Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 12

 'Alta mar: El día de la partida' 

Anders. 

26 de septiembre, 10:41. 

Aparco el carruaje en el parking del puerto. Le cedo las llaves a Tennia para qué lo devuelva al parking de debajo de nuestra casa.

Abro el maletero agarrando mi maleta y dándole a Craber la suya.

Andamos hasta el puerto, donde ya nos espera la tripulación: Dalina, Sohnya, Shiver, Asia, el traicionero de Crimfud, Faraday, etc…

Todos me miran expectantes cuando ando hasta donde nos espera la reparada Veneno; ha quedado espectacular, el largo mástil de color dorado oscuro brilla por su limpieza, los símbolos de calaveras de color azul fluorescente a lo largo de las bordas laterales también brillan, las velas de color plateado ondean en lo alto dejando ver las calaveras azules.

El mascarón de proa reluce unos huesos de color blanco impolutos, la bandera de combate de Guiena de tamaño grande está posada al frente del barco, colgada de un mástil, y la larga tira azul qué nos situa en el bando de Castilla del Bron flamea en lo alto de nuestro barco.

—¿Preparados para elevar anclas, grumetes? —pregunto a mis tripulantes a lo qué sonríen. —Despídanse de sus familias qué partimos hacia alta mar.

Dicho esto, observo cómo cada uno va a abrazar a sus padres, hermanos, etc, excepto Louise qué queda abrazada con la hechicera, Nedda. Inconscientemente frunzo el ceño pero me giro para despedirme de mi madre y hermana.

—Bueno… —digo girandome para verlas. Mi hermana tiene la cabeza ligeramente agachada, mientras mi madre me mira sonriente.

—Mucha suerte en el mar, hijo. Te estaremos esperando con los brazos abiertos. —se dirige hacia mí con los brazos abiertos y la recibo abrazando a una persona demasiado especial para mí. Disfruto del abrazo de mi madre antes de qué se separe.

Me dirijo hacia mi hermana y la agarro de la barbilla para intentar levantar su cabeza, sin embargo, se seca una lágrima y me mira, orgullosa.

—Gracias por todo, Anders. Mucha suerte en el mar, hermano.

Me abraza e instintivamente me tenso ya qué creo qué es una de las muy pocas veces qué Dakota me ha dado un abrazo, pero termino enrollandola en mis brazos.

—Cuídate mucho, por favor, Dakota. —digo cuando nos separamos y asiente con la cabeza, volviéndome a abrazar y sumando a nuestra madre a este abrazo familiar.

La experiencia de su secuestro parece habernos unido más, y es algo qué agradezco.

Me giro finalmente para observar a mis tripulantes dispersos con sus familias.

—Bueno, ¿qué? ¿partimos hacia el mar? —los jóvenes agarran sus maletas y suben a Veneno dispuestos a partir.

Se despiden de sus familias, las cuales, agitan sus manos en señal de despedida, entran y salen de la zona baja del barco, donde se encuentran las camas y la cocina.

Sí todo va bien, podremos dormir en algún hotel de alguna isla.

—¡Adiós! —oigo cómo mis tripulantes se despiden y me asomo a la borda despidiéndome finalmente de Tennia y Dakota.

Pasan unos segundos y algunos de mis muchachos secan sus lágrimas.

—Bien. Partimos hacia el mar, mis grumetes. Ya sabéis qué primero debemos parar en Korolevs Island por los suministros de comida, y luego, ir a una cala de La Nueva Orden. ¿Listos?

—¡Si! —gritan todos al unísono.

—¡Bien! ¡Monterrey, eleva anclas, Berenato, despliega la vela! ¡James, al mapa de la cámara! ¡Artilleros, alisten cañones! ¡Tripulación, prepárese porque nos vamos al mar!

Todos aplauden y cada uno se dispersa dirigiéndose a su puesto.

Me dirijo al timón cuando mis navegadores me informan qué ya podemos navegar.

El grumete Faraday aparece con la brújula y los mapas de toda Guiena.

—Capitán, parta del puerto hacia el norte y aproximadamente, a unos quinientos metros, gire hacia el este. Le iré indicando.

Lo bueno es qué estos mapas están encantados; nuestro barco está pintado en el mapa y según nos movemos, se trazan las líneas qué indican por dónde vamos. Es de gran ayuda.

Asiento a las palabras del grumete.

—El viento sopla en dirección perfecta. —informa Craber y la joven Asia se acerca hasta mí.

—Y las anclas han sido elevadas a la perfección, capitán.

—Bien, bien. Pueden ir a organizar sus maletas.

Hay varias habitaciones, somos trece tripulantes —y sé qué dentro de poco doce—y hay casi una habitación para cada uno, cuentan con sólo lo básico, baño con retrete y ducha, cama y armario. Solo hay una qué tienen qué compartir dos personas, la cual rifamos a sorteo, o para el último al qué le toque.

—¿Una balada reconfortante para manifestar una buena época de mar? —pregunta Dusten.

Manejo el timón dando los giros necesarios para qué Veneno, al menos por ahora, no tenga ningún raspón. Doy la última mirada al puerto desde donde ya apenas se ve la gente, antes de dar la vuelta a una roca y perderlos de vista completamente.
Calculo más o menos mentalmente la distancia dictada por el grumete, para comenzar a girar hacia el este. Miro la brújula y efectivamente, vamos hacia el este.

Segundos después, Craber aparece.

—Maneja tu esto, Crab. Voy a deshacer la maleta. —mi amigo asiente pero antes de irme, miro y veo qué mis cálculos fueron factibles, y si, vamos en buena dirección.

Mi amigo se posiciona frente al timón cuando bajo las escaleras y paso por la cámara donde dejamos las travesías qué debemos hacer, los mapas fijos y los barriles donde guardamos plátanos, para una recuperación fácil, grog, y balas de cañón.

Bajo las escaleras y agarro la maleta allí posicionada, miro haber sí hay alguna habitación libre y soy consciente de mi error. Al ser el último, descubro qué la única habitación libre es… la de dos personas.

Mierda.

Entro y veo que el armario de su lado ya está perfectamente ordenado. En un vano intento de averiguar quién es mi compañero, curioseo la ropa y descubro algo aterrador.




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