Jang-Seo bajó la cabeza y apoyó los codos sobre la mesa. No tenía idea de lo que estaba sintiendo en ese momento, amaba a Bong-Cha en verdad, pero no podía, simplemente no podía dejarla entrar por completo en su vida. Quedaría aterrada si se llegaba a enterar de todas las atrocidades que había cometido, y sin duda se alejaría de él. Y eso era como una estaca que se le clavaban en el pecho.
—Eres un monstruo —se dijo a sí mismo.
Lágrimas brotaron de sus ojos, dejando un rastro salado en sus mejillas. Se dejó caer pesadamente al suelo. Su cuerpo estaba tan débil, sus piernas temblando y sus manos con escalofríos. El cabello le calló sobre la cara.
—¿Por qué? ¿Por qué? Soy una maldita aberración... soy un monstruo... perdóname por favor, Bong-Cha, perdóname... perdóname...
El joven Capitán cruzó sus brazos enfrente y se encogió de hombros. Estaba tan destrozado por dentro que ni siquiera sabía si tendría la fuerza para seguir. Pensó que ese momento no llegaría, que su amor por ella sería solo un secreto más. ¿Debería habérselo dicho? No sabía ni que pensar, en su cabeza solo estaba la hermosa imagen de Bong-Cha. Deseaba infinitamente estar con ella para siempre, pero tarde o temprano sabría quién era él en realidad y lo rechazaría. Tan confundido en esos momentos, no sabía cómo comportarse o que pensar al respecto. Estaba tan sumido en su lamento que no escuchó los pasos de alguien que se acercaba.
—¿Primo? —dijo Yeong-Seok con preocupación en sus palabras.
—Vete —a Jang-Seo le tembló la voz.
—¿Qué pasa, primo? Por favor, dime algo —el otro se acercó y le tocó el hombro.
Jang-Seo se apartó de golpe y evitó mirarlo, no quería que su primo lo viera en ese estado.
—Largo de aquí, Yeong-Seok.
—Primo, por favor, solo dime que pasa.
—¡Que te vayas! —gritó Jang-Seo —¡Lárgate! ¡Ya!
Esta vez, Yeong-Seok pudo ver la desesperación y el dolor en los ojos de Jang-Seo. Estaba destrozado por dentro. A Yeong-Seok lo inundó un enorme vacío, eran tan cercanos y le dolía mucho verlo así. La última vez que lo había visto en ese estado, había sido después de la muerte de su hermana. Sin más opción, se levantó y caminó hacia la puerta para retirarse, no sin antes mirar una última vez a su primo. Luego regresó por donde había venido.
. . .
Zelda golpeó algunas veces en la puerta de Bong-Cha, pues estaba cerrada con seguro.
—Ya llegamos, estamos en Ravnensland —dijo.
A los pocos segundos, Bong-Cha abrió la puerta para encontrarse con su amiga. Se veía realmente decaída, su cabello revuelto y sus ojos hinchados.
—Hey, ¿estás bien? ¿Qué te pasó? —preguntó la rubia impactada.
—Nada, estoy bien. Terminemos con esto de una vez —la pelinegra respondió demasiado seria, incluso para ella misma.
Zelda no supo que decir ante su actitud, así que se limitó a siguir a Bong-Cha hasta que bajaron del barco en las claras arenas del Reino de los Cuervos. Notó como la pelinegra pasaba junto a Jang-Seo sin siquiera mirarlo. Por su parte, él su llevó su mirada a la chica, una mirada llena de nostalgia. En ese momento, Zelda supo que algo no estaba bien entre ellos.
—¿Viste eso? —escuchó murmurar a Hinata a su lado.
—Si... —suspiró la rubia.
—¿Ya viste en qué estado están ambos? Parece como si acabaran de salir de la guerra más atroz y sangrienta de todos los mares —la voz de Hinata era baja pero angustiada.
El resto de la tripulación también lo había notado, era imposible no darse cuenta de lo acabados que se veían ambos.
—Seguramente se pelearon —decía Agnes.
—Creo que fue algo peor que eso —susurraba Ae-Cha.
Richard fue quien se acercó al Capitán, acompañado de Haruto, Hinata y Zelda.
—¿Qué sigue ahora, Capitán? —preguntó el castaño.
—Hay que encontrarnos con Lady Kariana y los demás. Vamos, caminen —contestó Jang-Seo en un tono mucho más seco que de costumbre.
Bong-Cha se esperó hasta el final, a diferencia de todas las veces anteriores, en las que siempre caminaba al lado de Jang-Seo. Era evidente que las cosas entre ellos no andaban bien.
Al poco rato, luego de cruzar unas colinas, se encontraron con Lady Kariana y su escuadrón. La noble los saludo desde lejos y se acercó a ellos.
—Los estábamos esperando —les dijo.
—Bien, hagamos esto entonces —Jang-Seo respondió.
—Hace poco mandaron a más guardias de la Legión del Cuervo a la fortaleza, el palació estará desprotegido, pensarán que todo quedará allá y no se esperarán que ataquemos el palacio —informó Lady Kariana.
—Yo me encargaré de levantar al pueblo. Ya fui a Ashville y habrá muchos en la Capital para cuando lleguemos, además, estoy seguro de que la gente de la Capital también nos ayudará. Y veo que traen refuerzos —explicó Asdis.
—Así es —asintió el Capitán.
Un rato después, Lady Kariana avisó que estaban cerca de la Capital. Entrarían directamente al palacio por la parte trasera de este, así ahorrarían tiempo y no tendrían que evadir a tantos guardias. La princesa los guió a todos hasta el lugar acordado.
—Bien, lo mejor es que nos separemos —enunció en voz baja —Sugiero que mantengamos los mismos grupos. Cuando entremos, el pasillo se dividirá en dos, yo iré por la izquierda, será un poco más largo, pero así les daré tiempo a ustedes para que puedan llegar con mi hermano. Jang-Seo y Bong-Cha pueden ir por la derecha, así llegarán antes. Yo veré que los guardias no vayan a donde ustedes estés y luego los alcanzaré. ¿Están de acuerdo?
—Está bien, podemos hacerlo —Bong-Cha fue quien respondió.
Asdis también asintió, apoyando lo que decía la noble, no solo porque estaba de acuerdo, sino por el respeto que le tenía. A continuación, cuando todos tuvieron en claro el nuevo plan, comenzaron a escalar las paredes de roca del palacio. Los muros eran altos y fuertes, pero las rocas les servían como peldaños para sostenerse. Una vez que llegaron los primeros a la cima, un par de guardias se percataron de su presencia, pero Jang-Seo se las arregló para dejarlos inconscientes sin llamar la atención de los otros guardias. Hecho esto, ataron cuerdas a una torrecilla en la cima del muro para descender por el otro lado al patio trasero.
Editado: 30.12.2024