No se veía tan grave sin embargo los nervios estaban a flor de piel, sé que él no diría nada para asustarme y esa era la razón por la que estaba tan "calmado"
-¿Qué es lo siguiente que vamos a hacer?- pregunté con la voz entrecortada.
-Debemos continuar hasta que los perdamos.
Hicimos de esa manera, continuamos, pero ellos no se alejaron, cada vez estaban más cerca de nosotros, mi corazón estaba acelerado y mis manos sudaban, no había sentido tanta adrenalina en mi vida.
-Vamos a caminar desde aquí- susurró mientras me ayudaba a bajar del caballo.
Avanzamos rápidamente por una zona llena de árboles, sería más que difícil para los caballos pasar por aquí, estábamos cerca de un precipicio no había ya forma de seguir huyendo, la espalda de Oliver no sangraba y eso era algo preocupante ¿No se supone que debería sangrar? Quizá debería haber escuchado a la tutora.
Aquellos hombres estaban justo delante de nosotros y se acercaban con sigilo, en cuanto a nosotros estábamos de frente a ellos y retrocedimos con pequeños pasos en dirección del precipicio ¿Qué sería de nosotros? Pude observar como Oliver comenzaba a sudar y sus manos estaban temblorosas ¿Estaba asustado? Yo realmente preferiría la muerte que casarme con alguien que no amo.
Lo inevitable sucedió, las rocas sobre las cuales estábamos cedieron y caímos casi tres metros de altura antes de poder sujetarnos a algo, parece que aún la vida no se escaparía de nosotros porque encontramos la forma de escabullirnos a una cueva, no sabía exactamente cómo saldríamos de ahí puesto que había una caída de más de veinte metros fuera de esta, si cayéramos por ahí nos recibirán las afiladas rocas.
-Eso estuvo cerca- dijo Oliver con una respiración mucho más pesada.
-¿Cómo te encuentras? ¿Te duele demasiado?- comencé a revisar su herida.
Había escuchado que en estos casos no era correcto sacar el objeto, así que tendremos que encontrar la manera para llegar a algún lugar en el que podamos recibir ayuda.
-No tengo idea si es algo bueno o malo, pero no siento esa zona de mi cuerpo- señaló el lugar de la flecha.
-Es extraño- susurré.
-Amelia…- tomó mi mano.
-Oliver, estás pálido- mi voz estaba ahogada.
-Creo que esa flecha estaba envenenada- me miró directo a los ojos.
¿Cómo es eso posible? ¿Por qué harían algo así? Mis ojos se llenaron de lágrimas y estás amenazaban con salir.
-Ya se me hacía extraño que no lanzarán más al haberme herido- formó un puño.
-Es mi culpa, debería haber aceptado mi destino y casarme con Florentino, de esa manera no habrías resultado herido- comencé a sollozar.
-No, gracias a esto pude pasar tiempo contigo, conocer y enamorarme de la persona que eres, Amelia, no me importa morir hoy, porque he vivido los mejores momentos contigo en estos pocos días- dijo muy cerca de mi rostro -No tienes idea de lo mucho que te amo, a pesar de que no nos conociéramos de la mejor manera y con las mejores razones- suspiró.
-Pero eso no importa ¿Por qué hablas como si fueses un moribundo? ¡Vamos a salir de esta juntos! ¡No puedes dejarme sola!- exclamé al ver cómo se llenaba de debilidad.
-Amelia… Tendrás que continuar sin mí- se recostó en mi regazo.
-Pero- mis sollozos se hicieron más notables.
-Cariño… déjame estar así, por última vez- unas lágrimas se escaparon de sus ojos mientras formaba una muy diminuta sonrisa.
No puedo, no quiero aceptarlo ¡Él no puede morir! Oliver llevó su mano a mi rostro mientras lo acunaba con ella.
-Sonríe, no quiero que la última imagen tuya que vea sea mientras lloras, quiero llevar junto a mí la imagen de mi maravillosa enamorada y su brillante sonrisa- acarició mi rostro… Sus ojos se cerraron y su mano lentamente se resbaló, dejándome a mí sola, en este cruel y despiadado mundo.