— ¿Por qué no se van de este pueblo?
Alán hace a un lado su periódico donde el titular es el asalto al supermercado, había pasado hace una semana exacta, pero seguía saliendo la noticia.
— No tenemos dinero para comenzar en otro lado, Rosa es secretaria y yo tengo un pequeño taller de pintura de coches. Nuestra vida está hecha aquí.
Román asiente y sigue comiendo los huevos revueltos.
— ¿La casa de Fernando?.
— La vendimos para pagar su tratamiento — Román suspiró.
— Lamentó este interrogatorio, sólo me gustaría que salieras de este pueblo Manuela, es increíble que en pleno siglo 21, escuché tantas estupideces.
— No sólo las oyes, las lees — Alán extendió el periódico local y ahí se hablaba de la muerte misteriosa de la Sra. bruja, habían unos que declararon que la vieron en las calles llorando por que no era su tiempo de morir y andaba penando, su espíritu recorre las calles a partir de la medianoche.
Seguí leyendo y estaban los testimonios de los del pueblo donde aseguraban que mis ojos se habían vuelto rojos como el fuego, y por eso ella cayó fulminada. Román resopló y tomó su taza de café.
— Son unos perfectos estúpidos, si estuvieran en Salem te habrían quemado viva.
Me encogí de hombros y seguí leyendo, solté una carcajada que sorprendió a Alán, Rosa y mis sobrinos.
— ¿Qué pasa? — Rosa me miraba preocupada.
— Ahora vuelo — mis ojos estaba llorosos de tanto reírme — Según dicen los vecinos que me han visto en luna llena volar en la escoba, unas veces desnuda y acompañada de un ser rojo y con cuernos, otras veces vestida, pero al parecer estamos peleados con ese ser porque ando sola y de mal genio con cara de pocos amigos —sujete mi estómago por la risa, me daba cuenta que mis vecinos tenían mejor imaginación que la mia.
— ¡Malditos! — declaró Rosa.
— ¡Mamá! — Rosa se tapó la boca, y miró con pena a sus hijos.
— Lo siento — mis sobrinos siguieron desayunando.
— Me alegra que lo tomes en gracia y no como siempre que te ponías a llorar — declaró Rosa y en ese momento me di cuenta que tenía razón, quizás ya era hora de que yo comenzará a vivir sin pensar en el que dirán y esto se lo agradecía a Román.
— Es que me doy cuenta que tienen una imaginación tan corta, vuelo en escoba, mis ojos se ponen rojos para fulminar a la gente, sólo falta que digan que me transformó en algo.
— ¿Hoy saldrás de compras? — preguntó Román.
— Si — no iba a esconderme más — Iré al mercado a buscar especies.
— Bien, yo iré contigo — sonreí y comí mi desayuno con tantas ganas como no lo había hecho en mucho tiempo.
Román
Salimos de la casa y varios vecinos estaban afuera barriendo sus aceras. Note que Manuela salió y bajó su cabeza, pero luego mordió su labio y la levantó erguida. Sonreí al darme cuenta que ella estaba luchando consigo misma, pero estaba ganando la razón y no el miedo.
Tense la mandíbula cuando escuché los cuchicheos.
—Yo de ella después de llevar tres muertes encima, no saldría.
Manuela las miró.
— Entonces si siguen hablando de mi, la lengua se les llenará de ampollas por muchos días y no podrán ni abrir la boca para hablar porque la lengua se les puede caer.
Ellas se persinaron y corrieron hacías sus casa y cerraron las puertas.
— Vamos — murmuró Román y luego soltó una carcajada.
Recorrimos las calles y muchas cortinas de las ventanas se movían, me estaban espiando, pero por primera vez no les tuve miedo, me daba cuenta de que el pueblo me tenia miedo a mi.
Suspiré y luego sonreí, hace unos días atrás no se me hubiera ocurrido contestarles a los vecinos, y estaba segura que si no hubiera conocido a Román, estaría escondida en casa, después de lo ocurrido en el supermercado con la señora bruja.