Desperté con el sonido de una alarma que parecía un cohete espacial. Intenté taparme con la almohada, pero la realidad golpeó más fuerte, estaba en el departamento que comparto con mi ex. Mi ex que ronca como un oso herido.
Me levanté tambaleándome hasta la cocina, con el pelo enmarañado como si lo hubieran peinado unos gatos furiosos, y lo primero que vi fue a Julian sosteniendo una taza de café… mi taza, esa que dice “Odio a la gente… excepto al café”. Mi reliquia, mi orgullo.
—¿Esa es mi taza? —gruñí, sintiéndome más ofendida que en una cita horrible.
—Buenos días, Vale —respondió él con esa sonrisa molesta como si acabara de ganar algo— No resistí.
Oh, claro.
—¿Por qué la usas? Tenías uno como veinte tazas limpias —dije, cruzándome de brazos.
—Sí, pero esta es la taza oficial de nuestras peleas mañaneras —respondió con tono de broma.
Me acerqué, dispuesto a robarla, pero él la alzó como si venciera en un duelo.
—Eh, baja eso —protesté.
—Si te la doy, tendré que escuchar tu himno de quejas a todo volumen —me dijo, ya sabiendo que perdería ese duelo mental.
—Himno de quejas… me haces sentir importante.
Él solo rió, suspiró y sorbió. “Mi café de supervivencia emocional”, dijo con voz de héroe cansado.
Y justo cuando sonrió, se le marcaron esos malditos hoyuelos en las mejillas (¡joder! siempre me habían gustado más que su sonrisa entera, y claro, justo ahora se me vienen a la cabeza).
Me sorprendí a mí misma pensando en eso justo cuando quería tirarle la taza por la cabeza.
Sin pensarlo, le arrebaté la taza de las manos y la voté de un solo movimiento. El café cayó en el suelo y, juro por todo lo sagrado, sentí que me daban un puñetazo directo en el corazón. Para mí, el café es como una religión. ¡Una herejía desperdiciarlo así!
Él simplemente se cruzó de brazos, con esa sonrisa molesta que sabía que me había ganado la batalla pero que no pensaba ceder la guerra.
Me acerqué, llené la taza con café recién hecho (que, por supuesto, preparó él —el idiota—) y tomé un sorbo largo, cerrando los ojos como si fuera la cura milagrosa a todos mis males.
—Muy bien, ya que vamos a sobrevivir juntos, aquí te dejo las reglas básicas para convivir en este departamento, y créeme, son sagradas.
Regla uno, el café: El café es patrimonio nacional. Si derramas una gota, deberás cantar el himno nacional mientras limpias el desastre.
Julian la miró con cara de incredulidad, luego bajó la vista lentamente al charco de café que aún goteaba desde el borde de la mesa… cortesía de ella. Carraspeó con dramatismo, levantando una ceja.
—Detalles técnicos —murmuró ella, apartándose el cabello con falsa dignidad— Continuemos…
Regla dos, la taza: Cada quien tiene su taza oficial, robarla es considerado acto de guerra.
Regla tres, la nevera: Si metes comida “extraña”, mínimo avisa. No quiero encontrar pepinillos fermentados al lado de mi yogurt.
Regla cuatro, los platos: Si usas un plato, lo lavas. Y no vale hacer “la pila del olvido” .
Regla cinco, la ducha: Respeta el horario del baño. No voy a tolerar que me dejes sin agua caliente.
Regla seis, invitados: No se permiten invitados del sexo opuesto en el departamento. Y no me vengas con que “solo es una amiga”, que ya me conozco ese cuento. (Spoiler: así empezó el drama que me dejó llorando con helado y gritando canciones de Shakira a las tres de la mañana. Gracias por nada, Julian.)
—Y si insistes en traer alguna, te advierto que tengo acceso al WiFi, al router y a tu historial de navegación. No me pongas a usarlo —dije con una sonrisa dulce, pero cargada de amenaza pasivo-agresiva.
Julian carraspeó, como si se le hubiese ido el café por el lado equivocado, y se cruzó de brazos en señal de rendición.
—¿Te parece justo? Porque estas reglas no son negociables, y sí, las inventé yo —finalizó, tomando otro sorbo de su café como quien acaba de firmar una constitución.
Julian la observó en silencio, luego suspiró, se cruzó de brazos y negó con la cabeza... pero no pudo evitar sonreír.
—Dios, estás más loca que antes —murmuró, divertido.
—Y tú sigues robando tazas ajenas. Así que, ¿quién es el verdadero peligro aquí?.