'Evidencias'
DAKOTA.
Los pensamientos amenazan con matarme. Me duele la cabeza, el corazón, y el alma si es posible.
Llevo dos días encerrada de nuevo en este mugroso desván; ahora, la ventana está tapiada con metal y la puerta escoltada por un hombre que cambia cada tres horas. He analizado el sistema, el que comienza el día es el más joven y generalmente suelen ser soldados cadetes de la academia para la Guardia Real.
Según las voces, ahora es el turno de las 15.00 a las 18.00, así que debe ser cerca de esa hora.
No despego la mirada del techo y creo que esta cuarentena forzada me va a costar la salud mental.
Miles de cosas pasan por mi cabeza. Lo estropeado que está este mundo; Harry ha muerto y nadie ha hecho nada, todo porque el máximo poder lo ha ejecutado y eso significa que ser rey es un potencial demasiado inmenso.
Los ojos se me llenan de lágrimas recordando lo tonta que fui al creer en sus palabras, en su falso amor que no era más que una tapadera para aprovecharse de mi. Cuanta razón tenía Anders.
Me levanto y la falta de alimentos consistentes me hace marearme. Debo tener anemia y de todo, estoy segura. Llevo las manos al techo para sujetarme y, cuando me recompongo, palpo el techo buscando alguna salida. No encuentro literalmente nada, solo un pequeño trozo de madera salido de una viga, como una pequeña estaca clavada en ella.
Lo toco, intento arrancarlo con fuerza y me cuesta, debido a que casi que no llego. Sin embargo, noto como el pedazo de madera se va desenganchando de la viga.
Me raspa las manos, miles de pequeñas astillas se entierran en mis manos, causándome un ardor por toda la palma que me llena los ojos de lágrimas. Pero no paro hasta que finalmente, me tambaleo cuando el trozo de madera sale.
Lo dejo sobre la cama y pienso una excusa rápida para salir del desván.
Mi mente evoca inmediatamente la clásica femenina. Me dirijo hasta el neceser que tengo al lado buscando un tampón, el cual saco y me acerco hasta la puerta.
—¡Ey! —llamo guardándome el trozo de madera que mide unos trece centímetros más o menos en el top, atravesando verticalmente mi top. Me abrocho la chaqueta. —¡Ábreme, es una urgencia!
El guardia se da unos segundos para reaccionar y abre la puerta permitiendo que un filo de luz casi ínfimo entre por la pequeña oquedad.
—¿Qué te pasa?
Saco el tampón que le muestro sonriente.
—Urgencia femenina. Llévame al baño.
El hombre resopla volteando los ojos y abre la puerta del todo.
—Pasa.
Obedezco colocándome a su lado. Cierra la puerta del desván y analizo el plano. Estoy en la parte alta del castillo, las escaleras están unos seis metros más adelante de la puerta, lo que significa que debo andar rápido para salir de aquí. En esta planta solo se halla el desván, algún almacén y habitaciones extra.
El baño está al final del pasillo, justo enfrente de mi cuarto.
—Entra. Tienes dos minutos.
Bufo molesta entrando al cuarto y cerrando la puerta. Está completamente aislado, no tiene ventanas y tiene lo justo para la decencia.
Finjo hacer algo mientras pasa algo de tiempo. La puerta no tiene pestillo, así que saco el arma intentando no rasparme demasiado, misión que no consigo. Las astillas se me clavan en el pecho, arañándome y haciéndome arder la zona. Siseo y en ese momento oigo como el guardia toca la puerta.
—¡Sal! —me grita y tomo el pedazo de madera con las dos manos.
<<¿Llevaba casco?>>
—¡Ya voy!
—¡Tienes cinco segundos! —me responde y los cuento.
<<Uno, dos, tres, cuatro... cinco>>
En ese instante el muchacho abre la puerta y lo recibo con un estacazo que va lateralmente. La madera golpea su cara con todas mis fuerzas como si un bate de béisbol golpea una pelota y le giro la cabeza.
—¡Joder!
Grita adolorido y el nerviosismo me toma cuando veo que sigue consciente. Tomo una decisión rápido y lo golpeo desde arriba en la parte trasera de la cabeza llevándolo ahora sí, al suelo, inconsciente.
El palo se parte en el impacto y observo como la zona se llena lentamente de la sangre de la brecha.
<<¿Lo he matado?>>
Me agacho tomándole el pulso y compruebo que sigue respirando. <<Gracias a Dios>>
Agarro el otro pedazo de madera para que no reconozcan con que lo he noqueado y tomo el taser que porta en el cinturón.
Me dirijo a las escaleras y bajo de piso llegando a la tercera planta, la del servicio.
Asomo la cabeza comprobando que ahora, como es lógico, se encuentra vacía, pues es la hora del té.
Sigo avanzando y giro a la derecha para llegar a las escaleras del segundo piso, la de las habitaciones de Jason, Johannes, etcétera y sus oficinas.
La amplia planta me recibe en un extraño silencio sepulcral.
Observo el final que lleva a una bifurcación hasta la entrada. Debajo, se encuentra la cocina a la izquierda y a la derecha el salón.
Me muevo y llego hasta la habitación de Jason, donde oigo ruidos. Frunzo el ceño y miro por la rendija de la puerta, ligeramente abierta.
La imagen me hace llorar inmediatamente, haciéndome querer huir de allí.
Me aparto inmediatamente para no ser descubierta pero la imagen de Jason desnudo entre las piernas de Elene, moviéndose contra ella, besándola y tocándola me hace doler el alma. Ella está disfrutando de lo que en cierto momento fue mío, agarrándose a las sábanas como en cierto momento me agarré yo, gimiendo el nombre del hombre que en cierto momento yo gemí y me duele la traición porque me tiene encerrada como una perra para poder acostarse con la otra. <<Ahora la otra eres tú>>
Me largo de allí secándome las lágrimas, no sé qué hacer. Quiero irme, huir. Pero también quiero quedarme y joder a Jason. De la misma manera que él lo ha hecho.