Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 14

'Decapitar al rey' 
 

Anders. 
 

Conseguir la calavera de un jefe de hordas esqueléticas puede llegar a ser mucho más complicado de lo qué parece. Hay qué matar mínimo dos de sus hordas para qué él aparezca.

Avanzamos por la isla y saco el mapa qué tiene una equis pintada.

—Este es su punto de aparición. —indico la equis del mapa. —Hay qué seguir recto y entre estos dos árboles. Vamos.

Andamos hasta qué encontramos los dos árboles qué el mapa indica. La funcionalidad de los esqueletos es relativamente fácil de entender; te acercas y salen de la arena.

Con lo cual, me acerco lo suficiente hasta donde el mapa indica la equis, y cómo había vaticinado, sale un esqueleto de la arena. Tiene un sombrero pirata y lleva una espada en una mano y una cimitarra en la otra.

El problema es qué no es uno; organizados a la perfección, cómo sí fuesen juguetes en un escaparate, todos organizados a la perfección para atacarnos. Casi veinte huesudos son los qué se disponen con todo tipo de armas cuerpo a cuerpo. 

—Vaya, el equipo Huesitos listo para la acción. —comenta Craber por ahí atrás y lo miro sonriendo.

Los esqueletos comienzan a correr en nuestra dirección, y a pesar de qué somos diez (Aldous, Craber, Asia, Shiver, Anne, Darko, Faraday, Denni, Nedda  y yo) su inteligencia brilla por su ausencia.

Me adelanto rápidamente esquivando una estocada qué intenta dar uno de los esqueletos y veo a otro venir hacia mi, saco el revólver y disparo al qué se dirige hacia mi y me enzarzo a golpes con el otro. Apenas he traído siete balas, ahora me quedan seis.

Veo cómo mis tripulantes se enzarzan también con los esqueletos: estocada por aquí y estocada por allá, Shiver dispara a uno qué se deshace cómo pasta, Anne descuartiza unos cuántos a base de espadazos, Craber bloquea los golpes de uno y lo patea llevándolo al suelo. 

Otro esqueleto corre hasta mi apuntándome con la cimitarra, sin embargo, nada más llega, la pateo y paso mi espada por sus costillas despedazandolo. No hay sangre, simplemente se vuelven polvo. Recordemos qué son esqueletos.

Aldous los deshace con un simple movimiento; esquiva y estoca, moliendolos en cuestión de segundos. 

El despiste qué cometo cuando veo qué cinco esqueletos atacan a Craber es lo qué les permite llevarme al suelo entre tres huesudos; uno levanta su cimitarra dispuesto a clavarmela por cualquier parte del cuerpo, sin embargo, me aparto justo a tiempo para qué quede estancada en la arena.

Otro intenta apuñalarme de nuevo, pero esquivo intentando mantener el equilibrio cuando quedo en posición de araña invertida, pero agarro la cimitarra del otro, desenroscandola del suelo y se la clavo en el cráneo, el huesudo se desvanece poco a poco en el suelo.

Y el tercer esqueleto llega corriendo con la espada en alto, pero me aparto rápidamente y termina clavándosela en el pecho de su amigo de huesos. Termino con él dándole una estocada en la nuca —o lo qué queda de ella— qué literalmente separa su cabeza del cuerpo y queda a la mitad.

Respiro por los momentos de tensión previamente vividos.

—Eso estuvo bastante cerca.

Miro al lugar de donde salen y parece qué ya no van a salir más hasta la siguiente horda, así qué decido mirar a ver qué hacen el resto.

Observo y parece qué Craber tiene problemas. Un esqueleto lo aprisiona contra un árbol y uno va corriendo con la cimitarra en alto, supongo qué para clavársela en el ojo.

Me levanto y paso al lado de todos, qué pelean cada uno contra un esqueleto o contra varios, y detengo al esqueleto justo antes de qué llegue, agarrando la cimitarra por detrás y llevándolo al suelo. Saco el revólver y entierro un tiro en su cráneo qué lo deshace completamente. 

Soplo el cañón del revólver para quitar el humillo. Corro hacia el esqueleto qué aprisiona a Craber y lo agarro del cráneo, girando bruscamente. El hueso suena roto y su cabeza cae al suelo dando giros.

—Gracias, amigo. —Craber choca su mano con la mía y el esqueleto se deshace en el suelo. 

Craber y yo nos reponemos preparándonos para la siguiente horda y el resto no necesita ayuda. 

Nedda tira bolas de fuego deshaciendolos con facilidad, cubriendo a Tamara.

La siguiente horda viene más fuerte, algunos cargan cimitarras, otros cargan espadas… y hay dos qué tienen revólveres.

Antes de qué ellos se muevan, nos preparamos para deshacer primero a los del arma de fuego. Siempre hay esqueletos con revólveres.

—¡Nedda! —llamo a la hechicera para qué acabe con ellos. —Cuando derribemos a los de delante, carga una bola grande para acabar con ellos.

Ella asiente y mis compañeros sacan los revólveres. 

Cual campo de tiro; los esqueletos se acercan y reciben balazos qué los deshacen, hago cuentas, yo no gasto porque apenas tengo, Anne gasta tres, Craber dos, Aldous dos y Denni una.

Respiro calmado cuando me dirijo a lo siguiente qué voy ha hacer, quedan bastantes esqueletos y me adelanto quedando frente a ellos.

—¡Alto el fuego! 

Me bato a espadazos con unos cuántos, ya casi llegamos a los del revólver y sí comienzan a estar activos me mataran.

Me tiran al suelo y mi tripulación aparece sacándome los más de siete esqueletos qué iban hacia mi. Uno alcanza a hacerme una raja con la cimitarra en todo el cuello, pero Tamara aparece aplicando un líquido en una gasa y pegandomela al cuello con fuerza. 

—No tiene qué sujetar ni nada, capitán. 

Asiento con la cabeza y me pongo a deshacer el resto de esqueletos hasta qué llegamos a los dos finales, posicionados uno al lado del otro.

Se activan y apuntan con el revólver hacia nosotros, el tiro suena dejando la incertidumbre sin saber a cual de nosotros dará, pero la hechicera se coloca delante.




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