La Perla Roja se detuvo al borde de la isla cubierta de plantas y lianas. Los árboles eran enormes, pájaros de diferentes colores pasaban volando y el suelo casi no podía verse por la inmensa cantidad de vegetación. Además, las flores mostraban una variedad de hermosos y llamativos colores, así como las hojas eran de un verde intenso. Todos estaban impresionados por lo que estaban viendo, jamás habían estado ante tal belleza de naturaleza.
—¡Miren eso! —Yeong-Seok exclamó señalando una gran piedra verde brillante, destellando en la punta de una pila de rocas alta.
Los ojos de Jang-Seo se iluminaron al ver el artefacto, pensando en lo mucho que podría valer si lo vendía a un buen comprador.
—Jang-Seo, tenemos que buscar a la orden —le recordó Bong-Cha.
—Lo sé, solo... adelántense un poco. Yeong-Seok ven conmigo —dijo él, ansioso por tener la piedra en su poder.
Bong-Cha entornó la mirada, pero les hizo la seña a los demás de que la siguieran. Jang-Seo y su primo se miraron y fueron a por la piedra verde. Cuando estuvieron frente a la gran pila de rocas, Yeong-Seok ayudó a su primo a subir primero, y una vez que este estuvo arriba, ayudó al otro a subir. La sonrisa de Jang-Seo mostraba lo satisfecho que estaba. Ambos estaban a punto de tocar el objeto al mismo tiempo, cuando de repente una flecha pasó entre ambos, sorprendiendo a ambos. A continuación, varias figuras humanas aparecieron de entre las copas de los árboles y otras colgándose de las lianas y apuntaron con arcos y flechas a los dos jóvenes.
—Mierda, ¿por qué dejé que me convencieras de hacer esto? —Jang-Seo se quejó.
—Es broma, ¿verdad? —espetó Yeong-Seok.
Las extrañas personas que habían aparecido los rodearon apuntando con sus armas, obligándolos a bajar de las rocas. Cuando estuvieron de nuevo a nivel del mar, Jang-Seo intentó irse discretamente, un grupo de tres personas intercambiaron los arcos por afiladas lanzas y le apuntaron muy cerca.
—Ok, ok, tranquilos —se apresuró a decir, aunque no estaba seguro de si le habían entendido.
Los nativos de la isla, los empujaron con sus lanzas, haciendo que se hincaran con las manos en alto. Jang-Seo le lanzó una mirada de preocupación a su primo, esperando que pronto los demás regresaran por ellos.
—¿No creen que ya se tardaron demasiado con su dichosa piedra? —dijo Bong-Cha.
—Mjm —coincidió Hinata —Deberíamos ir a buscarlos.
—Agh, ok, Hinata y yo volveremos por Jang-Seo y Yeong-Seok. Si ven algo sospechoso ocúltense y envíen a alguien —decidió Bong-Cha.
Los otros asintieron. Bong-Cha y Hinata regresaron por donde habían venido hasta el lugar donde se encontraba la piedra. Se sorprendieron al ver que esta estaba intacta y los chicos no estaban.
—¿A dónde se fueron? —indagó Hinata.
Bong-Cha vio algo en el suelo diferente de las plantas. Cuando lo levantó vio que era una flecha. Enseguida se la mostró a su amiga.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto.
Jang-Seo se retorció tratando de liberarse de las ataduras de sus manos y pies. Él y Yeong-Seok estaban uno al lado del otro, atados a unos troncos clavados en la tierra.
—Deja de moverte o van a matarnos —dijo Yeong-Seok.
—Mira quien lo dice —respondió Jang-Seo moviéndose una y otra vez.
—¿Ahora resulta que es mi culpa?
—Tú me incentivaste a ir por la piedra.
—No es cierto, solo dije que estaba ahí. Tú quisiste ir por ella. No seas ridículo.
—¡¿Te atreves a hablarle así a tu Capitán?! —Jang-Seo tuvo la intención de irse encima del otro, pero las ataduras se lo impidieron.
—¡Deja de culparme, entonces! —gritó Yeong-Seok.
En eso, dos nativos los agarrarón del cabello y les pusieron cuchillos en el cuello, amenazando para que se callaran. Les dijeron algo en una lengua que no pudieron entender, pero interpretaron que era una advertencia.
—Ahí están —Hinata murmuró.
—Sabía que esto no terminaría bien —Bong-Cha entornó la mirada.
—¿Cómo los sacamos de ahí?
—Supongo que hay que intentarlo discretamente. Tú ve por la derecha y libéralos, yo distraeré a los nativos.
—Entiendo.
Las dos chocaron palmas y cada una se fue por su lado correspondiente. Bong-Cha subió a la rama baja de un árbol y desde ahí llamó la atención de los habitantes de la selva.
—¡Oigan! Disculpen, ¿podrían soltar a esos dos chicos buscapleitos? Los necesito para una misión importante.
—¡Bong-Cha! —Jang-Seo exclamó aliviado de que hubiera llegado.
De inmediato, los nativos se fueron contra ella, disparando sus flechas y lanzas. La joven saltó de la rama para que estos la siguieran y así poder darle tiempo a su compañera. Hinata fue hacia los chicos y desenvainó su cuchillo. Indicándoles que guardaran silencio, desató primero a Yeong-Seok, que era a quien tenía más cerca. Luego fue con Jang-Seo, pero antes de que pudiera liberarlo también, flechas volaron en su dirección, clavándose en los árboles. Bong-Cha apareció dando un saltó y lanzó una fuerte oleada de sombra que derribó a los nativos de la selva. Todos estos se quedaron impactados al ver el poder de sombra que portaba la joven y bajaron sus arcos y sus lanzas. Hinata terminó de cortar las ataduras de Jang-Seo y llevó a ambos a un escondite más seguro, cerca de donde estaba Bong-Cha.
—¿Por qué ya no nos atacan? —Yeong-Seok preguntó.
Los nativos se inclinaron hasta el suelo enfrente de Bong-Cha. Ella se quedó con la mente en blanco un momento, pero después aprovechó para lanzar un humo que los ocultara y les ayudara a escapar. Corrieron tan rápido como pudieron para alejarse de ahí lo más rápido posible.
—Yeong-Seok, tal vez debiste usar tu magia desde antes, así hubiéramos tenido menos problemas —señaló Jang-Seo.
—Hubiéramos tenido menos problemas si ustedes dos no hubieran ido por esa piedra —espetó Bong-Cha —Ahora vamos a lo que vinimos —añadió un poco más relajada.
Los cuatro se dirigieron a donde estaban los demás. En cuanto llegaron, Asdis les hizo la seña de que se agacharan y no hicieran ruido.
Editado: 30.12.2024