Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 5

 ‘Estancia

Anders.

—¿Y qué pasó después? —pregunta un curioso y chismoso Craber.

—¡Uy, qué cotilla! —me burlo.

—¡Cotilla no, pero ahora no me dejes con las dudas, Anders! —se queja, poniendo un puchero.

—Ya, ya… no pasó nada. La muchacha tiene complejo de microondas, calienta la comida para no probarla.

—¿Qué quieres decir? —pregunta dándole otro trago a su grog.

—Qué después de millones de referencias y de chistes coquetos, me llevó hasta su casa, incluso ¡me besó! —Craber finge sorpresa. —Y luego, nada. Simplemente se dió la vuelta y se fue.

—Eso fue una venganza. Ha salido fiera la muchacha. —ríe Avors.

—Si, sí. Yo estaba haciendo ofrecimientos todo el rato, pero muy directos. Ella se ruborizaba y luego se vengó.

—Con qué a ver quién da más, ¿eh?

—Pero fue increíble. Aunque no pasara nada más allá, fue maravilloso. Es una persona qué me da la sensación de qué podría pasar algo más.

—¿No has estado con nadie desde Ebrah?

—Algo seriamente no. Desde Ebrah no.

—Y seriamente, ¿tú te ves con Dalina?

La pregunta de Craber era algo qué me dejaba pensando. ¿Me veía en algo serio con Dalina?

—No sé… yo sí me veo, en el futuro, evidentemente…

—¡Pues ya está! Estoy casi seguro qué Dalina piensa lo mismo, Hems. —me anima Avors. —Recuerda qué dentro de poco… vais a estar en el mismo barco durante unos meses, Hems.

 


 


Unas horas más tarde, me dirijo hacia mi casa después de estar en la taberna de Avors.

Ando por las calles de WestPlate y mi pensamiento principal se compone de pensar dónde estarán metidas Dakota y Tennia. Hace ya casi una semana qué pasó todo, no fueron a casa de Sohnya y no sé dónde pueden estar.

Así qué, uso una cabina telefónica de esas qué hay por la calle, marcando el número personal de Dakota, ya qué yo no puedo llamar desde el mío.

—61... 90... 5... 64 —murmuro mientras voy pulsando las teclas, pero noto la oscura presencia de alguien a mi lado.

Dirijo la mirada hacia mi lado derecho, donde hay una señora. Es mayor, con la cara arrugada y mayormente tapada por un velo. Es muy pequeña, aparte de eso está encorvada.

—¿Señora? —salgo de la cabina y nada más lo hago puedo notarlo. Es una bruja.

Generalmente, las brujas en Guiena no son castigadas por la ley ni nada, ya qué la gran mayoría no son peligrosas. Pero sí desprenden ese aura tenebrosa que asusta.

—¿La puedo ayudar en algo? —pregunto un tanto extrañado. Levanta la mirada, para luego abrir mucho los ojos.

—Joven… —murmura después de unos segundos donde parecía pensar lo que me iba decir. —Puedo notar algo en ti. Algo especial.

Sus palabras son realmente sorprendentes.

—¿Como algo especial? —respondo extrañado.

—Sí hijo, si. —comienza a agitar su varita lentamente frente a mi. —Hay muchas cosas qué no sabes y serán gratas sorpresas para el futuro.

—¿Cómo qué?

—No tengo la espiritualidad para decírtelo, hijo, no me corresponde. —dice entre suspiros y deja de agitar ese palitroque. —Sólo puedo decirte qué tienes un retoño de hace tiempo… y además, tu entorno cercano te clava un puñal por la espalda...

Comienza a andar lentamente, intento moverme para detenerla y preguntarle a qué se refiere con un ‘retoño de hace tiempo’, pero se esfuma con una ligera neblina oscura.

—¿Un retoño de hace tiempo? —digo intentando entender las palabras de la mujer.

 

⟳⟳⟳
 


Pasa una semana mientras que no sé nada, ni de Dalina, ni de Dakota ni Tennia. Los nervios empiezan a corroerme, hace ya casi dos semanas qué discutimos y no sé nada de ninguna.

Llamé a Dakota y dijo qué ese número ya no existía, también avise a la policía, denunciando su desaparición hace una semana. Me dijeron qué ahora mismo eran problemas ‘menores’ y qué en dos semanas, si no las encontraban, desecharan el caso. Osea, qué sí no las encuentran está semana, las darán por desaparecidas.

Aparte de eso, Dalina no ha vuelto a dar señales de vida después de nuestra cita. Ni una llamada, ni un mensaje, ABSOLUTAMENTE NADA.

No sé sí es qué quiere qué la vaya a buscar yo, porque, cómo bien sabe, lo voy ha hacer.

Salgo de casa bajando por las escaleras qué rodean la montaña, para luego coger mi carruaje en el parqueadero de la parte de abajo de la montaña y partir hacia la casa de la muchacha sobre las 18.

Maldita señorita Fontes.

Cruzo carreteras y calles, girando en varias rotondas cual laberinto hasta llegar al Barrio del Sol y subir la montaña en la qué está su casa, cómo sí de la casa de la reina se tratara.

Es una montaña más pequeña que la qué yo vivo, así qué la subo con más facilidad.

Subo dejando el carruaje al lado del edificio, me acomodo la chaqueta y finalmente toco a su portal, ya qué es una adosado y ella vive en el lado izquierdo.

A los pocos segundos, una desarreglada —pero aún así demasiado bella— Dalina es la qué abre la puerta.

—¡Capitán! —se esconde tras la puerta al ver quién soy.

—No se esconda, señorita Fontes. Es usted hermosa con o sin arreglar.

—¿El flirteo no comenzaba a las 20, maldito capitán coqueto? —enarca una ceja mientras ríe.

—Mmmm, no, hoy comienza antes, un regalito extra.

Ambos reímos ante la respuesta, me invita a pasar.

—Estaba haciendo tareas del hogar. Desde qué Shiver se mudó con Asia, no puedo más. —la miro desde arriba sonriendo. —¿Qué planes me ofrece, mi capitán?

—Lo qué le apetezca, mi lady. Me es completamente indiferente, tire de mí donde quiera.

—¿Hacia donde quiera realmente?

El calor sube a mi cara al instante.

—No estoy para bromas, Dalina. —contesto indignado mientras ella anda sonriente hacia la cocina. —Sigo molesto por lo del otro día. Tuve que meterme en agua helada. —Ahora mi comentario —porque ya no es broma— es el qué la hace enrojecer a ella, qué esconde la cara cuando abre la nevera. Cierra la nevera segundos después al no encontrar nada.




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