Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 8

 'Diecinueve días para la época de mar'
 


Anders.

7 de septiembre.

Cuelgo el teléfono pasándome las manos por la cara, agobiado al oír de lo qué me ha informado el inspector. La búsqueda de Tennia y Dakota se ha cancelado completamente, dándolas por desaparecidas.

Ya no sé qué hacer, dónde buscarlas o sí ya debo ignorar el tema y dejar de preocuparme por ellas, aunque se me haga imposible.

Quedan diecinueve días para la época de mar. No hemos hecho absolutamente nada en contra de Jake, pero tranquilos. Todo va acorde al plan. Pagará su traición al modo pirata, lo aseguro.

Estoy terminando de tramitar los últimos papeles ya qué falta poco para la época de mar.

Seguros, contratos, etc. Ayer, Saller me llamó para contarme que, cómo en todas las épocas de mar, tendremos una curandera y una hechicera.

Sólo espero qué no acaben cómo la hechicera en está época de mar, qué se la comió un tiburón.

Aún sigo pensando en las palabras de la bruja, intentando descifrar a qué se refería con ‘un retoño de hace tiempo’, pero no he podido. No sé por donde interpretarlo o por dónde cogerlo.

Cuando termino el papeleo, decido qué tengo qué hacer, una cosa qué ahora mismo me perturba la mente.

Salgo de casa cerrando la puerta con llave y a pesar de tener un sentimiento de estar siendo observado, decido seguir con la idea qué tengo en mente.

Bajo por las escaleras qué hay para luego andar hasta dónde creo qué puedo encontrar a aquella bruja, La Cabaña Wisteria.

A pesar de llamarse Cabaña, es una mansión qué es siete veces mi casa, de madera y con ese ambiente rústico de cabaña, de madera y todo pero una mansión alucinante. Está casi en lo más alto de la montaña qué hay qué conforma un barrio.

Es una mansión qué es cómo un convento, pero en vez de monjas hay brujas. El gobierno decidió darles una casa, nada más qué para controlarlas, ya qué hay algunas qué tienen mucho poder.

Por suerte, es un barrio de ricos qué girando algunas calles y andando unas cuantas manzanas, se llega fácil a la estación de teleférico qué te transporta hasta prácticamente al lado de la casa, ya qué está arriba del todo.

Entró a la estación y hay tres salidas, elijo la qué va a Winter Waetheria, el barrio dónde habitan las brujas.

Cómo digo, la casa está en lo más alto de la montaña y tiene su propio espacio, por debajo hay más casas.
El teleférico me deja prácticamente debajo de su casa, sólo ando un poco más y llego hasta allí con facilidad.

Es una casa de madera, con tres pisos y un aura tenebrosa. Tiene un balcón y ahí es donde veo asomado a una bruja.

Podéis imaginaros cómo una monja de convento, pero no es así. Aquí cada una va con su vestimenta. Yo creo qué ese aura tan tenebrosa qué desprende es debido a qué practican su arte mil veces al día.

La brujería no es un chiste.

Llego hasta la puerta de la casa y antes de que pueda arrepentirme, aporreo la puerta y espero a qué alguien abra.

—¡La puerta! —oigo una voz de anciana gritar desde dentro.

—¡Qué ya voy! —oigo a otra responder con un tono de hierro  y pego la oreja pero al oír los pasos aproximarse me quito rápidamente. —¿Si?

Ahora el tono de su voz es completamente dulce.

—Em… hola, soy el capitán Anders Hemsworth. —me presento y le tiendo la mano. —Quería saber sí… bueno, es un poco estúpido pero quería saber sí podría ver a una bruja.

—Mmm. ¿Una bruja en específico?

—Bueno, realmente busco a una específica pero sí puedo ver otra tampoco me quejo…

Parece esperar durante unos segundos qué respuesta dar, parecía qué estaba pensando cómo mandarme a la mierda sutilmente.

—Te mandaría a la mierda sutilmente, pero percibo en ti un aura muy oscura y llena de maldiciones a la qué no le vendría nada mal ser limpiada… pasa hijo, pasa.

Sus palabras me producen escalofríos. Me invita a pasar y entro, permitińdome ver la preciosa casa en la qué se alojan las brujas.

Por dentro, una escalera qué se bifurca por los dos lados hecha de mármol oscuro. Arriba de la puerta, hay una cristalera qué cubre más de la mitad de la parte delantera de la mansión.

En lo alto de la escalera, hay un pasillo qué va a lo vertical, no alcanzo a ver más. Lámparas de colores llamativos reposan enganchadas al techo y se mezclan con las de luz de almas, dando una llamativa luz entre azul oscuro y verde.

—Wow… —me sorprendo observando la real —aunque tenebrosa— belleza de la mansión Wisteria.

—¿Es bonita, eh? —responde la bruja, cerrando la puerta. —Cualquiera diría qué aquí viven un grupo de brujas, ¿no?

—Mmm… sí, la verdad es qué es una casa preciosa. —avanzamos lentamente, hasta llegar a un comedor donde paramos.

—Bueno, señor Hemsworth. Cuénteme un poco. —dice, indicándome por donde avanzar, seguimos por una puerta a la derecha del comedor. —¿A qué bruja está usted buscando?

Intento evocar mis mejores recuerdos del momento en el qué me topé con la bruja: era una señora bajita y encorvada…

—Era una señorita bajita y encorvada… —murmuro mientras subimos unas escaleras. Evoco mis pensamientos de nuevo: era de pelo canoso y mayor, sobre los 70. —Era de pelo canoso… y era mayor, sobre los 70.

—Bueno, hijo… cómo casi todas nosotras. Y aún así no nos ponen ascensores. —dice y me pongo rojo al sentirme bobo. —Pero creo qué sé a quién te refieres…

Murmura cuando acelera el paso y abre una habitación cuando anda unos metros al lado, y veo las escaleras y la entrada.

—Pero…

—Lo siento por la vuelta, hijo. Me canso más subiendo escaleras qué andando, ya lo lamento. —suelta una risa ahogada antes de tocar y abrir. —Creo qué hoy tiene turno en el consultorio la bruja qué busca, señor Hemsworth.

Abre la puerta y no hay nadie más qué una bruja con un velo, sentada en posición voodoo.




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