Mar Arcano

Capítulo XXVIII

—¿Lady Kariana? ¿Estás seguro? —inquirió Hannah.

—Completamente. La espada es muy famosa —respondió Lance.

—Me la llevaré y encontraré a Lady Kariana —decidió Asdis y agarró la espada.

—¿Qué? Ni siquiera sabes si está viva —repuso Hannah.

—Pues la buscaré para saberlo —insistió Asdis.

Dicho esto, subió por la cuerda de la cueva en la montaña, seguida de los otros dos.

—Asdis, si descubren que nos llevamos la espada, nos matarán. Y créeme, no tardarán en descubrirlo —Hannah se mostró inquieta una vez que estuvieron arriba.

—No si desaparecemos —señaló la pelirroja —Al menos yo, debo buscar a Lady Kariana.

—¿Entonces, quieres que simplemente nos vayamos a quien sabe dónde?

—No tienen que acompañarme. Puedo hacer esto yo sola.

Hannah y Lance intercambiaron miradas.

—No puedo volver al palacio después de hoy, pero tampoco puedo irme así y dejar a mi familia aquí... —dijo él.

—Hay un lugar donde podrían estar seguros... pero depende de ti y de ellos. Stepshell. Es un lugar pacífico y libre de cualquier Reino —Asdis sugirió.

Lance asintió, dando a entender que estaba de acuerdo.

. . .

Bong-Cha, echada en su cama con la puerta del camarote cerrada, terminaba un dibujo en su libreta, algo que simplemente quería hacer para liberar sus sentimientos. El hecho de casi no haber interactuado con Jang-Seo en esos días de viaje, le hacía sentir que algo le faltaba.

Finalmente, después de aproximadamente dos semanas, lograron llegar a las Tierras Orientales. Bong-Cha salió inmediatamente a la cubierta en cuanto escuchó a alguien gritar que faltaba poco para llegar a la orilla. Rápidamente fue hasta la punta frontal del barco para poder ver su tierra. Sintió un gran alivio, aunque se veía a la distancia, pero sabía que había estado allí, sabía que ese era su hogar, y no podía esperar más para encontrarse con su madre en aquel lugar. Poco después sintió como alguien se posicionaba junto a ella, recargándose en el borde.

—¿Estás bien?

Bong-Cha volteó solo para encontrarse con Jang-Seo. Le sorprendió que estuviera ahí, después del distanciamiento que se había generado entre ellos. Volviendo a la pregunta, ella asintió.

—Hace mucho que no venía aquí —él continuó —Pero me alegra regresar.

—Yo... también me siento bien de venir aquí —respondió ella.

Se sentía bien de poder hablar normal de nuevo con él, pero aun así, ese momento que estuvieron más cerca que nunca, no podía sacárselo de la cabeza. Sin embargo, hizo un esfuerzo por hacerlo a un lado y enfocarse más en lo que estaba a punto de venir.

Pasó un buen rato antes de que llegaran a la orilla. Bong-Cha fue la primera en bajar al momento que el barco se detuvo. A excepción de Jang-Seo, el resto de la tripulación se quedó abordo, mientras los dos se encaminaban al interior de aquellas tierras. Se adentraron en el bosque que recorría todo el lugar dando la impresión de que no tenía fin. Los árboles eran muy altos y varios de ellos estaban secos, acompañados de un viento frío. Con la seguridad de que iban por buen camino en línea recta, ambos continuaron avanzando. Las ramas caídas crujían debajo de sus pisadas y las pocas hojas que les quedaban a los árboles, se movían de un lado al otro. En eso, Jang-Seo reparó en algo parecido al techo de una casa un poco más adelante, asomándose entre los árboles.

—Mira, creo que estamos cerca —él aumentó un poco el ritmo para acercarse un poco más.

Bong-Cha lo siguió y juntos llegaron a un camino de piedra. Después de intercambiar una mirada, ella tomó la delantera. Poco más adelante, un par de guerreros aparecieron desenvainando sus espadas con expresión hostil.

—¿Quiénes son? Invasores... —dijo uno de ellos.

—No buscamos problemas —señaló Bong-Cha encarando a ambos hombres.

—Capitana... —habló el otro hombre sorprendido.

Bong-Cha lo miró directamente a los ojos. Los guerreros guardaron sus espadas e hicieron una inclinación respetuosa antes de dejarla pasar, sin embargo, el primero apuntó a Jang-Seo al cuello con la espada cuando este se disponía a seguirla. El joven Capitán se quedó inmóvil unos segundos.

—Hey, él viene conmigo —aclaró Bong-Cha.

El guerrero no se mostró nada confiado y se tardó un poco dudando. Jang-Seo alejó la espada de su cuello con cuidado y tras lanzarle una mirada de advertencia al otro, alcanzó a la chica. Ella lo esperó para que caminaran juntos. En cuanto entraron en el pueblo, ambos se quedaron sorprendidos por la belleza que los rodeaba. Las casas eran pequeñas, pero verdaderamente bonitas, había niños corriendo por las calles y una gran cantidad de personas afuera. Varias de estas pusieron sus miradas en los recién llegados, empezando a murmurar cosas.

—Es ella, ha vuelto. La Capitana ha vuelto...

—No puedo creerlo, realmente es ella...

—¿Y quién es el hombre que viene con ella? Es increíblemente atractivo...

—Nunca había visto a un hombre como él... ¿Será casado?

Bong-Cha y Jang-Seo caminaron juntos cruzando el pueblo en dirección a una casa más grande y alta que las demás.

—Recuerdo esto... —murmuró ella y se detuvo.

Jang-Seo se mantuvo cerca de ella sin dejar de mirarla. Sabía que todo era muy confuso para ella, y el recordar algunas cosas podría ser muy duro. Notó como se ponía tensa de un momento a otro, así que le tocó delicadamente el brazo. Ella lo miró con los ojos llenos de incertidumbre. Pero antes de que alguno de los dos dijera algo, la puerta de aquella casa se abrió y una mujer de cabello negro largo pasando la cintura que vestía un traje de color verde, salió y se quedó sin habla al ver a la joven. Lentamente bajó por las escaleras de la entrada, quedando a una corta distancia de Bong-Cha, quien tampoco sabía que hacer o decir.

—Bong-Cha... —la mujer balbuceó quedamente.

Lágrimas se formaron en los ojos de la chica, tratando de contenerse.



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En el texto hay: fantasia, piratas, amor

Editado: 30.12.2024

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