Bong-Cha escaló por los hielos de la isla. Era más difícil de lo que había pensado, pero no podía desistir, y más porque detrás de ella venían Orvyn y sus hombres. Ella se aferró a cada bloque de hielo con sus manos y colocaba cuidadosamente sus pies para no resbalar. Desde una buena altura, logró ver al barco pirata zarpar para irse del pueblo. Esto le causó un gran alivio, Frostwake estaba a salvo de esos piratas. Se concentró de nuevo en lo que estaba haciendo y continuó subiendo ágilmente. Después de subir un buen tramo más, algunos pedazos de hielo se desprendían, cayendo estruendosamente al mar.
—¡Cuidado! ¡El hielo se rompe! —avisó ella al resto.
Sus seguidores se inquietaron al escuchar eso, pero el Comandante logró calmarlos para que continuaran. Bong-Cha trató de ir cada vez más rápido para evitar ejercer mucha presión por mucho tiempo sobre el hielo, el cual cada vez era más frágil. Eso les ayudaba a saber que estaban cerca de llegar a la cima. Después de escalar y escalar el mismo patrón de piedras azules blanquizcas, Bong-Cha se dio cuenta de que estaban a punto de llegar, podía ver el final de la ladera donde se asomaba tenuemente el sol. Orvyn parecía haberlo visto también, pues cuando volteó a verlo, tenía en el rostro una expresión de satisfacción. Cuando llegaron hasta arriba, todo parecía deshabitado y árido. Bong-Cha preparó su acha sujetándola bien con ambas manos, lista para enfrentarse a cualquier adversidad que los sorprendiera. Avanzaron sigilosamente entre la nieve y las colinas de hielo. Finalmente, Bong-Cha les hizo la seña de que se detuvieran. Había visto algunas viviendas hechas con pieles a una distancia no tan lejana.
—Deben ser las Tribus del Norte —sugirió Orvyn.
—Lo mismo pensé... tal vez podríamos intentar dialogar. Diremos que estamos buscando al Teniente y que no tenemos intenciones hostiles.
—Espero que funcione.
El Comandante le indicó a sus hombres que se quedarán ahí mientras él y Bong-Cha se acercaban a los habitantes de esa región.
—Hemos venido en paz. No deseamos la guerra —anunció ella cuando los guerreros repararon en ellos -Buscamos su ayuda, no queremos lastimar a nadie.
Pero los guerreros hicieron caso omiso. Con lanas, flechas y espadas atacaron a los recién llegados. El resto de los hombres del Comandante se unieron a la lucha también. Los guerreros de las tribus eran hábiles y fuertes, acostumbrados al duro clima y despiadados como se había dicho. Bong-Cha blandió su hacha contra las gruesas espadas de aquellos sanguinarios guerreros, evitando peligrosos ataques y esquivando sus movimientos. Sin duda eran hombres experimentados. La blancura de la nieve fue manchada con sangre de ambos bandos, aunque afortunadamente nadie había muerto, pero no faltaban los heridos. En eso, cuando todos pensaban que sería una lucha a muerte, el líder de la tribu apareció acompañado de una mujer muy parecida a él.
—¡Alto! —ordenó y sus guerreros dejaron de pelear.
Era un hombre alto y fuerte cubierto con pieles de animales. Tenía un abundante cabello castaño rojizo y una gruesa barba. En cuanto a su acompañante, se veía una mujer musculosa y muy bella, con un largo cabello güero trenzado y ojos azules, vistiendo igualmente gruesas pieles.
—¿Quiénes son ustedes, invasores? —habló de nuevo el líder.
—No vinimos a pelear. Estamos buscando a alguien que vino aquí hace tiempo —se apresuró a responder Orvyn.
—En estas tierras áridas solo estamos nosotros, las Tribus del Norte. Y ustedes no son bienvenidos —el líder lo fulminó con la mirada.
Bong-Cha se puso delante del Comandante y habló.
—Buscamos al Teniente Howard. Él intentó hablar con ustedes y no regresó después de eso. Creemos que sigue aquí en alguna parte.
—Hablan del hombre que llegó aquí hace unas semanas —la mujer intervino.
—Si, así es. Si nos dicen dónde está, nos iremos de aquí de inmediato —aseguró Bong-Cha.
—No sabemos dónde está, pero nosotros no le hicimos ningún daño. Y tampoco a los que llegaron después. Probablemente se escondan de la anomalía que está provocando el derretimiento —explicó la mujer.
—¿Anomalía? —inquirió Orvyn.
—Si, la anomalía. Es una fuente de fuego, no sabemos qué es pero está destruyendo el hielo y no se encuentra muy lejos de aquí. Si van un poco más al norte, la encontrarán.
—¿Cómo sabemos que no nos engañan para tendernos una trampa? —Bong-Cha sonó desconfiada.
—Hemos dicho lo que sabemos, ustedes decidan si creerán en nosotros o no. A decir verdad... la energía de esa anomalía es parecida a la tuya, joven guerrera. Hay algo en común entre ambas.
La joven se quedó tiesa al escuchar eso. ¿Qué quería decir? ¿Acaso se refería a que era magia? ¿Cuánto sabría sobre los poderes de la naturaleza? ¿Sería magia de sombra o tendría que enfrentarse o otro tipo de poder?
—Gracias por su ayuda, prometemos no traer ninguna guerra a sus tierras —la voz de Orvyn la sacó de sus pensamientos.
El Comandante, Bong-Cha y los suyos se encaminaron al norte como les había dicho la mujer.
—La misma energía... ¿Qué quiso decir con eso? —pensó Bong-Cha en voz alta.
—Lo único que me haría sentido sería la magia, aunque no esperaba que gente como ellos tuviera algo que ver con eso, o supiera algo al respecto. La magia es algo muy peculiar —le dijo Orvyn.
—Eso pensé... tal vez sea alguna clase de hechicero, pero no me siento preparada para lidiar con eso. Shouta dijo que ya he dominado la sombra, que solo me falta desarrollarla. Pero aun así... No es lo mismo enfrentar enemigos con un acha o una espada que combatirlos con magia —ella bajó la cabeza.
—Hey, eres una guerrera exelente, y nunca te he visto usar tu magia después de nuestro incidente en la Isla Silenciosa, pero estoy seguro de que tu poder es enorme. Lograrás grandes cosas con él, pero como cualquier otra cosa, debes confiar en ti tanto como confías en tu manejo de las armas. Y no voy a negarlo... también tu terquedad.
Editado: 30.12.2024