Capítulo XXVI

Los barcos se detuvieron al borde de la isla al anochecer. Hacía frío y mucho viento. Todos bajaron a tierra firme para montar tiendas y lo que necesitarían para pasar la noche. Un chico joven de los que habían sido liberados de la prisión en Silvermill, se acercó a Jang-Seo.

—Capitán, no sé cómo agradecerle lo que han hecho por nosotros, creímos que jamás saldríamos de ese lugar. De verdad, quisiera pagárselo de alguna manera, pero no me queda nada —dijo el joven.

—No necesito que me paguen, para terminar ahí, deberion llevar una vida como la mía, al final del día somos iguales. Yo no exijo un pago a cambio de un favor hacia alguien que es como yo —respondió Jang-Seo —Pero si hay algo que pueden hacer por mí —añadió.

—Lo que sea, Capitán, solo dígalo.

—Su silencio. No digan quienes los liberaron.

—Claro, nosotros jamás los vimos.

Jang-Seo inclinó la cabeza a modo de agradecimiento y vio como el chico regresaba corriendo con sus compañeros. Luego fue a reunir a los suyos para ponerse de acuerdo sobre qué harían a continuación.

—Ok, tenemos un buen adelanto, sabemos dónde planea atacar Ravnensland próximamente, además de la ubicación de las bases de la Orden —repasó el Capitán.

—Tenemos que ser cuidadosos con cualquier cosa que hagamos a continuación. Cuando encontramos a la Orden en las Islas del Cielo, era un grupo pequeño, pero no sabemos cómo serán los demás, ni que tan poderosos puedan ser —señaló Yeong-Seok.

—Esperen —Asdis habló.

Todos se volvieron hacia ella, quien soltó un suspiro antes de continuar.

—Esto... queda aquí.

—¿Qué? —exclamaron los demás sorprendidos.

—¿Asdis, qué quieres decir? —Bong-Cha se acercó a su amiga.

—Ninguno de ustedes tiene que continuar. Esto es más peligroso de lo que creen, Ravnensland es peor de lo que parece, no quiero que nadie salga lastimado. Acabamos de correr un gran riesgo.

—Pero todos estamos bien, nadie salió herido —dijo Hinata.

—Esta vez no, pero alguien podría morir en futuras ocasiones. Tendremos a la Marina detrás de nosotros más que nunca, nos buscarán en todos lados —contestó la pelirroja —Y... No quiero interferir más en sus vidas. Sé que no es fácil para ninguno de ustedes estar huyendo todo el tiempo y yo los estoy guiando directo a los lugares donde más los buscan.

—Agradezco tu empatía, Asdis, pero... ¿Sabes algo? Creo que esto es lo único correcto que he hecho en mi vida, y se lo prometí a Bong-Cha y ahora te lo prometo a ti. No vamos a dejarte sola —aseguró Jang-Seo.

—Tiene razón. Estamos contigo, Asdis. Hasta el final. Te dije hace tiempo que iba a ayudarte a descubrir lo que pasaba en Ravnensland, lo hicimos, ahora te digo que te ayudaré a resolverlo —añadió Bong-Cha.

La pelirroja le dio un fuerte abrazo a su amiga.

—Aun así, creo que debemos tomarnos un tiempo. Ya saben, para que la Marina no nos encuentre. Pronto en los mares habrá más de sus barcos que peces.

—Está bien, terminaremos de platicarlo en la mañana. Después de los últimos dos eventos, todos debemos descansar.

—Ah si, Bong-Cha está en lo correcto. Me iré a dormir, mis nuevas hazañas no se van a soñar solas —Jang-Seo se estiró y se dirigió a su tienda en el campamento para descansar.

Bong-Cha entornó los ojos, pero en cierto modo, le parecía divertida la actitud de él en momentos serios. Los demás también se retiraron a descansar, excepto ella, quien paseó un poco por la isla. Cuando ya estaba completamente oscuro y las estrellas iluminaban el cielo, Bong-Cha se sentó en una roca, no tenía sueño, se quedó contemplando las suaves olas que llegaban a la arena.

—Capitana... —escuchó decir a alguien cerca de ella.

En cuanto se dio la vuelta, reparó en dos chicos y una chica, de los que habían sacado de la prisión.

—Lo siento, no soy la Capitana del barco, es Jang-Seo, si quieren puedo...

—No... no, nosotros... Bueno... es usted... nuestra Capitana —dijo la chica, de cabello negro y facciones finas.

—Oh... No es la primera vez que lo escucho —Bong-Cha bajó la mirada.

Los tres jóvenes intercambiaron una mirada de inquietud.

—Escuchen —continuó Bong-Cha —No estoy segura de quien soy, no sé si soy la persona que ustedes piensan.

—Perdió la memoria, ¿no es así? En la emboscada de la Marina.

—Si... si... Eso creo.

La chica se agachó a su lado.

—Mi nombre es Sage, y ellos son mis hermanos, Edward y Will. Fuimos parte de la Concha Negra, el barco de su padre Tatsuo.

—Mi padre... —Bong-Cha repitió —Y mi madre...

—Moon Bada.

—¿Dónde está ella?

—Debe de estar en las Tierras Orientales.

—Si... Mira, Sage, recuerdo pequeños fragmentos, y ni siquiera estoy segura de que tan reales son. No sé qué pasará después, pero nos ocultaremos de la Marina. Es necesario por lo que hicimos hoy. No tengo idea de que voy a hacer, pero hay dos chicos, Iseul y Bitgaram, están en las Islas del Cielo, subiendo las Peñas Altas. Es un lugar seguro y podrán reunirse con algunos miembros de... la tripulación...

—Gracias, Capitana. Si en algún momento logra recordar, estaremos esperándola.

Bong-Cha asintió y los chicos se retiraron. La joven asiática se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos.

—Recuerda... ¿quién eres? —murmuró para sí misma.

El nombre de su madre, Moon Bada, y su padre Tatsuo, podía recordarlos y un sentimiento tan fuerte como las olas del mar embravecido, la recorrió hasta la punta de sus dedos. Quería buscar a su madre, verla de nuevo y recordar más sobre su difunto padre. No estaba tan confundida como antes, pero si perdida entre el misterio de su historia.

El sonido de alguien aclarando si garganta captó su atención. Al principio pensó que Sage y sus hermanos habían vuelto, pero al darse vuelta, vio a Jang-Seo.

—Ah, hola. Creí que estabas durmiendo —le dijo.

Él se acercó un poco más.

—Estaba, de hecho. Pero me desperté y no pude conciliar el sueño de nuevo. No te vi en el campamento, así que quise asegurarme de que estabas bien.