Bong-Cha salió de la cantina después de saludar a Astrid. A diferencia de la mañana anterior, el cielo seguía cubierto de nubes, aunque algunos tenues ratos de sol lograban pasar entre estas y darle un poco de vida al pueblo. Agatha se acercó a ella desde el establecimiento de al lado. Llevaba una canasta vacía.
—¿Para qué es eso? —preguntó Bong-Cha señalando la canasta.
—Falta poco para la celebración más grande del pueblo. La fundación de Bronzeshore. Cada año que pasa todos los habitantes se reúnen para festejar su unión y desear dicha para el año que viene. La comida es deliciosa, hay postres, vino, y hacen bailes a la puesta del sol —explicó su amiga.
—Se oye agradable —comentó Bong-Cha.
—Y lo es. ¿Cuánto tiempo te quedarás? —inquirió Agatha.
—Ten por seguro que estaré aquí en esas fechas. Además, quiero conocer un poco más a fondo el estilo de vida de estas personas —contestó Bong-Cha.
—Genial. Ahora, debo ir por frutas, los comerciantes acaban de llegar. Se las llevaré a la señora Érika, ella y mi tía preparan los manjares más exquisitos. Después iré a pescar para complementar. ¿Quieres acompañarme?
—Claro, vamos.
Las chicas se dirigieron a la entrada del pueblo, donde había varias personas vendiendo artículos y alimentos. Se acercaron a un puesto de un joven.
—¿Qué puedo ofrecerles? -habló este —Traigo las frutas más exóticas de tierras lejanas.
—Excelente. Tal vez unas de estas... —Agatha escogió algunas frutas.
Bong-Cha paseó su mirada por el mercado que se acababa de instalar ahí. Varias mujeres con sus hijos acudían ahí a ver la mercancía. Los niños corrían y jugueteaban entre los puestos y a lo largo de las calles. Cuando Agatha terminó de escoger, se dirigieron a otro puesto, y así sucesivamente hasta que la canasta estuvo llena de frutas y verduras frescas.
—Hay que llevarlo con la señora Érika —anunció Agatha.
Bong-Cha la acompañó hasta un establecimiento grande y elegante. Una mujer alta de cabello dorado saludó a las chicas y le recibió la canasta a Agatha.
—Con esto, prepararé los mejores platillos, gracias por su ayuda.
—No hay problema, llámeme si necesita ayuda.
Agatha salió del lugar seguida de su amiga. Subieron por unas delgadas escaleras hasta llegar a una cabaña de madera iluminada por un par de antorchas en la entrada. Entraron para encontrarse con dos jóvenes hermanos un poco mayores que ellas.
—¡Agatha! Me da gusto verte. No te había visto desde tu llegada —dijo uno de ellos, el mayor.
—Apenas hoy pude venir a saludar. Ayer le mostré el pueblo a Bong-Cha —respondió Agatha.
—Ella es de quien todos hablan -el chico clavó si mirada en la joven de cabello negro -Debo admitir que estoy impresionado por lo que se cuenta sobre ti. Nunca había escuchado hablar de alguien, como lo he escuchado ahora, excepto por la Capitana Hisako.
—Bong-Cha va a protegernos ahora, tal como lo hacía la Capitana. Y estará presente en el festival —Agatha cruzó su brazo sobre los hombros de la otra.
—Bueno, entonces tal vez los veamos ahí —dijo el chico.
—Seguramente —el tono de Bong-Cha fue serio.
—Seguro que sí. Ahora, Allard ¿Tienes mi caña de pescar? Y una extra, por favor —Agatha soltó a Bong-Cha y recordó a lo que venían.
—Claro, aquí las tengo.
Allard se dio la vuelta y abrió un armario alto de madera clara. De ahí sacó dos cañas de pescar y le entregó la suya a Agatha y la otra a Bong-Cha. Esta última la tomó ignorando que el joven la miraba de una manera peculiar. Agatha se despidió de los hermanos y salieron de la cabaña.
—Noté que Allard no dejaba de mirarte —murmuró Agatha en cuanto estuvieron a una buena distancia.
—¿Qué? —Bong-Cha la miró extrañada.
—Vamos, no me digas que no te diste cuenta. Está interesado en ti. Se emocionó al escuchar que irías al festival -aclaró Agatha.
—Ah eso... No estoy interesada —Bong-Cha aseguró.
—Dale una oportunidad. Somos amigos desde que éramos niños, es un buen chico. Solo es un par de años mayor, pero eso no importa —su amiga le puso la mano en el hombro.
—No me gustan los hombres mayores, Agatha —insistió Bong-Cha.
—Al menos deberías conocerlo un poco —sugirió la otra.
—Lo conoceré como lo haré con el resto del pueblo.
Agatha entornó los ojos.
—Eres una persona muy difícil.
—Las relaciones amorosas no son para mí, tengo otros intereses.
—Como quieras. Pero recuerda que tienes que ayudarme con el Comandante Orvyn.
Las dos llegaron a una parte solitaria después de un puente. Era un lugar tranquilo y pacífico, perfecto para relajarse y pasar un buen rato.
—Aquí venía cuando era niña para pescar, mi tía me enseñó. Es mi pasatiempo favorito. Lo que tienes que hacer es lanzar la caña con la bola de masa al agua y esperar. Cuando sientas que se jala, debes sacarla rápido -Agatha explicó.
—Lo tengo —asintió Bong-Cha y preparó su caña al igual que su amiga.
Se sentaron en la orilla mientras esperaban que algún pescado cayera en la trampa. Cuando por fin sucedió, Bong-Cha jaló rápidamente la caña y un pescado grande salió del agua. Bong-Cha lo echó en una cubeta.
—Tienes talento. ¿Ya lo habías hecho antes? —señaló Agatha.
—Seguramente si -respondió Bong-Cha.
—Hagamos una competencia —Agatha continuó —Quien atrape más peces de aquí a que el sol empiece a bajar, gana. ¿Te parece?
—Claro, acepto el reto -Bong-Cha sonrió un poco.
Las dos amigas lanzaron sus cañas al agua una y otra vez sacando cada vez más peces del agua. Algunos eran más grandes que otros, pero se veían igual de buenos. Uno que otro se zafó de la caña antes de que pudieran sacarlo, y otros una vez afuera volvían a caer al agua, pero en contados. La cubeta que traía cada una se iba llenando cada vez más, hasta que quedaron rebosando de jugosos peces. Posteriormente los contaron, tenía casi la misma cantidad, excepto por uno pequeño extra de Bong-Cha.
Editado: 30.12.2024