Mar de Corazones [2]

CAPÍTULO 17 II.

'1856'

26 de enero de 1856: 02:22.

Tercera Persona.

La sala llena de gritos del hospital St. George's de East Plate encendía las luces de manera intermitente según los fusibles funcionaban.

Maria Antoinette de Diphron se hallaba en posición de parto sobre la cama; los gritos desgarraban su garganta, sentía la sangre fluir y manchar las sábanas de una camilla de hospital que ya no sería usada de nuevo, nunca, pues allí moriría horas después la reina consorte de Guiena.

Eso es lo que nos han contado. ¿No? <<La reina consorte muere en el parto de su segundo hijo.>> <<¡Fallece la reina consorte con 26 años al tener a su segundo hijo diez años después del primero!>> <<¿Qué fue lo que salió mal en el parto de la reina consorte?>>

Todas esas preguntas inundaron los periódicos desde el veintiséis de enero de 1856 hasta al menos, unos meses después, donde los verdaderos culpables ya podían descansar en paz, libres de la culpabilidad de sus fechorías.

Vamos a trasladarnos unos meses antes, a noviembre del año pasado, donde los titulares se hartaban de escribir el nombre 'Maria Antoinette Revaille de Diphron'. 

Su primer acto benéfico, que vino seguido de tres más, su buena relación con Ebrah, su primera hija, de la cual, apenas dotaba su padre; visitas a orfanatos y casas de menores, repatriación con posibilidad de entrada y facilitación de papeles para miles de inmigrantes, adoptación de miles de niños, destrucción masiva en Guiena de las minas antipersonas...

Todo eso en apenas dos meses, de octubre a diciembre de 1855. Esto causó revuelo en la Casa Real. Discusiones maritales, gritos, insultos... La relación de Isaac Diphron y Maria Anttoinette estaba herida de muerte, y eso había sido a causa de su creciente fama. Tanto así, que en una encuesta navideña el 27 de diciembre del 55, miles de personas habían escrito como deseo para la Natividad fue <<Que Maria Antoinette sea reina de Guiena>> <<Deseo a Maria Antoinette de reina>>.

La ira de Isaac Diphron bullía con esos comentarios; tanto así, que como su fama no decreció, el 11 de enero de 1856, tuvo una charla con la ya conocida sicaria a sueldo del M14, Scarpie Ragnarersson.

—Scarpie. —la saludó cuando entró por la puerta de su despacho. —Buenos días.

—Buenos días su majestad. —la agente del servicio secreto guiénes se sentó en una silla frente a él. —¿Para qué soy necesitada?

—Necesito un favor. Pero es un secreto. —se acercó a ella, chocando su torso a la altura de su diafragma en la mesa. —Tan secreto que sí me enteró de que lo cuentas, te mato yo a ti. ¿Vale?

—Sabe usted que para secretos es que soy buena, mi rey. —musitó la asesina con ironía. —¿Para qué necesita mis servicios?

—Es de alto secreto.

—Ya le he entendido, señor. —contestó molesta.

Bien. —suspiró preparándose para la orden que tenía que dar. —Necesito que te deshagas de mi mujer.

La mujer ladeó la cabeza.

—¿Ya se ha cansado de que sea el centro de atención y no tú?

—A mí no me tutees. —bufó el rey. —Que no se te olvide que soy tu rey y tú mi subordinada.

La asesina alzó las manos a la altura de su pecho, encongiendo los hombros.

Lo que usted diga. ¿Cuándo quiere la tarea hecha?

—El 28 de enero tiene el parto programado. —informó el monarca. —Para ese día, la quiero en el otro mundo.

Scarpie Ragarersson asintió.

El parto se adelantó dos días. Isaac tuvo que llamar a Scarpie acelerado y ella tuvo que salir corriendo de las oficinas del M14 apurada, al grito de <<¡Maldición, Isaac, estaba ocupada!>>

A las 05:55, Jason Diphron había llegado al mundo y su madre estaba cerca de abandonarlo. Scarpie Ragarersson se había disfrazado de enfermera, lista para entrar en acción y completar su cometido. Él estaba en la sala de espera, nervioso por entrar y ver a su mujer ya muerta; Ebrah estaba en casa y Johannes junto al rey, informado de todo lo que iba a suceder.

Maria Antoinette se había quedado en un profundo sueño, su hijo estaba en perfecto estado en una cuna aledaña. La asesina se coló en la planta de obstetricia, entró al cuarto de Maria Antoinette. Se remangó las manos de la bata de doctora y miró la relajada cara de la reina consorte. Se hallaba en paz, descansando la mente por fin y Scarpie decidió no darle más vueltas.

Tomó la almohada, se la pusó en la cara. Mientras la asfixiaba, dió un pequeño corte en su muslo interno para fingir el desangramiento. Pequeño, pero profundo. Se removió incómoda mientras la almohada le quitaba el aire, pero decidió seguir, apretando, quitándole el aire, hasta que, por orden de su propio marido, Maria Antoinette Revaille de Diphron, el 26 de enero de 1956, dejó de respirar bajo las manos de Scarpie Ragnarersson.

Nunca nadie se dió cuenta, Scarpie huyó, salió por la puerta trasera del hospital y todos, incluida la prensa, creyeron que Maria Antoinette había muerto desangrada.

Esta es toda la verdad, Jason. A pesar de tu infinita maldad, siempre estarás en mi corazón.

Johannes Avik.

Jason.

Estrujo la carta entre mis manos y la ira me corroe las venas. Las lágrimas se me tratan de contener pero se me hace casi imposible. El papel se hace trizas entre mis manos en lo que salgo del castillo. Este señor se ha ido del castillo, no me ha dado ninguna explicación y me ha abandonado para irse quién sabe a dónde.



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En el texto hay: piratas, mar, amor accion secretos

Editado: 17.03.2024

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