Mar de Ladrones ✓ [1]

CAPÍTULO 43

'Exilio'

Saller.

Maldigo cincuenta mil veces en el nombre de Anders. Ese maldito traicionero desveló mi ubicación el día del ataque y durante unos minutos corrí peligro frente al ejército de los monarcas.

Suerte que logré huir y me refugié en una mansión que tengo a la salida de la ciudad, pero vamos, sino fuera por eso... ahora mismo no estaría respirando.

Tecleo los números con el enfado recorriéndome el cuerpo entero, el teléfono da señal y al tercer pitido, contestan.

—¿Sí? —contesta la voz de ultratumba de Sonny Patters al otro lado de la línea.

—Buenas, —carraspeo—Sonny, soy... Saller.

—¡Hombre, Saller! —me saluda el huesudo. —¡Cuánto tiempo sin saber de ti! ¿O debería decirte 'usted' ahora que eres alcalde?

—No, porfavor, llamame Saller y tuteame.

El esqueleto ríe al otro lado de la línea.

—Cuéntame. ¿Qué te trae por aquí? O más bien, ¿por qué me llamas? ¿Quieres más misiones para tus tripulantes..?

Suspiro.

—No. —lo corto. —Quiero cancelar su contrato.

El silencio se hace a cada lado de la línea, parece que ninguno de los dos sabe como seguira la conversación.

Me acomodo en el sofá del salón de la mansión.

—¿Can...c-cancelar? —dice con tono triste.

—Sí. —contesto, inmune a sus lloriqueos.

—¿Por qué? 

—Ya no quiero estar con ellos.

—Necesitas su consentimiento para cancelar su póliza de contrato con nosotros.

—Lo tengo firmado. —agarro el papel de la mesa como si yo pudiese enseñarselo a través del teléfono. —En esta época de mar firmaron un contrato y esa era una de las claúsulas. Podía cancelar su póliza cuando quiera.

—¿Lo saben?

—Eso no es lo importante. —gruño. —Lo importante es que tengo su consentimiento como tú dices. Así que cancela la póliza ya para que se queden sin trabajo.

El hombre —bueno, muerto— inspira aire con fuerza.

—Déjame asimilar esto, ¿sí?

—Inicia el trámite. —ordeno. —Si necesitas algún papel en físico dame una cita e iré. Quiero que Anders pague con todo por traición.

Cuelgo la línea con nada más que decir. Han pasado 4 días del ataque y no hay indicios de que corra peligro, así que hoy vuelvo a mi casa, que ya tiene su puerta reparada.

Anders es el mayor traicionero que existe; sé que los soldados no se inventaron lo de que Anders dijo mi dirección, ya que uno de ellos llevaba una grabadora y la grabación esta subida a las redes, Anders salvando a su amorcito a cambio de la salud de una nación.

Ahora, toda la ciudad los odia, a él, y a toda su tripulación, que a saber donde estarán.

—¿Has preparado la rueda de prensa? —le pregunto a mi secretario cuando entro en el coche, dispuesto a volver a mi casa.

—Sí, jefe. Hoy a las 18:00 en la plaza continua a la torre del reloj de Queensborough.

—Bien.

—¿Qué tienes pensado decir a las preguntas de los periodistas? —dice, mirándose en el pequeño espejo del coche. —Recuerda que los amarillistas son las personas más manipuladoras de este planeta con tal de conseguir información.

—Tranquilo. —sonrío. —En esa rueda de prensa voy a destruir a Anders del todo.

Horas después, me siento en el pabellón del polideportivo de la ciudad, listo para desmantelar a Anders. Voy a contar cosas que son verdad y otras que... que igual no, pero ya que estamos, vamos a destruirle del todo.

Las preguntas de la prensa así como <<¿Qué tiene pensado hacer con la traición del capitán Anders>> <<¿Tendrá cárcel? ¿Podrá volver a entrar a la ciudad?>>

Espero que no me pregunten nada sobre la reciente muerte del príncipe de Guiena, que ha muerto hace apenas unas horas. Me da igual, como si se muere el mismo rey en directo.

No respondo a ninguna, sino que me siento con mi secretario al lado. La gente del Consejo de West Plate me observa en la parte alta del polideportivo, desde un cristal. Sus miembros me escudriñan con la mirada, preguntándome con su mirada, <<¿Qué vas a decir?>>

Suspiro, tocando el micrófono indicando silencio. Todo el público calla y procedo a hablar.

—Bueno... os he convocado aquí, querida prensa, querida televisión... —inhalo profundamente de nuevo, tratando de calmar los nervios que siento. Literalmente estoy sacando a Anders del plano de guerra, dejándolo como un sin nombre cualquiera. Estoy exiliandole de la ciudad, lo que también lo saca del plano de guerra, queriendo decir que ahora solo quedamos nosotros y el Consejo de West Plate frente a lo legislativo y el Ejército de Castilla frente a lo bélico. —Para hablar sobre la alevosía de Anders Hemsworth y que haremos frente a él.

Las voces se alzan de nuevo cuando desvelo el motivo de la rueda de prensa, a pesar de que era más que obvio. 

Vuelvo a tocar el micrófono con suaves toques, indicando que se callen. Segundos después obedecen y alzan sus manos listos para preguntar. 

—Bueno, empecemos. —miro a la prensa, reconociendo algunos periodistas de los canales más reconocidos. Elijo a uno al alzar.

—¿Qué es lo que tiene pensado hacer contra Anders Hemsworth? —me dice. —¿Tiene pensado tomar medidas legales?

Sonrío de lado.

—Bien. Lo que he pensado hacer con ese señor... es que a partir de ahora, será un exiliado en esta ciudad. Nos tracionó, le dió igual si moría alguien más que yo y quería dejaros sin alcalde, ya tan rápido. Así que... decidiré con el Consejo de West Plate si es posible quitarle su nacionalidad y que no vuelva a pisar estas tierras, esté donde esté. También he prescindido de su contrato con La Nueva Orden, ya no trabajará más conmigo ni con ellos.

El barullo se forma otra vez. Suspiro ante la desesperación que me causan estos amarillistas.




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