Manuela

Capítulo 4

— ¡Que salga ella primero!— el líder de la banda, ordenó que me sacarán primero, seria la primer rehén entregada a la policía, miré a Román y sentí un nudo en el estómago, no deseaba dejarlo ahí. Los vecinos eran unas víboras y podían hacer cualquier cosa en su contra.

Miré al líder e iba a pedirle que lo dejara libre, su mirada estaba fija en mi y resopló molesto.

— Saquen al puto hombre que la embarazó — no esperó que le agradeciera ya que se giró y volvió a tomar el teléfono con quien se estaba comunicando con la policía.

Román se puso de pie y cogió su mochila, se la colgó al hombro.

— ¡¿Y NOSOTROS? POR ESTÁ ESTÚPIDA BRUJA ESTAMOS TODOS AQUÍ METIDOS!—gritaban los vecinos.

— ¡SU HIJO ES DE SATANÁS NOS TRAERÁ DESGRACIAS!

Los gritos y reclamos fueron más altos, los vecinos estaban furiosos por que yo iba a salir por mi supuesto embarazo. Decidí no mirarlos y apresurar el paso, sólo faltaba que exigieran que me hicieran la prueba de embarazo.

Cuando llegamos a la puerta, miré hacia atrás y las miradas de odio estaban clavadas en mi.

— ¡MALDIGO A TU HIJO!

Solté un jadeo al escuchar sus maldiciones hacia mi hijo, no había bebé, pero si en realidad estuviera embarazada, mi pobre bebé había recibido tantas maldiciones. Me giré y Román le había sacado el dedo medio a los vecinos y sujetó mi mano para cuando el hombre de la banda abriera la puerta.

Contuve el aliento al notar que el hombre dejó su mano en el aire y miró hacia el grupo de su banda que estaba en la llamada, esté lo miró y asintió. Procedió a abrir la puerta y asomó su cabeza, luego me miró.

— Tu hijo te ha salvado del destino que te tocaba, en este pueblo la brujería no está bien vista — su mirada fría  recorrió mi rostro — Tus vecinos pidieron que te dieran una gran golpiza por la muerte de la vieja — se encogió de hombros — ¡Salgan!

Román no titubeo y me cogió de la mano para sacarme de ahí apresuradamente, puse mi mano en mis ojos como bricera ya que las luces de los vehículos de la policía estaban fuertes.

Nos acercamos al grupo e inmediatamente los paramedicos me sentaron en la camilla y comenzaron a revisar mis signos vitales.

— ¡Manuela! — Rosa tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar — ¿Estás bien?— no pude responder por que se abalanzó hacia mi y me abrazó fuerte para llorar a moco tendido.

El paramedico tuvo que apartarla para continuar examinandome.

— Señora necesitamos ver que el embarazo está bien.

— ¿Embarazo?— Rosa miró al medico y luego a mi.

— Así es, la dejaron libre por el bebé, a ella y su esposo— Rosa tenía la boca abierta literalmente, la miré con angustia antes que dijera algo, pero Alán fue mi salvación.

— Mi cuñada esta bien, el bebé igual, debe alimentarse por el bien de los dos.

—Debo llevarla al hospital para que le hagan un ultrasonido.

— Tenga piedad de ella, está cansada, mañana mismo se hará el ultrasonido, deme la hoja donde firmare que cualquier cosa que le pase al bebé será mi responsabilidad.

El médico nos miró y luego se encogió de hombros para entregarle la dichosa hoja.

— Gracias — declaró Alán.

— Son unos irresponsables —declaró el paramedico.

Alán no respondió y me ayudó a bajar de la camilla.

Avanzamos en medio de la gente y bajé el rostro, pero escuché a Román.

— Levanta tu cabeza Manuela — Alán lo miró sobre su hombro y asintió.

Seguimos caminando hacia la casa y todas las casas tenían las luces encendidas, nadie se había ido a la cama aún, aunque por lo general a las 7:00 pm tenían las puertas cerradas viendo sus novelas, pero hoy era diferente todos estaban afuera, sentados en sus sillas mientras los niños corrían por las calles y la radio con las noticias del robo del supermercado estaban con el volumen lo más alto posible.

Todos me miraban y entre ellos cuchicheaban, suspiré y pasé un mechón de cabello detrás de mi oreja, me sentía cansada. Nunca el ir a comprar huevos se había vuelto de varias horas.

Llegamos a la casa y Alán se hizo a un lado para que pudiéramos entrar, nos dejamos caer en los sillones y cerré mis ojos.

— ¿Quién eres? — abrí los ojos de golpe al recordar que no había presentado a Román.

— Él es hermano de Fernando y me protegió dentro del supermercado.

Alán se recostó en el respaldo de su sillón y miró fijamente a Román.

— Recuerdo que el hermano de Fernando murió.

— Fui preso de guerra, por cinco largos años, recién fui libre con las negociaciones que hizo el gobierno.

Alán me miró  y luego a él.

— ¿Qué haces aquí?

— No sabia lo que le había pasado a Fernando así que vine a buscar a su viuda.

Alán asintió.

— ¿Cuánto tiempo te quedarás? — Rosa entraba y salía de la cocina pero estaba pendiente del interrogatorio.

— El suficiente hasta que Manuela esté segura.

— ¿Segura?

Román asintió.

— En el encierro una vieja murió de un infarto y han culpado a Manuela, los ladrones la iban a sacar a golpes del supermercado.

Alán apretó los puños furioso.

— ¡Maldita gente!— pasó su mano por su rostro — ¿Por eso el embarazo?

— Ellos entendieron mal — Román se encogió de hombros — Pero la salvaron.

— Bien — se puso de pie — Supongo no tienes donde quedarte, puedes hacerlo en el sofá, mañana iremos a la comisaría, van a interrogarlos y hablaremos con calma. Ve a descansar Manuela.

— Toma — mi hermana me llevó una taza de té — Esto te ayudará para que puedas dormir tranquila.

Lo tomé y sonreí.

— Gracias Rosa, pero prepararé comida, Román y yo no hemos comido... bueno a mi me dieron jugos y yogurts.

— Que cabeza la mía, no les ofrecí de comer, vamos hice bastante cena. Estaba preocupada y hice comida como para un ejército.

Alán la abrazó y luego se acerco.

— Debo ir a dormir, he pedido el día de mañana en el trabajo para llevarte a la comisaría.

— Gracias Alán — el revolvió mi cabello.




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