Manuela abrió los ojos, busca a levantarse de la cama, pero unos brazos la sujetaron de la cintura y la atrajeron más a la cama.
Ella se gira y recibe un beso en los labios.
—Román, ya amaneció —él solo aprieta su cintura, mientras sus manos recorren su cuerpo desnudo.
Manuela, cierra los ojos mientras Román la besaba, la acariciaba y la transportaba nuevamente a las estrellas mismas, esa noche en sus brazos se había sentido viva de nuevo.
La mañana llegó y Manuela seguía en la cama con Román, él la observaba con adoración.
—Mi hermana debe estar preocupada —él solo beso su cuello.
—Manuela, tu hermana debe de saber que estas bien —ella se dijo que está iba a ser la última vez y luego se iría a su casa, pero desde que amaneció había tratado de salir de la cama.
*****
Rosa estiro el cuello cuando pasó con su esposo frente a la casa de Román.
—Déjala tranquila —ella sólo sonrió ante el comentario de su esposo —Ya es hora que Manuela comience a vivir, ha sufrido mucho y se ve que Román es un buen hombre.
—No quiero que Manuela se vaya de casa, es como una hija para mí, la extrañaré.
—¿Qué prefieres? Verla feliz o marchitandose día tras día en nuestra casa por tantos fantasmas en su vida que la atormentan.
Rosa baja la cabeza hasta sus manos.
—Verla feliz, Manuela merece lo mejor de la vida —recostó su cabeza en el hombro de su esposo —Eres el mejor esposo del mundo, y el mejor cuñado.
Alán solo sonrió mientras se perdían en las calles del pueblo para ir a sus respectivos trabajos.
*****
—¡Yo abro—Román camina hacia la puerta, andaba solo en pantalones cortos, se había dado una ducha y no se había puesto una camisa. La mujer al otro lado de la puerta abre la boca al ver el cuerpo de Román, pasa su lengua por sus labios, lo mira de la cabeza a los pies.
—Román, espero me recuerdes.
Él asiente, Luzbelia no había cambiado mucho desde la última vez que la vio.
—Nunca espere encontrarte en este pueblo, pasa —se hace a un lado para que ella entre a la casa —Siéntate —ella observa la gran sonrisa dibujada en el rostro de Román.
—También me sorprendi cuando escuche tu nombre en este pueblo.¿Que haces aqui? —Román suspira.
—No sabia que Fernando había muerto, vine a buscarlo.
—Lamentable su muerte —ella cruza una pierna, sobre la otra permitiendo que la abertura de su falda mostrará más piel.
—Román ¿Tienes hambre? —Manuela se detiene al ver a la mujer sentada en la sala —Lo siento, no sabia que había visita —Luzbella repara en que Manuela solo lleva una camisa de Román, anda descalza con el cabello suelto.
—No te preocupes, conozco a Luzbelia desde que eramos niños. Ella es Manuela, mi novia.
—¿Tu novia? Que coincidencia que tiene el mismo nombre que la mujer con la que se casó Fernando —Manuela desvía la mirada, mientras se abraza a sí misma.
—Manuela es la viuda de Fernando —la mirada dura de Luzbelia se clava en Manuela.
—Vaya —el desprecio en su voz fue notorio para Manuela.
—Yo... debo irme Román.
—No —se pone de pie, rodea sus hombros con sus brazos —Manuela es una mujer extraordinaria, no es de extrañar que me haya enamorado de ella.
Luzbelia los mira con furia contenida, no la conocía, pero desde que supo que Fernando se había casado con ella, la odio con todas sus fuerzas, desde niña había amado a Fernando, siempre espero ser la elegida para ser su esposa, pero él se casó con otra. Ahora que había decidido que Román podía ser un excelente esposo, la misma mujer se atrevasaba en su camino... esta vez su trabajo sería dirigido hacia Manuela, hasta que muriera como había pasado con Fernando, ella practicaba la magia, así que en pocos días Manuela moriría.
—Me alegró verte, debo irme —Luzbelia se pone de pie.
—¿Pasa algo? —Román la gira entre sus brazos.
—A muchos les molestará que tu novia sea la viuda de tu hermano... no deberíamos seguir... —Román lleva su dedo a los labios de ella para que no siga comentando.
—¿Crees que me importa lo que diga o piense la gente? No dejaré a la mujer que amó, solo porque a la gente le moleste que esté con la viuda de mi hermano. Y no permitiré que tú te alejes de mí.
—Román...
—Conoces mi posición, vamos a hacer almuerzo –besó sus labios
—¿No te importa lo que piensa tu amiga?
—No —acaricia su mejilla —No des más vuelta al asunto, me niego a perderte por el que dirán.
Ella sonríe, le gustaría ser como Román.
—Entro de turno a las cuatro —la atrajo a su cuerpo —Preparamos el almuerzo y luego vamos a mi habitación.
Manuela suelta una carcajada, Román era insaciable, pero eso no le molestaba en lo absoluto.
*****
Manuela se gira, acaba de cerrar la puerta de la casa de Rosa, están tocando, debía ser Román, con una gran sonrisa abre, pero siente que un rayo pasó junto a ella, cierra la puerta y mira a Doña Gloria ajustándose el armazón de sus lentes.
—Manuelita —la mira con tristeza y se deja caer en una silla.
—¿Pasa algo? —se sienta frente a ella.
—He descubierto que a la única persona que le importó es a ti —Manuela se queda sorprendida ante sus palabras, ella tenía un grupo de amigas y le extrañaba que le estuviera diciendo eso.
—Tiene a sus amigas.
—No, sabes que anoche nos reunimos en casa de Matilda, les toque el tema de mi esposo, nadie le importó, me cambiaron de tema cuando les estaba expresando como me sentía, fue más importante el tema del clima —suspira —He sido condicional con cada una de ellas —Manuela no podía negarlo, doña Gloria los días que estuvo deprimida no deje de llevarle almuerzo y estuvo pendiente de ella —He estado en las buenas y las malas con cada una de ella, pero la única que me ha escuchado, se ha preocupado por mi salud, has sido tú.
Manuela se puso de pie y tomo su mano.
—Cuando estuve mal, usted estuvo cada día trayéndome comida, agradezco su preocupación por mí, cuando necesite hablar con alguien, estoy aquí para escucharla.