'Morfina'
Anders.
El agua me cala entero: entra en cada parte de mi cuerpo, haciéndome temblar los huesos y esta laguna está gélida, no sé cómo es que no está congelada.
—Ya casi llegamos. —musito para mí mismo, dando brazadas hasta llegar a la orilla. Cuando salgo, noto que me brilla la ropa.
Los tripulantes van llegando, ya ha desaparecido la barrera tanto como el duende y cuando estamos todos, nos secamos juntándonos intentando conseguir algo de calor.
Me adelanto zafándome de la calidez humana. Pongo las manos en la pared y Craber me imita. Me muevo ignorándolo buscando el desnivel que antes divisé y que supongo que será la entrada.
—Buscad una línea que indique un desnivel. —ordena Craber, pero nadie se mueve y se quedan pasmados mirándonos. —¡Venga!
El grito hace que reaccionen y se dispersan por lo largo de la orilla buscando la rotura.
Pasa un rato mientras la buscamos, juraría que estaba justo en frente mía pero ahora no aparece y el desespero se hace mayor mientras sigo buscando.
Llego hasta una esquina donde han revisado miles de veces, algunos revisan más allá y noto el extraño crecimiento de plantas silvestres pegadas a la pared.
Frunzo el ceño instintivamente y tomo una del tallo, tirando con fuerza y arrancándola de la pared. <<Juraría que antes estaba justo enfrente mía>>
La planta sale con facilidad y veo una fina línea. Imito la acción con la de más abajo, arrancándola sin esfuerzo alguno también y coloco las manos.
—¡Chicos! —grito llamando su atención. —¡Creo que la he encontrado!
No despego las palmas de la pared y acerco la oreja golpeando la pared. <<Hueco>>
—Hay que tirar de esto. —indico cuando los muchachos llegan. Meto las manos y hago fuerza.
Faraday hace como yo y mete las manos más abajo. La fina rotura se va llenando de manos tirando hacia fuera, y aunque parece imposible, unas plantas caen en el otro extremo dejando ver otra apertura y seguimos tirando. La pared se va moviendo hacia adelante y cae abruptamente con los tirones acompañados de gritos de esfuerzo.
Cae finalmente hacia adelante en un golpe seco y me asomo viendo el largo pasillo oscuro. No se ve el final, de hecho a mitad de camino ya no se ve nada y paso saliva intentando deshacer el nudo en mi garganta.
—Tenemos que ir. —digo para que no se desanimen. —Vamos.
Tomo la delantera cuando nadie más lo hace, ni siquiera el capitán. Avanzo por el pasillo que cada vez se hace más estrecho.
Los tripulantes comienzan a avanzar, y cuando todos han entrado, la puerta se regenera dejándonos encerrados.
—Joder... —musita Enerah con la respiración acelerada.
—Tranquila.
Avanzamos y unos metros más adelante gira hacia la derecha, veo algo de luz y no puedo disimular mi sorpresa abriendo los ojos como platos cuando encuentro un paisaje al final del pasillo.
Sigo andando y me asomo. Los ojos se me encharcan con el nerviosismo que empieza a correr por mis venas como si fuese fuego.
Es una especie de limbo entre el infierno y el más allá, es una sala enorme con unas vigas que se sostienen sobre el vacío. La única luz que hay es la de los truenos que caen partiendo algunas de las plataformas rectangulares en lo más alto de las vigas.
Es como una tormenta con truenos y relámpagos. Hay mínimo metro y medio de separación entre cada viga y no estoy seguro de que sean muy firmes.
—Esto no... —musita alguien y no le doy más vueltas.
Cojo carrerilla y salto a la primera, que se tambalea pero solo un poco y me agacho aferrándome a los costados como si eso fuera a salvarme la vida si esta mierda se cae.
—Es segura. —afirmo girándome. —¡Vamos! No tenemos toda la vida.
El collar donde está Marino empieza a arder.
Pero lo peor aún no está por venir.
Miro hacia arriba, encontrándome con una bandada de esbirros que vuelan en círculos en lo más alto, formando un torbellino con su fuerza. Los relámpagos no dejan de caer y la luz es intermitente.
—Kaywest. —la llamo. —Sal, creo que vamos a necesitar tu fuerza.
A mi derecha, se forma una lucecita roja que luego da paso a la microscópica protectora.
—Estaré en tu bolsillo izquierdo. —musita tomando un costado de la chaqueta y metiéndose en el bolsillo interior. —Te daré fuerzas: notarás un abrasador calor pero será para bien, te lo aseguro.
Asiento nervioso y me giro, viendo a Craber saltar.
Este llega a la plataforma sin problema, pero esta se tambalea más que antes.
Me agarro de nuevo a los costados, poniéndome de frente a la gran caída. Se me revuelve el estómago, me da vértigo cuando la plataforma se mueve hacia adelante y siento que me voy hacia el suelo que no veo.
La plataforma se estabiliza poco a poco, deja de tambalearse.
—Dos personas por viga. —le digo a Craber dejándole el placer de comunicarlo él.
—Ya me había dado cuenta. —contraataca girándose hacia los tripulantes aún en la entrada. —¡Dos por plataforma, por viga!
Miro hacia adelante, buscando una salida entre la poca luz que hay. Todo se ve de color azul oscuro, es literalmente el inframundo y al final de la sala, en el otro extremo; justo en diagonal nuestro veo otro hueco que, espero que por mi bien mental, sea la salida hacia la siguiente sala (o hacia el primer descanso)
Un rayo que cae demasiado cerca mía me saca de mis cálculos; ha roto la viga de enfrente y ahora nos toca saltar a la de al lado.
Dirijo la mirada hacia la bandada de esbirros que siguen volando; no quiero saber cuando se van a desatar y venir a por nosotros.
—Hay que irse a la de este lado. —le digo al hombre a mi lado.
—El camino se va a hacer más largo, ¿qué dices? —refuta.