Manuela

Capítulo 1

— ¡Manuela! — doy patadas en mi cama, al escuchar a mi hermana llamarme, siento todo el sueño del mundo aún en mis párpados.

Me levantó casi arrastrandome, me meto a la ducha, pegó un grito al sentir el agua helada caer sobre mi cuerpo... otra vez olvidé poner el agua caliente.

Bajó a la cocina, es un sitio de locos, mi hermana está lista para marcharse a su trabajo junto a su esposo y los chicos... ellos están desayunando rápido para ir a clases.

— Buen día — mi hermana Rosa me mira y niega.— Te desvelaste — asiento y me dirijo a la cafetera, lo necesito para comenzar un día más... otro día — Supongo pensando en tus historias locas.

Me encogó de hombros y me acercó a mi sobrina Ema y mi sobrino Ángel, les doy un escandaloso beso, provocando sus risas.

Mi cuñado Alán me mira con el ceño fruncido y luego dirige su mirada al periódico... a él no le gusta que uno haga escándalo mientras lee.

— Deberías escribir un libro, tienes mucha imaginación — Rosa se sienta en la mesa y comienza a desayunar — ¿Irás al mercado hoy?

Desvió la mirada y suspiró.

—No tengo ganas — Rosa deja su taza en el aire y frunce el ceño.

— ¿Qué ha pasado Manuela?

— Nada —  bebo mi café, pero mi hermana no deja de mirarme.

— ¿Tengo que preguntar a los vecinos?

— Yo... — pasé la mano por mi cabello — Ellos han dicho...

— ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

— Rosa, olvidalo.

— Dime Manuela.

Desvíe la mirada.

—Dicen que soy una loca viuda negra.

Un silencio reinó en la cocina.

— ¿De qué rayos hablas? — Rosa se puso de pie y Alán dejo a un lado el periódico.

— Llevaré a los chicos a la escuela — Alán se puso de pie, pero se acercó a mi, antes de marcharse.

— Eres una loca, pero ese es tu encanto, lo de viuda negra no es tu culpa que tus esposos murieran.

Sentí los ojos húmedos al escuchar a Alán, él nunca había hablado conmigo de esa manera, no pasaba de saludar con una inclinación de cabeza.

— Al decirme viuda negra deben pensar que yo los maté — Alán me miró a los ojos y sonrió.

— Tú no has puesto un tumor en la cabeza de tu segundo esposo, ni ibas conduciendo el auto en el que iba tu primer esposo.

— Lo sé, pero...

— Pero nada Manuela — Rosa estaba de brazos cruzados — Has tenido una mala experiencia y estos chismosos disfrutan hablando de los demás, no deseo que les pongas atención Manuela.

— Yo... — bajé la mirada — Es difícil ser el centro de atención, pero de malos comentarios.

Rosa se me acercó y me abrazó.

— No los escuches — se separó y me miró con aquel cariño con el que siempre me trataba— Tu familia sabe lo que eres y lo que vales hermanita.

— Gracias Rosa, ve a trabajar te he atrasado mucho.

— No vayas al mercado — se giró y tomó su bolso, mi hermana era una mujer preciosa, con ojos verdes y cabello negro como el mío. La vi salir de la cocina y suspiré.

Bebí mi café y me abracé a mi misma, los vecinos eran crueles y parte de la familia, creían que estaba loca.

Me puse de pie y me acerqué a la ventana, el día se veía hermoso, cerré los ojos y me dije a mi misma, que un día no muy lejano, dejarían de estar pendiente de mi y se dedicarían a hablar de otras personas... aunque yo llevaba de ser viuda de mi segundo esposo cuatro años.

Sacudi la cabeza por que no deseaba recordar... no de nuevo.

Me dirigí a buscar la escoba, encendí la radio y me dediqué a limpiar la casa al ritmo de la música... mi visita de unos meses hacia mi hermana se había vuelto cuatro años, en el fondo le temía a la soledad... a esa que dolía al recordar que los dos hombres que ame habían muerto.

Mi primer esposo murió el día de nuestra boda, a una escasa hora de casados, se había acabado el hielo y decidió ir a buscarlo, un hombre borracho se estrelló contra su auto. Así que ni un hijo me había quedado por que no habíamos llegado a consumar nuestra unión.

Me volvi a casar a los tres años con Fernando... quién a los dos meses de casados descubrió que tenía un tumor cerebral y el grado en el que estaba era inoperable... después de descubrir la noticia, la enfermedad avanzó rápidamente, llevandoselo.

Mis esperanzas de tener muchos hijos fueron enterradas aquella tarde lluviosa cuando el féretro de Fernando fue bajando a aquel lugar donde descansaria para siempre.

Pasé el dorso de mi mano por mis ojos, en la soledad lloraba como loca...dolía saber que quizás no estaba destinada para el amor.

Recogí la vajilla y me dediqué a lavarla, mi hermana se molestaba en que hiciera todos los trabajos de la casa, pero ella no sabia que era mi manera de distraerme.

Mi mente empezó a volar e imaginar la historia que les contaría a mis sobrinos... imaginé gigantes, un perro de dos cabezas... no mejor una culebra de dos cabezas... Sonreí al pensar en el cuento.

Ese era mi aliciente día tras día, mis sobrinos y las magníficas historias que les contaba.

Me sentía marchita por dentro.
Después que terminé de lavar la vajilla, abrí el refrigerador y sentí pánico al darme cuenta que no habían huevos y en lo que prepararía de almuerzo llevaba huevo.

Respiré profundo y solté el aire, tenía que ser valiente... aunque esa mujer ya no existía... el dolor la había quebrado.

Subí a buscar mi monedero y con lentitud bajé las escaleras, cuando llegué a la puerta que daba a  la calle, cerré los ojos y eleve una suplica al cielo que los chismosos estuvieran atareados en sus quehaceres y los que estuvieran en el mini super se volvieran ciegos para que no me mirarán.

Salí de casa y miré hacia todos lados, Elba abrió los ojos mas grandes de lo que los tenía y no dejó de barrer el mismo lugar, enarque una ceja al notar que no sabia disimular, Nelida tosió tan fuerte para llamar la atención de Elba que honestamente sentí pena por que en cualquier momento dejaría la garganta en el suelo de tanta fuerza que le aplicaba.




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