'Reinado'
Anders.
Salgo corriendo de la casa, seguido por los demás y siguiendo a Geren.
Corremos hasta su casa y trato de no tropezarme cuando entramos de golpe. Asia está en el sofá, sudando y con los ojos apretados.
—¡Hay que llevarla al hospital! —grita Ursule.
—¿Como demonios la llevamos? —digo.
—Asia, tranquila, respira... —dice Dalina acercándose a la muchacha, que respira de forma muy acelerada.
—Hay que subirla en alguna cosa que nos permita moverla sin hacerle daño.
Miro a mi alrededor, tratando de encontrar algo en lo que podamos llevarla.
—Necesitamos una camilla. —digo antes de salir corriendo hacia el hospital.
Cuando llego al lugar, las puertas se abren automáticamente.
Entro al lugar bajo la atenta mirada de los enfermeros, veo las camillas al fondo. Sin preguntar, corro hasta una de ellas, que está vacía, y la agarro de las asas.
—¡Señor! —me grita una de las secretarías cuando me llevo la camilla por el pasillo, dirigiéndome a la salida. —¿Qué hace con eso? ¡Oiga!
—¡La devolveré, lo juro! —salgo del hospital corriendo, bajando la pequeña cuesta que lleva al lugar.
Tomo velocidad por la cuesta abajo y llego a la entrada de la casa de Gerendaiah.
—¡Tengo la camilla! —grito, tratando de controlar mi respiración.
—¡Vamos, Asia!
La mujer, que tiene la cara del color de un cangrejo, es cargada hasta la camilla por Faraday.
—¡Me duele mucho! —lloriquea, gritando con fuerza y agarrándose a las tiras de mi albornoz.
—Tranquila, cielo, ya vamos para el hospital. —la trata de calmar Geren, sobando su frente.
Se la llevan hacia el hospital entre gritos y yo me quedo abajo, preocupado por la salud de otra de mis tripulantes.
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—Que estará bien, cálmate, Dios mío.
Ignoro el regaño de Craber tratando de clavar el tornillo con el martillo, necesito precisión para esto y el hecho de que no sabemos nada de Asia desde hace horas me atormenta.
Golpeo la pequeña tuerca con el mazo, la cual, se encaja en la pared ligeramente.
—Voy a poner la tele.
Escudriño a Craber con la mirada entrecerrando los ojos cuando se sienta en el sofá de la casa de Milla.
—Osea, ¿yo aquí trabajando y tú ahí, sentado?
—Así es la jerarquía de la vida.
Resoplo mientras trato de acertar en el minijuego de enterrar el clavo para poder clavar el maldito clavo.
Cierro el ojo izquierdo, apunto al clavo y doy un golpe fuerte con cuidado de no partirme la mano.
—Mira, están poniendo el GCN una transmisión de la descoronación de tu mejor amigo Jason.
Resoplo tratando de ignorarlo, pero acabo mirando de reojo a la televisión.
Una cámara que da la vuelta hacia toda la gente que aclaman a los monarcas en la plaza del ayuntamiento es la emisión actual. Mucha gente con pancartas que dicen que los aman, otras, con el logo de Justicia para Lady Eb, otros con el grito contrario aclamando república, etcétera.
Pero de repente, el logo de la GNN interrumpe la emisión dando paso a una periodista sentada en las instalaciones de la televisión y noticias de la Guiena National's News.
—¿Qué...? —murmuro bajando las escaleras de donde estaba tratando de encajar la tuerca.
Interrumpimos esta emisión para informar sobre una noticia recién allegada a nuestras instalaciones. Hoy, 2 de abril de 1881, a las 14:11, se confirma la muerte del pequeño y recién nombrado Príncipe de Guiena, Puntresh Diphron, en un accidente automovilístico a la altura del Puente de la Constitución, en el barrio Cavernel. Se confirma también la muerte del antiguo monarca, Drake Diphron, bisabuelo del príncipe y del conductor. No hay supervivientes a este accidente.
En unos minutos, más información.
Siento que me caigo al suelo, mis piernas se derrumban y me tiemblan las rodillas.
<<Puntresh, el hijo de mi primer amor... ha muerto...>>
—¡Anders! —me llama Craber cuando me derrumbo al suelo. Los flashbacks pasan por mi memoria, recordando todos los momentos que viví con él, tanto con él como con su madre.
El dolor en mi pecho se vuelve insoportable; noto que me cuesta respirar, que es como tragar clavos que se meten en mi.
No veo nada, las lágrimas han nublado absolutamente toda mi visión; el día que conocí a Puntresh, las Navidades que pasé con él y con su madre. La muerte de Ebrah me afectó demasiado, juré que recuperaría al niño, que aunque no sea mi hijo lo quería como a uno... pero ahora ya no podré.
Puntresh está muerto al igual que su madre.
Recordarlo me duele en el pecho.
<<Ebrah sale corriendo dando la vuelta a la casa con el niño en brazos. Disparo otra bola de nieve que impacta en su abrigo. Casi se tropieza, pero logra incorporarse para limpiarse la nieve, girarse y dispararme, y seguir corriendo con Puntresh en el brazo.>>
<<—Vamos a buscar una película. —digo, apretando los botones del mando. El niño a mi lado me mira sonriente y su estado de ánimo eclosiona cuando Ebrah habla.
—¿Hago chocolate?
—¡DIIIIIIII! —dice, evidentemente se interpreta como un sí y se aprieta contra mí en un abrazo. Siento el calor de este niño y es reconfortante que siento mi corazón rehacerse poco a poco.>>
Los recuerdos me atormetan, las lágrimas caen sin cuidado por mis mejillas, no oigo absolutamente nada de la televisión, solo oigo a Craber a lo lejos tratando de que vuelva en mí.
Miro al noticiero, que muestra una foto de la limusina destrzoada dentro del Puente de la Constitución en East Plate. Mi respiración se torna atáxica y desconforme; me duele el pecho solo de respirar, como miles de dagas se clavasen en mi corazón al saber que el hijo de mi primer amor, el único recuerdo que tenía de ella, acaba de morir. No pude hacer nada por él, gracias a Dios fue feliz con su bisabuelo, no sufrió lo que Ebrah sufrió en la monarquía, sin embargo, lo habían nombrado príncipe de Guiena y eso y era su martirio.