'Atacante'
Louise.
El juicio da comienzo con el sonido del mazo de su señoría contra la madera de la mesa ordena el silencio y la sala lo ejecuta.
—Hoy, día 25 de marzo del año entrante, damos comienzo la demanda de Louise Doufier, por infracción de bienestar familiar y por robo, con pruebas incidentes como fotos.
—Protesto, señoría. —comienza el abogado de la parte acusada. —Esas fotos pueden estar claramente manipuladas con apps de alto calibre.
—No es aceptada su protesta. —contesta el juez, con voz firme. —No me ha dejado ni acabar de hablar, deje de saltar a la defensiva. —lo corta. —La parte demandada se defiende con que 'ese cuento del derecho de bienestar familiar está exagerado'. Palabras textuales. —Ordena los papeles. —Los hechos defienden un maltrato emocional remunerado por pleno machismo.
—Protesto, señoría. —espeta el abogado, callando al juez de nuevo, que resopla. —Es...
—Como vuelva a protestar sin dejarme acabar sale del juicio, letrado. —relincha el hombre. Miro a mi abogado, que aprieta los dientes para no reír.
—Esto va a estar fácil, señorita Doufier. —me dice, guiñandome un ojo.
El juez sigue con el prefacio del juicio, hasta que unos minutos después de decir todo el temario, habla.
—Letrado acusado. —indica. —Puede dar su versión de los hechos.
El público que decide el final de la demanda observa expectante.
—Con la venia, señoría. —se levanta. Miro de reojo a mi padre y esa mirada fría deja caer una gota de sudor por mi frente. —La joven, aquí presente, acusa a mi defendido de un supuesta infracción de sus derechos como hija y por robo. Cosa que es grave en su mentira. —me mira. —¿Acaso tiene alguna prueba más que su palabra y sus llantos, Louise?
Un nudo me atraganta y trato de hablar pero mi voz no sale.
—Sí. —logro decir en un hilo de voz. —Tengo pruebas.
Y no es mentira. Tengo la prueba del banco, donde se ve el dinero pasado de mi cuenta bancaria a la de mi padre, y con su mismo nombre. El hombre es tan tonto que se creyó que no me daría cuenta.
—Ya. Yo tengo más de las que usted asegura. Y una prueba mucho más valiosa. —mira al juez.
—¿Cual, letrado?
Sonríe de forma peligrosa, cosa que me hace sudar aún más y más cuando pronuncia su as bajo la manga.
—La defensa llama a testificar a Samara Daven, la actual pareja de Edward Doufier y madre de Louise. —mi madre se levanta de la mesa y se mueve hasta la mesa interrogatoria, sin mirarme a la cara.
Las lágrimas atacan mis ojos por el hecho de que mi madre está testificando a su favor; aún habiendo sido claramente testigo de todo lo que me ha hecho Edward.
—Buenos días, señoría. —oigo al abogado de mi padre y mi hermano decir 'están jodidos.'
—Buenas. —dice. —Presentese.
—Soy Samara Daven, la mujer de Edward y la madre de Louise.
El juez mira con lupa sus expresiones y mira al letrado defensor.
—Puede empezar, letrado.
—Tranquila. —dice mi abogado, acercándose a mi. —Sus defensas no tienen ni pies ni cabeza, ya lo verá.
El letrado comienza con sus preguntas hacia mi madre.
—¿Usted ha tenido consciencia de algún maltrato por parte del acusado hacia la demandante?
Pensaba que esto se trataba de responder rápido; mi madre demuestra que no y titubea al hablar.
—Mmm... no, nada más allá de algún regaño. Siempre le hemos dejado hacer lo que quiera.
—¿La ha maltratado a usted alguna vez? ¿Y su hijo Pietro ha sido cómplice?
Samara comienza a mirar hacia todos lados como si tratase de buscar ayuda, oigo a mi padre gruñir y mi hermano suspira.
—No, no, jamás... Edward nunca me ha puesto un dedo encima. Y Pietro menos. Pietro siempre me ha querido mucho. —y en eso tiene razón. Mi padre tiene una dependencia emocional de mi madre muy fuerte.
—Entiendo. ¿Y por qué a su hija si? —lo interrumpe mi abogado.
—Protesto, señoría. —se queja el abogado contrario. —Ha interrumpido mi interrogatorio con acusaciones que no entran en este juicio.
—No se acepta la protesta. La infracción de bienestar familiar puede incluir eso. —me mira. —Siga, letrado.
Ahora, por primera vez desde que entró al juzgado, me mira a la cara y más concretamente a los ojos.
—Él jamás...
—¿Jamás qué? —la interrumpe John de nuevo. Hace una pausa cuando mi madre no contesta. —¿Cómo se conocieron, señora Daven?
La pregunta pilla de sorpresa a mi madre, que mira hacia todos lados de nuevo.
—En... en un bar. —completa.
—¿Un bar de qué?
—Un bar de... —carraspea. —un bar de noche.
—De noche... —suspira John. —Waow. —prosigue. Veo una gota de sudor caer por la frente de mi madre. —¿Y qué le parece a usted la relación de Edward con su exmujer?
Edward se levanta al instante al oír la mención de la madre de Pietro, el cual, abre muchísimo los ojos.
—Por ahí no, abogadito...
—Acusado siéntese ahora mismo o pasa la noche en el calabozo, se lo aseguro. —indica el juez y curiosamente mi padre obedece, aunque no aparta su mirada.
El silencio se hace en toda la sala y de nuevo volvemos al interrogatorio.
—Respóndame, señora Daven. —empieza de nuevo mi letrado. —¿Qué opina de la relación de Edward con su mujer, a la cual, no es secreto que todo el mundo sabía de sus malos tratos contra ella?
—Protesto, seño....
—¡No se acepta la protesta! —el grito del juez reverbera por la sala y indica a John que siga.
—¿Qué opina, Samara?
Mi madre se queda callada durante un momento.
—Yo no la conocí. —dice. —No sabía quién era y eso eran banos rumores, letrado.
—¿Banos rumores? —contesta. —Yo creo que no fueron banos rumores, su señoría. —mira al juez, preparándose para soltar la bomba. —Estoy seguro de que es cierto.