Mar Arcano

Capítulo XXIV

—Capitán Hwang, más conocido como el Colmillo Escarlata, quedas arrestado por la Legión del Cuervo a causa de tus crimenes contra Ravnensland y sus aliados.

—¿Qué no estaba disponible la Legión de la Paloma? —se burló Jang-Seo con dificultad.

El guardia que lo tenía agarrado del cuello le dio un jalón como advertencia de que se callara.

—La Marina se encargará de ti.

—Hey, pajarracos, ¿se les perdió algo? —dijo una voz femenina del otro lado.

Era Bong-Cha y tenía a un joven guardia como rehén, apuntándole con su pistola. El hombre que parecía comandar a los guardias estuvo a punto de desenvainar su espada, pero Bong-Cha lo detuvo.

—Alto, alto, podemos dialogar sobre esto. Lo dejaré en paz si lo sueltan a él.

—Suelta al muchacho antes.

—No, yo lo dije primero. Déjenlo ir.

—Sé que no vas a disparar, niña.

Bong-Cha preparó el arma y soltó un disparo tan cerca del joven que le rozó el cuello.

—¿Por qué los guerreros hombres siempre creen que las mujeres guerreras no vamos a hacer las cosas? —se quejó ella.

—Yo nunca te dije nada —intervino Jang-Seo.

—Ya sé y no estoy hablando contigo —respondió la chica —Ahora suéltenlo si no quieren que le dispare más cerca.

—Mejor háganle caso, es peor de lo que creen.

—Tú espérate, Jang. Cierra la boca.

—Ah si claro, si quieres te espero todo el día, no es como que tenga a un monigote apuntándome a la cabeza.

—Ya cállate o te dejo ahí.

Jang-Seo hizo una mueca y el hombre que lo agarraba le apretó el cuello y preparó el gatillo de la pistola. Bong-Cha lo notó y clavó su mirada en el guardia líder. Preparó también la pistola lista para disparar. El guardia al ver el miedo en los ojos del muchacho hizo una seña para que soltaran a Jang-Seo. Bong-Cha lentamente dejó ir al chico, el cual se alejó de ella lo más pronto posible.

—No los dejen escapar —ordenó el guardia.

Jang-Seo se subió de nuevo al caballo y pasó entre los guardias para subir a Bong-Cha con él. Los guardias se tardaron un poco en montar sus caballos para perseguirlos.

—Gracias, me salvaste esta vez —dijo Jang-Seo.

—Sabía que me necesitarías —respondió ella.

Los guardias detrás de ellos empezaron a dispararles.

—Ve a la izquierda, tengo un plan —indicó Bong-Cha.

Jang-Seo decidió hacerle caso, admitiendo para sí mismo que en ocasiones ella tenía razón. El caballo entró por una calle estrecha y después de dar algunas vueltas entre casas y paredes, se detuvo por orden de Bong-Cha. Los dos bajaron del caballo. Ella lo hizo correr de vuelta por donde había venido, así podrían confundir a los guardias para poder escapar.

—¿Sabes cómo podemos salir de aquí? —le preguntó a él.

—Si. Hay un camino a través de las minas que nos llevará a la costa, es el más seguro —explicó Jang-Seo.

—Vamos —dijo ella.

Jang-Seo le indicó que lo siguiera. Juntos llegaron a la parte trasera del castillo de Rubinstad. Él aminoró el paso tocando la pared del castillo, como su buscara algo en este. Se detuvo al darse cuenta de que en una parte faltaba una piedra. Bong-Cha vio como buscaba en las plantas cercanas hasta que finalmente encontró una piedra del tamaño del hueco. Jang-Seo la colocó en el lugar vacío y la pared se abrió. Ella lo siguió por un camino iluminado muy tenue por antorchas. Era un pasillo muy largo y donde se escuchaba mucho eco con sus pisadas, a pesar de que hacían lo posible por no hacer ruido.

Jang-Seo se volvió rápidamente al escuhar voces y ver luces. Al notar que se acercaban, tomó a Bong-Cha de la mano y apresuró el paso. Afortunadamente no tardaron mucho en llegar a una escalera oscura que descendía. Jang-Seo agarró una de las antorchas para iluminar un poco el camino. La escalera en forma de caracol terminaba en un lugar un poco más iluminado con entradas a diferentes pasillos. Jang-Seo jaló a Bong-Cha de la mano y se escondieron en un hueco oscuro de uno de los pasillos. Los guardias se acercaban bajando las escaleras. Jang-Seo dejó la antorcha apagó la antorcha y sacó su pistola. Bong-Cha estuvo a punto de soltar un grito ahogado cuando uno de los guardias dio un golpe en una piedra con su espada, pero Jang-Seo le tapó la boca a tiempo. Ella se quedó quieta, pudiendo sentir la respiración agitada de él, al igual sus latidos apresurados. Poco después se escuchó como los guardias se retiraban por el mismo lugar que habían venido. Jang-Seo se adelantó un poco para comprobar que si se hubieran ido.

—Espera aquí —le dijo a ella en voz baja.

Con la pistola en mano, revisó todo el lugar, asegurándose de que ninguno se había quedado. En cuanto estuvo seguro, regresó con Bong-Cha.

—Ya se fueron, podemos salir —informó.

Ella asintió y salió de su escondite.

—Si bien recuerdo, debe haber otras escaleras en uno de estos pasillos que nos lleve directamente a las minas. Luego solo tendremos que cruzar por un túnel que atraviesa la montaña y estaremos en la costa —añadió él.

—Ok —Bong-Cha respondió.

Cada uno revisó algunos de los pasillos, buscando la segunda escalera. Bong-Cha fue quien la encontró.

—Jang, la encontré —avisó saliendo del pasillo.

Jang-Seo la siguió hasta el final de ese pasillo, donde se encontraba la oscura escalera de piedra. Tomó otra antorcha ya que no se veía absolutamente nada. Juntos bajaron la escalera que también tenía forma de caracol, solo que mucho más angosta y larga. Al final ya estaba más iluminado y les sorprendió ver lo que había en esas minas, en especial a Jang-Seo. Estaban llenas de rubíes incrustados en las rocas. Él se acercó inmediatamente a ellos y sacó uno de una roca.

—Increíble —dijo Bong-Cha a sus espaldas.

—Lo sé —él le enseñó la hermosa piedra roja.

—Espera, ¿no sabías que había rubíes en estas minas? Creí que las conocías —intervino ella.

—Si lo sabía, pero cuando estuve aquí no había tantos. Aquí es donde mandan a los prisioneros de Rubinstad con condenas largas o de por vida —Jang-Seo explicó.



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En el texto hay: fantasia, piratas, amor

Editado: 30.12.2024

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