Aquí os dejo un pequeño extra de lo que fue de la última conversación de Iriel y Dalina antes del 'reencuentro' durante este segundo de libro. Es muy corto. Se ubica después del capítulo 12.
Iriel. 19 de agosto.
Ayer fue el cumpleaños de mi cuñado y el andar huyendo de los locos obsesivos de la monarquía me ha tenido tan ocupado que no he podido felicitarlo, nada más he podido mandarle un feliz día a través de mi hermana, Dalina.
Vivir en West Plate es una completa dictadura —como en casi toda Guiena—. Desde que volvió a ser un reinado, es tácticamente imposible tener ideales distintos a quien reina, es decir, Jason. Ser el cuñado de Anders Hemsworth me trae problemas a diario; hay tiendas que han dejado de venderme sus productos, tengo vetada la entrada a los supermercados, pues si lo hago, me echan a palos. Tampoco puedo ir a sitios públicos con normalidad, no puedo pisar un cine o una plaza.
Llevo casi dos meses —desde la muerte de Saller Duponte, o la casi instantánea reunificación de Castilla— comiendo lo que mi vecina me trae en tuppers. Era una acérrima amiga de Dalina, lo que la hace sentir nostálgica ante mí.
Nunca me he declarado de ideología política clara. Soy militar, he batallado contra la monarquía pero no por eso me declaro en contra de ella. Era una cuestión de supervivencia, Castilla necesitaba guerreros y eso me llevó a guerrear contra los Diphron.
Pero aprendí la lección, fue un infierno. Compañeros muertos a cada nada, hambruna rozando el límite del canibalismo y despertarte e irte a dormir con una balacera como nana de cuna. Un año de verdaderas pesadillas, y ahora, vuelvo y todo se desmorona. La anarquía de Anders se deshace, dejando un presidente el cuál terminan matando ellos mismos —por un motivo que desconozco— y huyendo lejos. He hablado con mi hermana dos veces contadas, pero esas han sido para asegurar que estoy bien.
Espero poder cumplir hoy esa tercera llamada.
Mis teléfonos están pinchados. Habito la antigua casa de mis abuelos, que estaba alquilada; el gobierno destruyó la casa del capitán y la de todos los tripulantes, pero la de mis abuelos no entraba en el pack y sigue en pie.
Ahora, me hallo cubriéndome la cara con un burka árabe. Me haré pasar por marroquí, para poder ir a un teléfono público y llamar a mi hermana, necesito asegurarle que hoy estoy bien y que recuerde las felicidades que le prometí a Anders el día que fuese su cumpleaños. <<Antes de que todo esto explotase por su culpa>>
Llegué a la cabina de teléfono de la plaza del Ayuntamiento de West Plate con la cara tapada, dejando ver únicamente mis ojos.
Iván Otler se halla dando una rueda de prensa al aire libre; responde gilipolleces en medio de la plaza sobre porque se ha reunificado a la monarquía —o más bien a la dictadura—.
Decidí no hacer caso y usé la única moneda en mi cartera la cual metí a la máquina para que me dejase pulsar los botones del número de Dalina.
El teléfono da señal durante unos segundos antes de que, al cuarto pitido, oiga la voz de mi hermana al otro lado de la línea.
—¿Sí?
Sólo oír la voz de Dalina al otro lado de la línea hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.
—¿Dalina?
—¡Iriel! ¿Estás bien? ¿Cómo sigues, que ha sido de ti? Dios, te echo tanto de menos...
—Hermana, yo también, por favor, cálmate...
—No puedo explicarte la impotencia que siento de no poder estar cerca tuya. ¡Estas pagando por cosas que no tienen que ver contigo!
<<Que ella misma lo diga pero luego no se de cuenta...>>
<<No hemos llamado para pelear, Iriel>> Me regaño instantáneamente.
—Dalina, sé que la situación es complicada...
—Nos vamos a encontrar pronto, te lo prometo...
—Estoy seguro, estoy seguro...
—¿Qué ha sido de ti?
—Estoy viviendo básicamente encerrado en la casa de los abuelos, comiendo lo que me trae la señorita Walltfire en unos tuppers.
—Me duele verte así...
—Ya, claro... —murmuro sonando más irónico de lo que desearía.
Suspiro, tratando de tragarme todo lo que siento realmente y opino sobre esta situación.
—¿Qué pasa? ¿Todo va bien?
—Sí, sí, solo es que... mira en todo lo que estamos metidos.
—Iriel, no es fácil, lo sé...
—Pero digo. ¿De qué forma no estaríamos metidos en todo esto?
El silencio se vuelve algo tenso del otro lado de la línea.
—¿A qué te refieres?
—Debes tener mucho cuidado con tu novio, Dalina.
—Otra vez no, Iriel...
—No refunfuñes. Es la verdad. Sé que lo quieres y que ahora mismo tienes esa pajería adolescente de que es el amor de tu vida.
—No soy una niña y te ruego que no me trates como tal. Soy mayor para saber lo que hago y para saber porque estoy con Anders.
—Mira en todo lo que estamos metidos por tu cercanía a él. —me quejo. —¡Por Dios, tú misma lo acabas de decir! Yo no he hecho nada y aquí estoy, pagando los crímenes de tu marido.
—¿Te recuerdo que hasta hace no mucho estabas desaparecido y metido como soldado de guerra? —los recuerdos no son bonitos. —Igual te buscan por algo más que por ser mi hermano.
—Dalina, no desvaríes...
—Estoy un poco cansada de tus idioteces, Iriel. Siempre echándole la culpa a los demás cuando tú tampoco eres un santo caído del cielo.
Ruedo los ojos.
—No seas cría...
Me estresa cuando hace de niña rebelde como en una película.
—No seas crío tú. Podrías haber venido con nosotros perfectamente