Mar de Ladrones ✓ [1]

LA MALDICIÓN DEL ENTE (Extra de Halloween de Mar de Ladrones)

Esto jamás paso en Mar de Ladrones. Es un extra dentro de otro universo, antes de la primera época de mar, una misión que les mandan.

Anders.

Rompo el bosque tropical con la espada, cortando con fuerza esos troncos duros, dejándolos caer hacia un lado.

—¿Ya ve algo, capitán? —oigo hablar a Faraday, detrás mía. 

Miro hacia adelante, intentando encontrar algo en frente. Pero nada, esto es desalentador. Llevamos varios minutos —bastantes minutos— rebuscando entre el bosque y las hierbas altas.

—Nada, grumete.

Escucho su resoplido de desesperación.

En esta isla debemos encontrar un objeto encantado, que se paga demasiado bien para La Nueva Orden; un libro encantando cuyo contenido tenemos porhibido ver, sólo es transpontarlo.

—A este paso volvemos al barco pasado mañana. —se queja Asia, la navegadora de mi tripulación que nos acompaña en esta misión.

—Cuando toque. —respondo. —Si encontramos ese libro, tendremos dinero hasta para ducharnos en él.

Se me hace la boca agua al pensar en tan exuberante cifra de dinero. Dios mío.

<<Necesito ese libro>>

Apesar del cansancio, ya notable, sigo rompiendo casi veinte minutos, animándome aún más al divisar al fondo, hacia el norte, una casa, que más bien parece un castillo, grande, de varias torres a cada lado, varias ventanas, que no dejan ver nada hacia dentro, más que oscuridad, y una puerta cubierta de barrotes negros.

—¡Ey! —grito, haciendo que mis tres acompañantes reaccionen.

—¿Que pasa? —grita Anne, asustada.

—¡Vamos, hacia el norte está esa casa! —informo, comenzando a correr seguido de ellos tres, saliendo del bosque hasta quedar en frente la casa.

Un pequeño puente de madera pasa por encima de un río, de color verdoso oscuro. Lo cruzo sin pensarlo y me planto justo en frente de esa casa, oscura. La noche ya ha caído en la isla, que raro, si cuando llegamos apenas eran las once de la mañana.

Ignoro el cambio horario, seguro que es porque hemos pasado demasiadas horas aquí y no me he dado cuenta, lo que pensaba que eran veinte minutos serán varias horas, supongo.

Mis acompañantes llegan segundos después a la entrada del imponente castillo. Allí, un botón rojo descansa al lado de la verja. Sin pensarlo dos veces, lo pulso y en un estruendo, los barrotes se levantan, dejándonos pasar.

Anne, Asia y yo pasamos, sin embargo, veo que Faraday no. Se ha quedado en la entrada del lugar, al otro lado de los barrotes, quieto.

—Faraday. —lo llamo. —¿Que haces?

—No quiero entrar ahí, capitán. —contesta el muchacho, que noto como tiembla ligeramente. —No me gusta las vibras que me da esto, entramos a las once de la mañana, ahora es de noche.

—Faraday, vamos. —insiste Asia por mí.

—No.

—Grumete, he dicho que vamos. —me muevo hasta él, saliendo del castillo de nuevo, pero en ese momento, el estruendo se escucha de nuevo y reacciono con más rapidez que nunca, tirando del brazo de Faraday hacia dentro con todas mis fuerzas, al notar que la verja se iba a caer.

Caemos al suelo, y medio nanosegundo después, la verja cae con fuerza contra el suelo, provocando otro estruendo. 

Noto mi corazón latir con fuerza ante lo que acaba de pasar.

<<Casi nos aplasta...>>

—¡Capitán! —se queja Faraday. —¡Casi nos aplasta! —me regaña. —¡Le he dicho que no quería entrar!

—A mi no me vas a regañar, que no eres mi madre. —me regaño y me encaro contra él. —Soy tu jefe, y si te digo que entras, entras. No nos ha aplastado, pues ya está.

El muchacho respira con violencia. Aprieta la mandíbula, y adelantándose a todos, comienza a andar dirigiéndose a la puerta principal del castillo. 

Nos miramos entre los tres y seguimos al grumete.

Al entrar, es sorprendente lo grande que es apesar de que no lo parece. Nada más pasas la puerta principal, hay dos escaleras grandes a cada lado, que suben al piso de arriba, cubiertas con una alfombra roja con los bordes dorados. A cada metro, hay una antorcha de luz del alma, que es de fuego azul y apenas alumbra.

Por lo que alcanzo a divisar, bajando las escaleras que hay nada más entras, hay un comedor con varias esculturas de torso para arriba. Al lado de las escaleras, hay dos puertas.

—Vamos. —ordeno. —Dos para arriba y dos para abajo. 

Faraday me sigue y vamos hacia abajo, mientras que Asia y Anne van hacia arriba. Bajamos las escaleras, llegando al salón del que he hablado. 

Las cuatro esculutras que apenas divisaba, ahora son divisbles gracias a que Faraday porta una linterna que alumbra bastante.

El suelo, es de cristal —aunque no sé si sea cristal, ya que está aguantando mucho peso— y debajo hay una especie de líquido rojizo, aunque bastante aguado...

Ladeo la cabeza intentando comprender que líquido reposa bajo nuestros pies.

—Cap...capitán... —titubea Faraday, llamándome. Me acerco hasta él, que observa una de esas esculturas con terror.

—¿Que pasa?

—Mire. —me indica con la cabeza a que observe una de las esculturas. —Creo que eso no es una escultura y mucho menos de mármol.

El torso, ya que solo son cuatro torsos, tiene un color verde/azulado, ahora que me percato, huele muy mal, como a putrefacción, la poca carne que queda sin estar podrida es de color mezcla de rosa y anaranjado. Dios mío, esto no es una escultura. Es un torso real, de humano. En estado de putrefacción.

Noto como el soporto, que si es de mármol, se torna a un color rojizo...

Lo del suelo es sangre que sacan de los torsos. 

Siento el color desaparecer de mi cara completamente y más cuando las puertas del castillo se cierran, dos portones negros con varios pinchos se cierran por completo, encerrándonos.

—Mira, Faraday. —digo, ya asustado. —Dejémoslo así. Busquemos el libro y salgamos de aquí cuanto antes.

 




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