho peludo, lomo plateado, barba de leñador, se desató en mí. Casi corriendo, salimos del lugar para, por fin, llevármela a su apartamento.

​Me dio las indicaciones para llegar, y antes pasamos por unos globos para la fiesta. El dependiente de la tienda saludó a la chica y también giró la mano como si tuviera una manilla. Pero no me interesó, yo iba dispuesto a olvidar a Sofía.

​Salimos del lugar y al final llegamos a su apartamento. El lugar se llamaba Apartamentos y Pensión Lalita.

​Después de eso, al llegar al sitio, había un recepcionista. Ella le hizo una seña. Envolvió su puño izquierdo con la mano derecha, y él le hizo una seña, poniendo el dedo central detrás del índice (después supe que significaba “buena suerte”). Pero en el momento no sabía qué era, yo iba en modo soldado, saludando. Me imaginaba poder salir de este enredo de mi mente con Sofía.

​Llegamos a la habitación. Ella me tiró a la cama y empezó a besarme apasionadamente. Pero soy tan patético que empecé a recordar a Sofía, y nuestra primera vez. Así que el soldado listo para la batalla de pronto tuvo sueño. La canción del tallarín nunca había quedado tan bien en otro tiempo como en ese momento.

​Le dije que seguro era por el frío, a lo que ella me dijo: “Todos dicen lo mismo… ¿Todos?”, pensé.

​“Pero con la Trituradora Delux X3 vuelven a la vida”.

​Me gustaría contar lo que pasó después, pero, cuando la máquina se encendió, el ruido y la fuerza era tanta que la verdad no recuerdo qué pasó después de ahí…

​Solo sé que cuando desperté, estaba como Dios me trajo al mundo, en la cama. La chica ya no estaba, al igual que mi billetera y mi celular. Parecía que los tres se habían despertado temprano para irse a otra parte. Me puse la ropa y los zapatos, y por suerte aún tenía las llaves de mi auto. Bajé las gradas algo mareado y con un terrible dolor de cabeza. Al llegar a la salida, un hombre que parecía salido de la película de King Kong me dijo con voz gruesa y amenazante: “Debes pagar el cuarto”. Me señaló al recepcionista que tenía un recibo por 50 dólares. Le dije que mi billetera se había ido con la chica de anoche, que si más bien no sabía qué se había hecho. Y su respuesta fue que él no se metía con esas chicas, el negocio de ellas era distinto al de él.

​Demonios, me había metido con una chica de la vida nocturna... Y así terminé sin billetera, celular, y con un pagaré de 50 dólares que debía pagar en los próximos días si no quería amanecer en el río.




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