Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 32

'Misión 18: La gallina dorada de Marylin Thompson'

Anders.

Días después.

—¡Literalmente te ha declarado la muerte en público, y te ha declarado un criminal!

Dalina se queja mientras pasea por el comedor.

Lo sé, lo sé.

—Debemos volver a West Plate cuanto antes.

—No, ahora no. —me niego. —Por mucho que me haya declarado la guerra, estar ahí no hace más que ponerme en su punto de mira. No es hora de volver, al menos no hoy. Para Bahía Blanca si soy un criminal, pero para el resto de Guiena no.

—Capitán... —comienza a hablar Faraday, sin embargo lo interrumpo.

—Capitán nada. Quedan tres misiones para terminar esta época de mar tan jodida. No vamos a dejarla así sólo porque Jason me haya declarado la guerra.

—Jason no, Anders. Toda la monarquía Diphron. —me corrije Louise.

<<Joder...>>

—Me da igual. —contesto. —Ya aceptaron la Guerra Civil hace cuatro años y seguimos aquí.

—Pero no es lo mismo. Eso lo hizo Jason por su cuenta, ahora te están buscando para matarte todos los monarcas. 

Tuvieron una entrevista hace dos días, la información ha llegado ahora en un periódico, una llamada histérica de Dakota, y la retransmisión de la entrevista por el GNC. 

—Que no se hable más del tema. Vamos a continuar la época de mar hasta el final, y el que no quiera, que se tire por la borda. —Digo levantándome de la mesa del comedor.

Salgo del segundo piso pasando por la recámara y llegado a la borda, donde encuentro a Anne al timón.

—¿Cuánto falta para la isla de Surters, Anne? —pregunto refiriéndome a la isla donde Marylin dejo sus gallinas doradas.

—Quedan aproximadamente diez millas naúticas hacia el sureste, capitán, partiendo de Cala Verde. En media hora/cuarenta y cinco minutos estaremos allí.

Hemos pasado unos días en la capital de la comunidad llamada del mismo nombre, Cala Verde, donde estuvimos descansando y visitando la bella capital. La isla de Surter esta casi saliendo de Guiena en dirección a Nauru.

—Bien, Anne. Avísame cuando estemos.

Treinta y cinco minutos después, salgo de mi habitación donde queda Dalina.  

Me abrocho la camiseta y los pantalones y salgo del tercer piso para segundos después llegar a la borda.

—¡Tierra firme a la vista, capitán! —dice Anne al verme llegar a la borda, me giro y la isla de Surters está a escasos metros. Es una isla con forma amorfa y, también es grande.

El mapa indica que efectivamente es esta, la hoja con las misiones ya sólo tiene dos misiones emborronadas, cosa que me alegra.

—¡Recoged la vela! ¡Levad anclas! —ordena Anne y así lo hacen. Maniobra con el barco esquivando las rocas que amenazan con chocarse con nosotros.

Gira dando la vuelta al barco y dejándola en una playa, todas estas islas están deshabitadas y es algo que se agradece, estoy seguro de que la última misión, la isla de Hermione Duponte estará completamente cubierta por esqueletos. 

Atracamos en la orilla de la isla y coloco la tabla para bajar. 

Las gallinas de Marylin Thompson fueron encantadas por hechiceros, son más grandes, casi que inmortales, se regeneran y además, salen volando. Enerah, Anne, Craber, Faraday e Ibon, conmigo. —ordeno, obviando la compañía de la curandera.

Agarran una jaula de las grandes que transportan entre dos, las gallinas encantadas son del doble de tamaño.

—No, no. Mejor llevad un saco, que sino puede hacernos daño a través de las rejas. —corrige Faraday, que trae un saco gris de los grandes.

Bajamos por la tabla posteriormente colocada, llegando al suelo de la isla. Me mancho de la arena de la playa, la cual es bastante viscosa. Nos adentramos en la isla, un volcán inactivo esta en la esquina superior de esta, subimos por unas montañas que parecen ser el único lugar por donde se puede subir.

Pasamos minutos incontables andando por la selva que predomina en la isla, tratando de encontrar el lugar donde están las gallinas de Marylin. 

Buscando entre árboles, entre maleza, cortando troncos y saltando algún que otro río, casi media hora después, nos sentamos.

—No hay nada. —se queja Faraday.

—Tiene que haberlo, todo el mundo sabe que aquí estaban las gallinas doradas de Marylin Thompson.

Se enzarzan en una discusión mientras yo observo a mi alrededor.

<<Debe haber algo, no es posible que en esta isla no haya absolutamente nada....>>

Miro hacia todos los lados, buscando alguna pista sobre el paradero de las gallinas. Aparentemente no hay nada, solo un simple cartel metido en barro, que está dado la vuelta...

Me giro de nuevo hacia el tronco donde estamos sentados, hasta que caigo en cuenta.

<<¡El cartel!>>

Me levanto de inmediato para sorpresa de mis tripulantes.

—Anders, ¿que hac...?

—¡Eso puede ser una pista! —señalo ese cartel, perdido en el bosque. Esta enterrado en barro y esta dado la vuelta, apenas se ve una de sus puntas iniciales. —¡Ese cartel!

Sin más explicaciones, salgo corriendo hacia el cartel de madera.

Cruzo por al lado de varios árboles, hasta que llego al lugar, donde hay un pequeño pantano donde está el cartel enterrado. 

<<Son arenas movedizas...>>

Aprieto las labios. Mis tripulantes llegan detrás mía.

—Capitán, no se meta ahí, son arenas movedizas. —me advierte Anne, así que miro hacia todos los lados buscando algo con lo que agarrarme.

Los árboles que hay alrededor tienen fuertes y gruesas lianas, con lo cual...

Corro hasta uno de ellos, despegando una de las lianas de su tronco y amarrándomela al torso. 




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