Quedé como una estatua al escucharlo ¿Quería que leyera ese libro para él? Bueno… es uno de los mejores libros de la historia y no todos tienen el privilegio de poseerlo y mucho menos leerlo.
-¿Solo debo terminar de leerlo en lugar del anciano?- pregunté algo incrédula.
El joven asintió con una leve sonrisa, en sus ojos había un brillo diferente que al comienzo, siento que debería hacerlo, de esa manera sentía que podría hacer algo bueno por el señor fallecido.
-Está bien, lo haré, pero debemos ser completamente sigilosos, no queremos terminar muertos- lo miré fijamente.
-¿Cómo lo conseguiste? Se supone que es algo que las mujeres no deben saber, ni siquiera preguntar por ello- Ladeó su cabeza.
-No tiene por qué saberlo, simplemente debo leerlo, cuando lo termine, quedaré libre de mi palabra- extendí mi mano para sellar la promesa hecha, él estrechó mi mano con algo de fuerza, sí que es un tonto.
Tomé el libro y lo guardé en mi vestido, Mabel y yo regresamos a casa, la escena que veríamos no sería tan agradable como pensamos, había un extraño en casa.
-¡Amelia, has regresado!- exclamó mi abuela en un tono dulce el cual hizo que hasta el vello de mi nuca se erizara.
Asentí con una sonrisa y entré a la sala, así como se me había sido ordenado, había un hombre, parecía ser más alto que yo por unos veinte centímetros, su apariencia no era nada agradable, aparentaba unos treinta años, no había que ser muy listo para entender quién era ese hombre.
-Amelia, él es tu prometido, su nombre es Florentino, es hijo del duque de Somerset su matrimonio será un enorme orgullo a nuestra familia, has de estar en una buena posición, disfrutarás del reconocimiento que te mereces ¿No es una decisión excelente?- Expuso mi madre con una sonrisa.
¡No! ¡Claro que no quería estar casada con un hombre como él! Sus ojos…eran tan oscuros, su presencia causaba en mí unas enormes nauseas, pero no podría negarme, no tenía voz en ese asunto.
-¿Han hablado con mi padre sobre esto?- dije con la cabeza inclinada.
En ese momento sentía como si me cortasen las alas y pusieran grilletes en los pies, no había nada que pudiese hacer, mi única esperanza era que mi padre se negara.
-Sí, él está de acuerdo- dijo la abuela con su característica sonrisa.
No… no podía creer lo que oía, mi padre… está de acuerdo con esta atrocidad.
-Si mi padre está de acuerdo, no presentaré ninguna objeción, él sabe lo que es mejor para mí y confío en que ustedes y mi padre harán lo indicado para su hija- hice una reverencia -Debo ir a mi habitación, así que si me disculpan- me di la vuelta y entré a mi habitación.
-¿Escuchaste eso Mabel? Estoy condenada a casarme con un horrible hombre- dije enterrando mi rostro en la almohada.
-Señorita… - susurró mientras se sentaba a mi lado y acariciaba con suavidad mi hombro -No se sienta tan mal, por lo menos podrá casarse con alguien de clase-
Me senté de un salto con lágrimas deslizándose por mis ojos.
-¿No lo viste Mabel? ¿No viste la oscuridad que había en sus ojos? Era como si hubiese un agujero negro en ellos- llevé mis manos al pecho -Me duele que ellos hagan eso, lo esperaba de mi abuela y mi madre, pero… nunca de mi padre- susurré con la voz quebrada.
-Ellos sólo están preocupados por su bienestar- intentó animarme, pero ella sabía que no era lo mejor.
-Por favor, no me des falsas esperanzas, sé que no es lo mejor aunque ellos lo piensen así- di pequeños golpecitos en mi pecho.
Esto dolía más de lo que había llegado a imaginar, sabía que lo harían, sabía que se moverían rápidamente, pero no quería creerlo, he recibido un golpe muy bajo de la realidad.
En mi interior, apreciaba el hecho de que Mabel se abriera un poco a mí, era la primera vez desde que estaba aquí, que hablaba con tranquilidad y seguridad. Mi mente no deja de pensar y sentir curiosidad por aquel chico, leer para él, será la primera vez que leeré para alguien que no fuera Lady Cora, me sentía ansiosa y feliz de poder hacerlo, por lo menos es algo de calma en esta tempestad, aunque su actitud es algo difícil, ya veremos qué pasa.