'Extra de navidad: Diciembre, Navidad de 1875'
Ebrah.
La nevada que acechaba todo el patio exterior de la casa de Anders me hiela los huesos cuando mi hijo agarra una bola y me la lanza a la cara.
—¡Puntresh! ¡Ven aquí! —grito corriendo detrás del niño, que rodea la casa. Un muñeco de nieve que hemos hecho antes reposa detrás de la casa de Anders.
Desde la montaña donde está la casa de mi capitán se ve toda la ciudad, cubierta bajo un manto blanco helado, deja ver un precioso paisaje invernal.
—¡Bu! —Anders sale de detrá sdel muñeco de nieve, alzando al niño en brazos. —¡Te tengo!
—¡Pa-a!
El niño cae al manto de nieve; reviso que tenga la bufanda, sus guantes, su gorro, su padre se tira al lado y comienzan a mover sus brazos de lado a lado, formando ángeles de nieve en el suelo.
—¡Ma-a-mi! —titubea el niño, llamándome, pero estoy ocupada sacando la foto que guardaré en mi corazón de recuerdo.
—¡Ebrah, ven!
—Vaaaale, un ratito.
Me tiro junto al niño y junto a su padre, haciendo otro ángel de nieve en el suelo, el niño ríe y segundos después de dejar la marca en el suelo nos levantamos.
—¡Guerra de nieve!
—¿¡Qué?! —grito, al oír a Anders que saca dos pistolas de juguete vacías de detrás del muñeco. —¡Anders, no!
Le da una pistola al niño que sale corriendo detrás mía.
—¡Venid aquí!
Correteo con el niño en brazos, rodeando la casa del todo y cubriéndome con la valla del jardín.
—Tenemos que cargar las pistolas, cielo.
El niño me mira, sorprendido.
Lleno las pistolas con pequeñas bolas de nieve.
—¡Ebraaaaaaaaaah! —oigo a Anders llamándome. —¡Puntreeeeesh!
Aparece por la esquina izquierda de la casa, lanzando una bola que logro equivar. Tomo al niño y corro, doy la vuelta a la esquina derecha, pero una bola me alcanza con fuerza, derribándome al suelo.
Me levanto segundos después corriendo de nuevo con el niño, quitando la nieve de mi abrigo. Me giro con la pistola de nieve lanzando bolas de nieve que Anders evade con un árbol en la entrada.
—¡Jaja! —ríe. —¡Te ha faltado puntería, cariño!
Sigo corriendo con el niño en brazos, me arrebata el arma disparando bolas de nieve hacia atrás. Rodeo la casa de nuevo, pero ahora, me coloco detrás de un árbol que me cubre, mientras que por el otro lado nos cubre un contenedor.
—Silencio. —le digo a Puntresh, dejándolo en el suelo. —Vamos a darle para el pelo a tu padre.
Agarro la pistola, asomándome y lo veo, asomado del otro lado esperando. Sonrío ante su inocencia y disparo contra él, la bola impacta en su espalda y tiro otra más que, seguida de otra, lo llevan contra el suelo.
—¡Gané! —el capitán levanta la cabeza, aún regado en el suelo.
—¡No vale! —se queja, quitándose la nieve del abrigo y levántandose. —¡Me has atacado por detrás!
—¡Sí vale! —corro, agarrando al niño en brazos. —¡Hemos ganado, hemos ganado!
Entramos a la casa y el capitán viene detrás.
—¡Habéis hecho trampas!
—Deja de llorar porque te hemos ganado. —me giro para acunarle la cara. Cierra la puerta, refunfuñando por lo bajo.
Me meto a la cocina dejando a Puntresh en el salón segundos antes, con su padre.
—Vamos a buscar una película. —dice Anders.
—¿Hago chocolate? —pregunto, sacando la jarra y el brick de leche de la nevera.
—¡DIIIIII! —oigo a Puntresh dándome una punzada de ternura en mi corazón.
Pongo a calentar la leche y vierto las onzas de chocolate a la taza en ella cuando calienta.
El chocolate se disuelve en la jarra mientras remuevo, permitiendo que el líquido espeso desprenda su aroma dulce por toda la cocina.
Sigo removiendo añadiendo un poco más de leche midiendo la espesura del cacao líquido. Minutos después, queda perfecto con una suave capa de chocolate solidificado por encima.
Apago la vitrocerámica sacando la jarra, saco unos vasos que apilo y un salvamanteles, andando con todo hasta el salón.
—¡Te ayudo, te ayudo! —Anders coge los vasos y los reparte, uno para el niño, otro para él y otro para mi.
—¿Qué pelicula habéis puesto? —pregunto sorprendida al ver la quietud en la que está el niño, mirando a la tele.
—Pesadilla antes de Navidad. —contesta Anders. Agarra la jarra llenando los tres vasos con el líquido espeso. —Huele genial. Muchas gracias, cariño.
Sonrío sentándome entre el niño y Anders, que me acuna en sus brazos. Me siento bien, me siento feliz, y ya no me hace falta nada más que no sean ellos dos, Puntresh y Anders.
Los quiero, los quiero con mi vida y tengo clarísimo que ellos son lo más valioso que yo tengo. Pasamos toda la tarde viendo la película, la noche cae sobre la casa y el cielo se apaga; al igual que se han apagado mis tristezas, mis iniquietudes, mis malestares y todo lo malo que me rodeaba cerca de La Familia Real, y eso es gracias a ellos dos.
La noche llega mucho más rápido de lo que creo.
Cenamos langostinos, pulpo en su salsa, jamón asado y ensalada de lechuga, tomate, gambas y gulas.
Nos vamos a dormir después de ver otra película más. El cariño que me transpiran es precioso.
Por la noche, Anders y yo sacamos de debajo del armario de la cocina, en el cajón de abajo del todo, sacamos todos los regalos que le tenemos listos a Puntresh.
A pesar de que tiene solo dos años, le compramos ropa de todo tipo y todo está nombrado como <<Papá Noel>>.
La mañana llega en menos de nada y el niño baja, agarrado a mi mano.
Andamos hasta el árbol y esto me trae recuerdos de hace veinte años, yo correteando hasta el sofá del Salón Real, en busca de la felicidad y de mis regalos. Un mes antes de la muerte de mi madre, Maria Juliette.
Suspiro y el niño corre de lado a lado llegando al árbol. Coje todos los regalos, murmurando cosas entre <<papa>> <<mamá>> y <<gracias, os quiero>>.