Marca de Erion

Capítulo 4

Oscuridad penetrante. Aire tenebroso. No había luna. Solo un silencio denso, roto por voces lejanas.

James caminaba con pasos lentos, como si cada pisada fuera un golpe sordo a su alma. Sentía un frío helado. De pronto, escuchó un estruendo metálico de espadas chocando. Un sonido que conocía demasiado bien.

Confundido, siguió la fuente del ruido.

Encontró algo tirado en el suelo: cabello negro, ojos cerrados, el abdomen atravesado por dos espadas oscuras. Lo había descubierto.

James despertó de un salto. Su rostro bañado en sudor. La piel erizada.

Era la misma pesadilla. Ver a su madre, Lina, de la peor forma posible. Trató de quitárselo de la cabeza, respirando profundamente.

— Amigo, ¿te encuentras bien? —Chard se había despertado.

James recuperó el aliento.

— Sí —respondió—. Solo fue una pesadilla.

Chard se sentó, sereno.

— Lo sé. Es un sentimiento muy doloroso, la verdad.

James se encogió de hombros. «Es mi primera noche fuera de casa», pensó. Se sentía solo, perdido, angustiado.

— Creo que mi cuerpo aún no comprende que ahora todo es diferente.

— Puede ser —comentó Chard—. Solo necesitas más tiempo para acostumbrarte.

El chico asintió. Se sentía roto, pero las palabras de Chard, su calma, le daban una pizca de esperanza.

Su momento de introspección fue roto por un grito. Chard sonrió al reconocerlo.

— ¡Qué tanto holgazanean, chicos! —chilló Amelia, golpeando la puerta con el muslo como si fuera un balón.

— Como ves, ya estamos despiertos —contestó Chard, divertido—. Y gracias por destrozar la puerta de nuestro dormitorio.

Amelia dio un paso atrás, horrorizada. Se había concentrado tanto en regañarlos que no se dio cuenta de que la había golpeado con demasiada fuerza. James tuvo que taparse la boca para aguantar la risa.

«Destruir propiedad en la Ciudad Refugio... eso debe ser peor que La Puerta del Dominio», pensó James.

Amelia intentó fingir calma.

— Galen seguro repara esa puertecita con su magia. Por cierto, el nos ha llamado. ¿No se han enterado?

Chard negó.

— No hemos escuchado nada. ¿Estás segura de eso?

Amelia afiló los ojos, dándole a Chard una mirada profunda.

— ¿Acaso insinúas que soy una mentirosa?

El ambiente se tensó. James pensó: «Chard va a recibir un buen golpe por bocón».

— ¿Qué sucede aquí, Amelia?

Una figura se hizo presente. Su voz era latente y suave, pero con una clara nota de enfado. Galen estaba detrás de Amelia.

Amelia cerró los ojos y tragó saliva.

— Son estos idiotas, Galen. Se estaban tardando demasiado. Ya todos los demás están allá abajo.

Chard, con vergüenza genuina, se disculpó y le hizo una seña a James para que hiciera lo mismo.

— De acuerdo. No se preocupen por eso, chicos. Por cierto... —Galen dirigió su atención a los restos de la puerta.

Amelia captó la indirecta al instante.

— Mejor salgamos. Se está haciendo tarde. Luego continuamos con esto.

Amelia salió primero, dando chillidos de victoria sigilosamente: había escapado de la reprimenda.

Mientras bajaban por unas escaleras de piedra fósil, James le hizo la pregunta a Chard.

— Chard, ¿tú también tienes pesadillas en las noches?

Chard suspiró.

— La verdad, sí. Todos los que estuvimos aquí al principio hemos tenido esa amarga experiencia. Lo que vivimos fue muy duro.

Chard puso la palma de la mano sobre su pecho.

— Pero no puedes tenerle miedo a eso. Con el tiempo, lo vas superando y sabrás una única cosa: Ellos siempre estarán en tu corazón, apoyándote y protegiéndote.

James entendió. La rabia se disipó. Ahora se sentía libre de esos recuerdos amargos. El alma de Lina estaba en su corazón. Paz.

Una vez reunidos los siete jóvenes en la sala central, Galen pasó al frente, acompañado por Kael, el espadachín de pelo verde del kimono azul.

James notó que Kael lo observaba por encima de todos. «Este tipo me da muy mala espina. ¿Por qué tiene esa cara?».

— Entiendo que aún tengáis dudas acerca de esas marcas —dijo Galen—. Hoy serán aclaradas.

— Todo es muy confuso. Estas marcas no se van ni bañándote —comentó Chelsy, la mejor amiga de Amelia, una chica dulce de pelo amarillo.

— Pero para continuar, debemos ir primero a cierto lugar.

— ¿Qué? ¿Más turismo? —saltó Amelia, insatisfecha—. ¿Nos reuniste solo para eso?

— Déjame terminar de hablar —Galen se aclaró la voz—. Nos dirigiremos al templo de la ciudad. Allí se encuentra el Oráculo, ese famoso artefacto de las leyendas.

Axel se sorprendió.

— ¿El Oráculo? ¿Te refieres al de las leyendas? ¿Está aquí, en esta ciudad?

La incredulidad se apoderó de la sala. Habían oído historias de niños, pero ¿eran reales?

— Nunca lo había escuchado. ¿De qué se trata? —preguntó James, rascándose la cabeza.

Galen comprendió: en Asmalia nadie comentaba nada de leyendas mágicas. Axel se volteó hacia James.

— Es extraño que no lo conozcas. El Oráculo es un artefacto mágico muy importante. Según la leyenda, tiene el poder de dictar profecías que siempre se cumplen. Es sorprendente.

— Así es, Axel. Y hoy lo conocerán por primera vez.

Galen llevó a los adolescentes al templo. En el camino, James pudo ver que la Ciudad Refugio tenía tabernas, tiendas y plazas; una versión mejorada de Wisteria.

Llegaron al templo sagrado: una edificación enorme con un techo rojo puntiagudo. En la entrada, dos estatuas de leones rugientes flanqueaban una gran insignia en forma de Rayo.

— ¡Qué geniales se ven! —dijo Peter—. Pareciera como si rugieran de verdad.

— ¿Por qué tienen esa insignia en forma de rayo? Es parecida a la marca de James —observó Chard.

Kael escupió a un lado, molesto. Galen rió.

— Es la representación de la existencia de los Erion, los héroes más poderosos de la tierra. Fue el Oráculo quien predijo su existencia.




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