'Malditos de por vida'
Jason.
El sueño que tuve ayer perdura en mi mente, se aferra como un koala a un eucalipto y no quiere salir. La conversación con Johannes corre la misma suerte; sus palabras están grabadas a fuego en mi cerebro, repitiéndose una y otra vez.
Se me ha hecho una tarea imposible el querer dormir, no pude hacerlo en el resto de la noche y tampoco he conseguido hacerlo durante el día, como consecuencia, mis ojeras son similares —por no decir iguales— a las manchas negras bajo los ojos de un panda.
No podía cerrar los ojos, si lo hacía, esa oscuridad que profieren los párpados al tapar las retinas permitiría a mi cerebro evocar y recrear la imagen de esos muertos en mi cargo de conciencia.
Trato de evadirlos, pero no puedo y es que parece que esas pesadillas ya no van a terminar.
Han pasado tres días desde esa pesadilla, estamos a veintisiete de junio, cinco desde la muerte de Saller Duponte. Los medios ya están anunciando sobre la ley que dice que el segundo candidato con más votos será el presidente. Yo todavía no me he pronunciado por ahora, tengo cosas más importantes que hacer, como soportar a Dakota y sus ataques esquizofrénicos o terminar con Anders por fin.
Es que siento que todo lo malo que me sucede, ese hombre está detrás. ¡Siempre! Es un estorbo y quiero quitármelo de en medio de una vez por todas.
Pero ese jodido capitán es mucho más astuto de lo que parece; es el peor enemigo que nadie querría tener. Es listo, pues idea planes que podrían terminar con una nación entera si lo desea. , fuerte y muy ágil a la hora del combate, aparte de que su pronto es muy, pero muy fuerte, lo que quiere decir que es muy sádico si se enfada.
Si a todo eso lo sumas la tripulación —o más bien familia— que lo respalda, también repletos de cualidades que sirven en batalla, vencer a Anders Hemsworth es una tarea mucho más complicada de lo que parece.
¿Entonces, qué podía hacer para terminar con él?
No estaba jugando con un factor clave, con lo que puede ser mi llave para no volver a ver a Anders en mucho tiempo: las maldiciones.
Maldiciones, descubiertas en el año 234 por las brujas, son el poder que permiten una serie de conjuros, meras palabras que con energía áurica y bien utilizadas, pueden permitir que le desees el peor mal a tu mayor enemigo. Hay de mil tipos, para absolutamente todo, desde no permitirte ir al baño hasta que mañana te atropelle una jauría de avestruces. Lo que sí está organizado es el nivel de gravedad de cada una, divididas en tres tipos y medidas según la fuerza de sus lazos.
Suena interesante, ¿no?
¿Qué es peor que morir? ¿Acaso hay algo peor?
Pues claro que sí.
Imagina que llega un día dónde ya no recuerdas nada de tu vida. No sabes quién eres, a quién amabas y quién estaba a tu lado. Simplemente recuerdas lo básico: andar, tragar la comida, respirar y hablar. Una amnesia de alto nivel que te deja desconcertado, y puede que nunca vuelvas a recordar tu antiguo yo, volviéndote una persona nueva. Técnicamente lo has perdido todo, recuerdos, familia, amor, amistades...
Yo creo que eso es peor que morir, ¿no?
Entro a La Casa de las Hadas, en Cala Serpiente, una isla de la comunidad de Cala Verde, perdida en el mar.
La chabola enorme hecha de paja y palos es dónde habitan las conocidas cómo 'Hadas Salvajes', pues son peligrosas si se enfadan, y además, poseen algo que las hadas normales —a las que se les da caza— no tienen, y es el poder de las maldiciones.
Si bien es cierto que las brujas pueden maldecir y quitar, estos humanoides voladores pueden únicamente maldecir, pero si lo hacen, su vínculo maldito será tan, pero tan fuerte, que será casi imposible de destruir.
Me acerco hasta la valla enfrente a la puerta, dónde una mujer mayor apunta en una hoja.
—Buenos días. —hablo, interrumpiendo su labor. Alza la cabeza y se baja las gafas. —Quería hablar con una de las hadas que residen aquí.
Me acomodo las gafas negras y la bufanda, tratando de permitir que corra el aire, pues en esta chabola hace calor pero no quiero más escándalos y prefiero derretirme a que sepan lo que planeo.
—Ahora mismo hay una libre, habitación cinco. ¿Nombre?
—Lester Kanon. —digo, usando el nombre de pega.
—Listo, señor Lester. Pase, por favor.
Obedezco y paso a su lado, viendo el largo pasillo dónde están las habitaciones. La Casa de Las Hadas es un conjunto de habitaciones dónde, hace muchos años, la monarquía metió a varias hadas salvajes a vivir, cómo trato con ellas para que no desatasen su furia con el pueblo. Desde entonces, han vivido aquí miles de generaciones de hadas salvajes. Es cómo la Cabaña de Wisteria de West Plate, pero para hadas.
Busco la habitación número cinco dónde la secretaria me ha indicado que vaya, encontrándola al final del pasillo.
Toco la puerta con los nudillos, oyendo un agudo <<¡Pasa!>> desde dentro.
Abro la puerta, encontrándome con una habitación bastante amplia, con una cama y un escritorio. Una pequeña hada brillante, que parece una luciérnaga, vuela de aquí para allá y se detiene cuando me ve.
De repente, la luz que antes resplandecía aumenta, haciéndose más y más grande y tengo la necesidad de taparme los ojos con las manos. Oigo una onomatopeya, <<Plof>>, y aparto las manos de mis ojos, viendo a esa pequeña hada transformada en un hombre de mi tamaño. Tiene un gorro alto y verde, va vestido cómo un duende pero es bastante atractivo, con el pelo castaño y los ojos claros y de piel lisa.
—Buenos días, señor Kanon. —me saluda al verme. Anda hasta su escritorio y se sienta, invitándome a pasar con la mano. —Por favor, siéntese. ¿Qué lo trae por aquí? ¿Por qué necesita mis servicios?