...Y ahí estaba yo, con cincuenta dólares menos, vestido como un yogui de utilería, listo para que mis manos le dieran forma al trauma.
El Maestro Zeno me miró con sus ojos entrecerrados. Su voz, que sonaba como un fax antiguo, dio la instrucción:
—Hijo, cierra los ojos. Deja que el barro hable. Deja que moldee tu pasado y que libere tu futuro de la energía que te ata.
Cerré los ojos, con la mano sobre la arcilla fría. Pensé en el gimnasio, en la Tómbola, en el hombre de King Kong. Me concentré en el futuro, en una vida sin Sofía, sin deudas, sin brebajes de proteína. Empecé a amasar, sintiendo que por fin, mi alma estaba encontrando una válvula de escape.
De repente, un golpe seco resonó en la sala. Sentí un ardor agudo en el omóplato. Abrí los ojos, aturdido, y vi al Maestro Zeno de pie, la túnica color lavanda ondeando, con una vara de bambú en la mano que acababa de usar sobre mí.
—¡Abre los ojos, hijo del cosmos! ¡Mira tu obra! —gritó, con una voz que ahora sonaba menos a fax y más a chino enojado.
Miré el pedazo de barro. Las diez personas en posición de loto también miraban. La arcilla tenía una forma inconfundiblemente suave, redonda y bien definida. Había creado un par de nalgas perfectas.
Zeno me apuntó con la vara de bambú; su expresión de frustración era monumental.
—¿Por qué estás aquí? —rugió.
—Para... para superar a mi ex —balbuceé, con la vergüenza quemándome la cara.
—Mírame bien, hijo. Mira esto —dijo señalando la escultura—. Con esas nalgas, no creo que la olvides.
—¿Cómo? —pregunté, sintiéndome estúpido, pero intrigado.
Zeno suspiró, agotado.
—Estás peor de lo que pensábamos. Tu alma no está sufriendo un apego kármico, está sufriendo de una fijación crónica. La alfarería no funcionará. Debes ir a otra sala. Debemos empezar un ritual de purificación de emergencia antes de que tu energía obsesiva contamine a todos.
Mi corazón se aceleró. ¡Un ritual! ¡Al fin algo serio!
—¡Sí, Maestro! ¡Estoy listo!
—Muy bien —dijo él, volviendo a su tono calmado—. Pero primero, tienes que pasar por recepción para pagar la sesión de purificación. Es la forma en que el universo recibe nuestra intención.
Así que me dirigí a la recepción a pagar la sesión de purificación. Me dijeron que mi estado era deplorable, que esto necesitaba una gran cantidad de esfuerzo para poder liberarme. Así que me hicieron un plan de 12 sesiones y, como había pagado el taller de porcelana zen, me hicieron un gran descuento y me lo pasaron de 1400 dólares a solo 1390. Pero bueno, si con esto mi ex se iba de mi vida para siempre, sería un éxito. Aunque lo pensé una vez: ¿de verdad deseaba eliminarla? Un sentimiento de nostalgia entró en mi vida, pero recordé que en su situación actual ya no podría volver a ella. Y firme. Doce cuotas de 115 dólares con 85 centavos costaba mi liberación, pensé.
Con el pagaré firmado, el Maestro Zeno apareció en la recepción, frotándose las manos con un entusiasmo que no le había visto al hablar del Cosmos. Me hizo una seña para que lo siguiera a la "Sala de Liberación Kármica", que resultó ser una pequeña bodega con un fuerte olor a lejía.
En el lugar había otras personas, seres iluminados.
La hermandad de los caídos le llamaban.
—¿Por qué ese nombre? —pregunté.
Uno de los más activos y viejos del salón se presentó amablemente con un abrazo y un beso en la mejilla que me dejó perplejo. Olía a una mezcla de incienso, creepy y Suavitel. Me agarró con sus dos manos la mía; sus manos se sentían calientes y algo pegajosas, y me dijo:
—Hermano, todos los aquí presentes hemos sido personas que hemos hecho muchas locuras y cosas. Estamos en nuestro camino de liberación. ¡Ésta es mi tercera sesión!
Mi cara de intriga y confusión saltó de pronto mientras él seguía hablando. Y pensé: ¿cómo tres sesiones?
Entonces dijo:
—Mi problema ha sido que me gusta mucho la manuela... o sea, jalarme el ganso. De hecho, hace poco caí.
Quité mi mano inmediatamente con una expresión de asco y coraje.
El tipo me miró con una sonrisa extraña.
Entre la rara bienvenida, el Maestro Zeno apareció al frente de la sala y dijo:
—Hijos del infortunio y la desgracia, hoy damos la bienvenida a un nuevo integrante de la hermandad de los caídos.
Todos aplaudieron en señal de bienvenida.
A pesar de la extraña recepción de aquel tipo que prácticamente me obligó a lavarme las manos, me había sentido integrado en algo. Los días pasaron, y la filosofía iba cambiando en mí. Sentía que podía vencer. Los métodos eran raros: a veces hacíamos círculos de invocaciones, pero no me sentía tan mal.
Cuando llegué a mi sesión número 6 me encontré con el local totalmente desmantelado y varias personas afuera llorando. Y pues, pasaba que en la noche el Maestro Zeno había desocupado el lugar, llevándose todas las ganancias y declarándose en quiebra. Al parecer tenía una orden de arresto por fraude...