Manual para sobrevivir a un vecino imposible

SEIS

Maddie prácticamente me empujó de vuelta al apartamento de los Walker mientras Archie se quedaba en el pasillo con esa sonrisa suficiente que me daban ganas de borrarle de un manotazo.

—Esto es una locura —murmuré mientras cerraba la puerta.

—¡Es la oportunidad de tu vida! —exclamó Maddie, girando sobre sus talones con los ojos brillantes—. ¿Sabes cuánta gente mataría por estar en tu lugar ahora mismo?

—Probablemente toda tu lista de contactos.

Jackson levantó la vista desde la mesa, donde aún tenía el cuaderno abierto.

—¿Vais a ir a una fiesta?

Mierda.

Me giré hacia él con mi mejor sonrisa inocente.

—No es una fiesta. Es... una reunión de adultos. Muy aburrida.

—Con Archie —añadió, arqueando una ceja con una expresión demasiado astuta para un niño de siete años—. Y en la casa de Keanu Reeves.

—Tienes muy buen oído para ser tan pequeño —gruñí.

—¿Qué gano yo si no se lo digo a mis padres?

Maddie soltó una carcajada.

—Este niño es un genio.

—Este niño es un extorsionador —lo corregí, cruzándome de brazos—. Ya te prometí llevarte al parque de atracciones.

—Sí, pero eso era por lo del parque —se encogió de hombros—. Esto es nuevo.

—Jackson...

—Quiero que me traigas un autógrafo de Keanu Reeves.

Parpadeé.

—¿Eso es todo?

—Y una foto.

—Vale, puedo hacerlo.

—¿En serio? —Maddie me miró incrédula—. ¿Vas a pedirle un autógrafo a Keanu Reeves como si nada?

—Si eso hace que este pequeño tiburón mantenga la boca cerrada, sí.

Jackson sonrió satisfecho y volvió a sus deberes como si nada.

Justo en ese momento, sonó el timbre. Abrí la puerta y me encontré con una mujer de unos cincuenta años, con el pelo recogido en un moño perfecto y una sonrisa amable.

—Buenas tardes, soy Margaret. El señor Garland me llamó para cubrir unas horas.

Por supuesto que la niñera de emergencia de Archie era más profesional en dos segundos que yo en todo el día.

—Eh, sí, pasa. Él es Jackson —señalé al niño, que ahora nos observaba con curiosidad—. Ya cenó y tiene que hacer los deberes antes de irse a dormir a las nueve.

Margaret asintió con eficiencia.

—Entendido. Pueden irse tranquilas.

Tranquilas. Claro.

Maddie me agarró del brazo y me arrastró hacia mi habitación.

—Muy bien, ahora lo importante: ¿qué te vas a poner?

Abrí mi maleta y la miré con desesperanza. Un par de vaqueros, camisetas, ropa deportiva, y alguna camisa básica. Nada que dijera "voy a una fiesta de celebridades de Hollywood".

—Estoy jodida.

—No tan rápido —Maddie sacó su teléfono y empezó a escribir frenéticamente—. Tengo un vestido que dejé en casa de mi prima el mes pasado. Vive a quince minutos de aquí. Le pediré que nos lo traiga.

—¿Tu prima?

—Sí, Emma. Te va a encantar. Bueno, no, probablemente te va a odiar porque es super competitiva, pero el vestido es perfecto.

Antes de que pudiera procesar eso, Maddie ya estaba hablando por teléfono.

Veinte minutos después, una chica alta y rubia con unos tacones que parecían armas letales apareció en la puerta con una bolsa de ropa.

—Maddie me dijo que era una emergencia —dijo Emma, mirándome de arriba abajo con evidente juicio—. Por lo que veo, no exageraba.

—Encantada de conocerte también —respondí con sarcasmo.

Emma entró sin esperar invitación y dejó la bolsa en el sofá.

—Este es mi vestido favorito, así que si lo arruinas, pagas uno nuevo. ¿Claro?

—Clarísimo.

Sacó un vestido negro de corte elegante pero no exagerado. Simple, pero el tipo de simple que grita "caro".

—Pruébatelo.

Me lo puse en mi habitación mientras escuchaba a Maddie y Emma discutir sobre maquillaje en el salón. El vestido me quedaba perfecto. Demasiado perfecto, como si hubiera sido hecho para mí.

Cuando salí, Maddie aplaudió.

—¡Perfecta! Ahora el maquillaje.

—No necesito...

—Cállate y siéntate.

Me senté.

Los siguientes treinta minutos fueron un torbellino de brochas, pintalabios y Emma diciéndome que dejara de fruncir el ceño porque "arrugaría el maquillaje".

Cuando terminaron, me pusieron delante de un espejo.

No me reconocí.

Seguía siendo yo, pero... diferente. Como una versión de mí que podría encajar en ese mundo al menos por una noche.

—Guau —murmuré.

—Lo sé —dijo Emma con suficiencia—. Soy una artista.

Maddie sonrió.

—Ahora vas a dejar a Archie sin palabras.

—No voy por él.

—Claro que no —respondieron las dos al unísono, claramente sin creerme.

Un mensaje llegó a mi teléfono.

Archie: ¿Cuánto más vais a tardar? La fiesta ya empezó.

—Dice el señor Impaciente que nos vayamos ya —anuncié.

—Pues vámonos —Maddie me empujó hacia la puerta.

Le di las últimas instrucciones a Margaret, me aseguré de que Jackson estuviera bien, y salí al pasillo.

Archie estaba apoyado contra la pared, mirando su teléfono. Cuando levantó la vista, su expresión cambió por una fracción de segundo.

Sus ojos me recorrieron de arriba abajo, y por un momento, solo un momento, pareció... sorprendido.

—Vaya —dijo finalmente—. No pareces tú.

—¿Es un cumplido o un insulto?

—Aún no lo sé.

Maddie apareció detrás de mí, prácticamente vibrando de emoción.

—¿Nos vamos o qué?

Archie se apartó de la pared y señaló el ascensor.

—Después de ti, vecinita.

Rodé los ojos, pero algo en mi estómago dio un vuelco que preferí ignorar.

Bajamos en silencio. Bueno, en relativo silencio, porque Maddie no paraba de hacer preguntas sobre la fiesta, quién iba a estar, si de verdad Keanu era tan amable como decían.

Archie respondía con paciencia, pero de vez en cuando me lanzaba miradas de reojo.

Cuando llegamos al garaje, nos guió hasta un coche negro y elegante que probablemente costaba más que mi casa entera.




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