Después de una ruptura nada amistosa, lo último que Valentina esperaba era terminar compartiendo departamento con su exnovio, Julián. Pero la vida (y un contrato de arriendo imposible de romper) tiene un sentido del humor muy retorcido.
Entre peleas por quién usa la lavadora primero, reglas absurdas para dividir la nevera y miradas que no deberían seguir doliendo, ambos descubren que la convivencia puede ser más complicada que la propia ruptura.
Porque cuando el corazón no olvida y la química sigue intacta… ningún manual es suficiente.