Mar Arcano

Capítulo IV

Bong-Cha corrió a través del barco agarrándose de las cuerdas que estaban sueltas. Un chico que estaba a punto de caer del barco se agarró de la orilla. Bong-Cha lo ayudó a subir al barco de nuevo y le dijo que se mantuviera lo más arriba posible. Otras dos chicas sostenían una de las velas para que no cayera. Otros sujetaban las cuerdas para mantener las velas lo más estables posibles. Bong-Cha estaba completamente confundida. El viento soplaba con mucha fuerza y el agua del mar se sacudía con si estuviera lleno de ira. Los enormes rayos eran lo único que iluminaba el cielo, y la intensa lluvia estaba inundando la nave.

Bong-Cha bajó un momento a la parte baja del barco. Todo estaba lleno de agua y la mayoría de las cosas rotas. Subió de nuevo y estuvo a punto de caer cuando se recargó en la orilla del barco y esta se rompió. Por alguna razón el barco ya estaba averiado y empezaba a quebrarse por la mitad. Los mástiles se partieron y cayeron estrepitosamente al agua. Algunos tripulantes también cayeron con estos. Se escuchaban gritos en el agua. Bong-Cha subió lo más alto que pudo para tener una mejor vista, pero lo único que pudo ver fue una enorme ola en camino. Ella se sostuvo de una cuerda cuando la ola llegó al barco, sumergiéndolo en las terribles aguas. Bong-Cha cayó al mar perdiendo la consciencia. Escuchó el grito ensordecido de un hombre, pero no pudo entender lo que había dicho. Sus ojos se cerraron cayendo en la profunda oscuridad.

Bong-Cha se despertó de golpe en exceso agitada.

—¿Qué fue eso? —susurró para ella misma.

Se agarró el cabello con las manos, estaba sudando y sentía los latidos de su corazón por todo el cuerpo. El suelo había sido tan real, pero supuso que eran solo todos sus pensamientos con respecto a Hisako. Se vistió con una chaqueta de cuero color vino y un pantalón negro. Puso su cuchillo y su pistola en su cinturón y el hacha en otra cinta que le cruzaba el torso. Abajo saludó a Astrid.

—Buenos días, querida. ¿Cómo dormiste? —preguntó la mujer, quien ya le había preparado algo de desayunar y se lo estaba llevando a una mesa.

—Pudo haber sido mejor, pero bien —respondió Bong-Cha —¿Y Agatha? —añadió al ver que era un poco tarde y su amiga todavía no llegaba.

—Vino aquí hace un rato. Le dije que aún estabas dormida, así que fue al mercado de nuevo. No tardará mucho —le explicó Astrid.

Bong-Cha asintió y empezó a comer. Astrid había preparado camarones y algo de ensalada. Y además había hecho un jugo de uva.

—Oh, casi lo olvido. En los próximos dos días, la gente empezará a mandar a hacer su ropa para el festival. Les sugiero que vayan cuanto antes para que tengan los mejores trajes. Esa parte le emociona mucho a Agatha —le dijo Astrid antes de entrar en la cocina.

—Gracias. Iremos cuando venga —Bong-Cha contestó.
Cuando estaba terminando de desayunar, Agatha entró enérgica.

—¡Bong-Cha! —exclamó y fue directo a abrazarla —Ay que ir a escoger nuestros trajes para el festival ¡Es tan emocionante! Hace mucho que no pasaba un festival de estos aquí. Corre.

Bong-Cha terminó de beber su jugo de uva y tomó a su amiga de la mano. Esta la llevó hasta la sastrería, la cual estaba vacía. Una mujer castaña con algunas canas las recibió.

—Oh, vienen por el festival —habló.

Agatha asintió y la mujer las llevo al piso de arriba, donde había otras dos chicas más jóvenes. Estas les tomaron medidas, les mostraron algunos tipos de telas para que eligieran y después se decidieran por algún color. Cuando terminaron, ya era mediodía. Bong-Cha recordó que tenía que encontrarse con Orvyn en el muelle.

—Tengo que irme. Volveré en un rato —le dijo a su amiga.

—Es cierto. ¿A dónde ibas? —preguntó esta.

—A la Isla Silenciosa —Bong-Cha respondió.

—Ten cuidado ¿sí? Me cuentas del Comandante —le recordó Agatha.
Bong-Cha asintió riendo un poco y se dirigió al muelle, donde ya se encontraba el Comandante Orvyn esperándola. Él la saludó cuando la vio acercarse.

—¿De dónde sacaste eso? —inquirió señalando la enorme hacha.

—Ah, la encontré anoche cuando pescaba. Estaba en la parte poco profunda —contestó Bong-Cha.
El Comandante asintió un par de veces, mostrando que había entendido. Luego, los dos subieron al barco y salieron al mar. Cruzaron por la parte de las altas y delgadas formaciones de roca que emergían del agua hasta llegar al mar abierto.

—Este es el Mar de Bronce, es de los más seguros que existen —Orvyn explicó —Al sur está el Mar Arcaico, al este el Mar Escarlata, y más adelante el Mar Medio.

—¿Mar Escarlata?

—Mjm. No hay lugar más peligroso y salvaje, excepto el Mar Oscuro.

—¿Y qué saben de la Isla Silenciosa? —Bong-Cha cambió de tema.

—No mucho. Es pequeña y cubierta de bosque. Está deshabitada, excepto por el Maestro que debemos buscar. Es un ermitaño, apartado del mundo. Pocos los han visto, y nadie ha hablado con él -Orvyn dijo y después bajó la voz —Honestamente dudo que esté bien de la cabeza.

Esto le inquietó a Bong-Cha, no le agradaba la idea de encontrar a alguien que probablemente no estuviera en todos sus sentidos.

En el agua, empezó a notarse un verde que se volvía cada vez más espeso y nublada la visión. El barco chocó con unas rocas, anunciando que habían llegado a la isla. Ambos se mirarlo mutuamente, inquietados por el siniestro silencio. Bong-Cha comprendió el nombre de ese extraño lugar. Era frío y el leve sonido de las hojas de los árboles en movimiento lo hacía aún más espeluznante.

—Empiezo a creer que esto es una mala idea —habló Bong-Cha quedamente.

—También yo —murmuró Orvyn.

Ella tomó su hacha y caminó en silencio detrás del Comandante, pero era imposible no hacer un pequeño ruido al pisar las hojas secas caídas. Estas crujían como truenos en una noche callada y solitaria. El humo se concentraba en el suelo, pero aun así era denso y generaba una sensación de sofocarse en todo el ambiente. Bong-Cha ponía un pie delante del otro tratando de pasar entre las hojas amarillas. Sus botas apenas tocaban el suelo de roca. Subieron por algunas piedras para llegar a la parte boscosa de la isla, donde todavía había una gran cantidad de humo verde. Hubo un momento donde este humo se volvió mucho más intenso, que ni siquiera dejaba ver sus manos frente a ellos. Pero después, llegaron a una parte donde casi no había humo, apenas flotaban algunas ligeras nubes verdes en el aire. Al fondo, entre unos árboles enormes y frondosos, junto a una pequeña cabaña, se encontraba un hombre con un sombrero kasa negro, ropajes oscuros, una máscara y una katana en la espalda. Este hombre, que parecía inmóvil, levantó lentamente la cabeza mostrando sus ojos llameantes.



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En el texto hay: fantasia, piratas, amor

Editado: 30.12.2024

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