Jang-Seo fue el primero en entrar a la cueva con el muchacho. Asdis con su fuego encendió un par de antorchas para ella y la Capitana, ya que el Colmillo Escarlata tenía las manos ocupadas. Bong-Cha alumbró el camino poniéndose en la delantera. La cueva era como una especie de espiral de roca lisa que daba vueltas y vueltas hasta llegar al fondo. Asdis lanzó un par de llamas de fuego para encender las antorchas que se encontraban en la pared.
—¡Intrusos! —se escuchó a una voz gritar.
De inmediato, más antorchas se encendieron y los miembros de la orden que se ocultaba ahí, emergieron de un túnel.
—Un paso más y su cabeza rueda —exclamó Jang-Seo mostrándoles al muchacho que tenían como rehén.
Los recién aparecidos se inmutaron y bajaron sus armas.
—¿Son ustedes los líderes de la Orden de Rava? —Bong-Cha se adelantó poniéndose a la par de Jang-Seo.
—Vaya, creo que nuestra identidad se está revelando poco a poco —dijo uno de los otros —¿Y ustedes que son? ¿Piratas? Eso no es muy conveniente para ustedes. Si los capturamos y los llevamos a la Marina o cualquier reino, los ejecutarán, de eso no cabe duda.
—Me parece que eso no será fácil. Sus fieles perros de allá arriba estuvieron a punto de quedarse sin cabeza de no ser por mi benevolencia y lo útil que ha sido este niño —respiro Jang-Seo hablando en un tono altanero.
—¿Tu benevolencia? ¿Y quién se supone que eres?
Jang-Seo río un poco de una manera bastante inquietante. Luego volvió a mirar al hombre pasando su lengua por sus propios labios.
—Tú dímelo —murmuró, su voz sonando más grave y profunda que de costumbre.
Con la punta de su espada le hizo un corte al chico que tenía inmovilizado en el brazo. No fue tan profundo, pero si lo suficiente para que una gota de sangre se adirera a la punta de la espada. Luego aventó al joven cerca de la espiral de piedra. Su lengua recorrió la punta de la espada, saboreando la sangre. Parte de esta se quedó en sus labios y en sus dientes. Al mostrar una sonrisa cínica, los colmillos de Jang-Seo con la sangre envolviéndolos, quedaron totalmente visibles. De reojo, Bong-Cha miró sus colmillos ensangrentados, como si con ellos le hubiera arrebatado la vida a su víctima. Era realmente inquietante, y más con el ambiente frío y lúgubre que había dentro de esa cueva y el hecho de que esos colmillos fueran particularmente picudos. La chica pudo notar que los líderes de la orden tampoco estaban muy cómodos con la presencia del Capitán.
—El Colmillo Escarlata —dijo el mismo hombre que había confrontado a Jang-Seo anteriormente —Eres mucho más joven de lo que pensaba.
—Me satisface no ser lo que la gente espera —contestó Jang-Seo —Ahora, van a responder si no quieren que les arranque la cabeza.
Una mujer, que se encontraba detrás de aquel hombre desenvainó su espada. El sonido del metal resonó por todas las paredes.
—Se le olvidó algo, Colmillo Escarlata —dijo esta y le apuntó con la espada —Somos la Orden de Rava, se lo digo porque no hay razón en ocultarlo, puede que esta sea una isla poco visitada, pero las noticias corren rápido. Su breve estancia en Rubinstad no pasó desapercibida. Su recompensa dio un buen salto. Además, no se deja de hablar de las mujeres que lo acompañan. ¿Son acaso su manera de entretenerse?
Esto último irritó a Jang-Seo. El hecho de que esa mujer insinuara que Bong-Cha y Asdis solo estaban ahí para satisfacerlo, lo consideraba una enorme falta de respeto. Ellas también se mostraron molestas ante esto. Curiosamente Bong-Cha desapareció a los pocos segundos y Asdis encendió fuego alrededor de toda ella, su cabello rojo se combinaba con las flamas y la luz que emanaba de su poder era suficiente para verles mejor los rostros a los miembros de la orden. Jang-Seo tuvo que alejarse un poco de ella para evitar quemarse con su fuego.
—Ya la vio, no le conviene insinuar que alguna de ellas es una mujer de mala reputación —dijo después.
Fue en ese momento que se dio cuenta de que Bong-Cha no estaba y esto lo alarmó bastante. Sin embargo, la mujer estaba a punto de decir algo más de no ser porque de la nada, cayó muerta al suelo y se formó un charco de sangre al rededor. Pero no había nadie ahí. El otro hombre se volvió en esa dirección, alumbrando con un pequeño farol. Después de que el silencio inundara el lugar, una inquietante risa femenina sonó como un eco. Incluso Asdis se asustó al escucharla.
—¿A qué carajos están jugando? —espetó el hombre mientras el resto de los suyos se juntaban a él para estar lo más cerca posible de la luz del farol.
El hombre del farol empujó un poco a uno que estaba realmente aterrado. En eso, la risa volvió a sonar y uno de estos hombres cayó al suelo y desapareció gritando entre la oscuridad. Lo mismo sucedió con los demás, uno por uno hasta que no quedó ni uno solo a la vista. Posteriormente, Asdis gritó y soltó una llamarada de fuego solo para encontrarse con Bong-Cha sosteniendo su antorcha recién encendida.
—¡¿Qué te sucede?! —le gritó la pelirroja.
—Necesitaba algo de luz y tú eres la fuente más cercana —dicho esto, la asiática encendió una zona al fondo de la cueva, destinada para iluminar todo el lugar —Mientras ustedes muy amablemente distraían a estos oficiales, me tomé la libertad de investigar un poco más a fondo está cueva.
—¿Los asesinaste? ¡Bong-Cha, los necesitábamos con vida! —repuso Asdis.
—Esos oficiales no tenían ni siquiera el rango de Lord Carollus. Creo que deben estar más al fondo las verdaderas cabezas de la orden. Hay una parte de la cueva que parece ser una puerta, de esas que se abren con algún patrón o acertijo —explicó Bong-Cha.
—¿Cómo lo hizo tan rápido? Ni siquiera nosotros nos dimos cuenta —preguntó Jihun, acercándose a ellos al lado de su Capitán.
—Mira a tu alrededor. ¿Qué es lo que más abunda aquí? Sombras. Eso fue más que suficiente para pasearme por todos lados como si fuera mi propia nave. Ahora... hay que abrir esa pared
Editado: 30.12.2024