Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 35

'La princesa del pueblo.'

Ebrah Diphron.

Tw: Abuso sexual.

Hace 26 años, Ebrah tenía 9 años, 25 de diciembre, año 1855.

Correteo por los pasillos del castillo Diphron, ilusionada por que ya es de día y ya estarán mis regalos en el árbol de Navidad. 

Bajo las escaleras a toda velocidad con mi padre gritándome por detrás que tenga cuidado.

—¡Cómo te caigas me enfado! —oigo refunfuñar a mi madre y me quedo esperando a que los dos bajen las escaleras. La tripa de mi madre está muy grande y le cuesta andar.

—No me voy a caaeeeeeeeeeeeeeeeeer... —blanqueo los ojos, quejándome. —¡Vamos, mami, papi, daros prisa!

—Estoy a un mes de tener un bebé, Ebrah. Tenme paciencia —ríe mi madre, la mujer más guapa de este país, María-Juliette Antoinette de Diphron, mientras baja por las escaleras agarrándose a la barandilla. —, por favor, o sino tendré al niño aquí mismo.

—¿Ya habéis decidido su nombre? —digo, dándome la vuelta cuando mis padres ya han llegado al piso de abajo, mi padre coloca una mano en la espalda de mi madre y comienzo a corretear hacia el salón, bajando la pequeña rampa que está en la entrada. 

—¡Ebrah, cuidado! —me grita mi padre, paso por la cocina, donde trabaja Gilda.

—¡Jovencita, mira por donde vas! —me grita la cocinera cuando casi me choco con una de las esculturas que hay en el comedor.

—¡Perdón!

Derrapo con los pies hasta llegar al Salón Real, el gran sofá aguarda y el gran árbol de Navidad con todas las luces encendidas me recibe cuando salto desde atrás hacia adelante, aterrizando en el sofá. 

Me levanto de inmediato correteando hasta el árbol, viendo los miles de regalos con todo tipo de envoltorios que hay.

—¿Todos para mí? —me giro para observar a mis padres, detrás mía.

—No, cariño. —ríe mi padre, suavemente. Mi madre lo mira, sorprendido. —Los del envoltorio azules y verdes son para tu próximo hermano. —mira a mi madre, que le sonríe. —El dorado es para tu madre. Y el resto ya son tuyos.

—¿Como lo sabes?

Como si fuera un secreto, mi padre se agacha y me susurra.

—Papa Noel me lo ha contado, cariño.

—¿Hablaste con él?

Isaac asiente con la cabeza.

—Sí, y me dijo que ibas a adorar los regalos.

Antes de coger los regalos, corro hasta ellos y mi padre me alza en brazos, abrazándome y uniendo a mi madre en el abrazo paternofilial. 

Segundos después, me bajan y corro de nuevo al árbol, cogiendo únicamente los que mi padre ha dicho que son míos, mientras mi padre recoge los suyos y los de mi hermano para sentarse a abrirlos.

—En cuanto a lo que has preguntado antes... —comienza mi padre cuando ya estamos los tres sentados en el sofá. Me detengo y los miro, ansío saber el nombre de mi hermano, el futuro rey de Guiena, ya que yo no puedo ser reina si hay un hombre por delante.

—Sí, ya tenemos el nombre de tu hermano. —completa mi madre la frase. 

—¿Cual?

Se miran entre ellos para crear expectación, antes de decir el nombre que tanto anhelo saber.

—El nombre de tu hermano será Jason, cariño. Jason Diphron. —me informa mi madre, sonriéndome.

Analizo el nombre en mi cabeza... 

<<Jason Diphron, rey de Guiena>>

—Queda muy bien. Suena con fuerza. —los abrazo de nuevo, el nombre de mi futuro hermano es precioso. Jason Diphron. —Ahora sí, los regalos.

Abro el primero que encuentro y tiro de los lados rompiendo el envoltorio y sacando una caja enorme.

Abro la boca haciendo un sonido de sorpresa ante la expectación de mi primer regalo; un enorme caballito blanco de madera, dividido por piezas que supongo que habrá que montar.

—M... ¡me encanta! ¡Era una de las cosas que yo quería!

Observo sonriente a mis padres.

Paso la gran parte de la mañana hasta el mediodía abriendo regalos, jugando con ellos y charlando con mis padres.

—¡Gilda! —mi padre llama a nuestra mejor asistenta, que lleva aquí un montón de años.

La mujer aparece por la puerta del salón a los pocos segundos.

—¿Sí, Majestad?

—Recoja todo esto cuando pueda, ¿sí? —le indica que recoja todos los envoltorios que he dejado por ahí, rotos.

—Claro, voy por una escoba y un recogedor.

—Bien.

La mujer desaparece y me levanto agarrando todos mis juguetes, cajas de muñecas, casas, ponis de madera, y muchos más. Dispuesta a irme, la voz firme de mi padre me detiene.

—Espera, hija. —dice, levantándose. Me giro para mirarlo y su cuerpo tan alto se mueve hasta el árbol, de donde saca una carta. ¿Qué? ¡No la había visto! Se acerca hasta mí y se agacha, dándome la carta. —Esto es un regalo para ti también.

Suelto todo al suelo sin cuidado alguno, por suerte las cajas lo protegen y agarro la carta, rompiendo el sobre para sacar una carta con unas letras muy bonitas y muy finas. 

La leo en alto.

Yo, Isaac Diphron, escribo esta carta frente a un notario, Bernardo Sinestesy de la Agencia Notarial de East Plate, capital de Guiena, para obsequiarle a mi hija, Ebrah Diphron, de ahora nueve años, el poder absoluto y la soberanía del municipio de Wardrobe en la comunidad de Bahía Blanca.

A partir del día en que tengamos la firma de la susodicha, desde ese mismo día, el control de Wardrobe, municipio número 7 en la lista municipal de la región de Bahía Blanca, quedará por completo en manos de la joven.

Firma del donante de la tierra:                   Firma del notario:                     Firma de la recibidora de la tierra:

¿Eing?

Todas las firmas están puestas, sólo falta la de la recibidora de la tierra...

—Papá, no entiendo...

—Ay, Ebrah. De verdad. —se queja Isaac.




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