El aire en la cámara golpeó a James con la densidad del plomo.
"¿Esto es una broma? No, es demasiado frío."
James se quedó con la boca abierta, los ojos fijos. Un escalofrío helado le subía por la columna. Sus compañeros eran figuras de cera, congeladas por el impacto de esa máquina imposible.
Las rodillas de Amelia repicaban como un metrónomo del pánico. Chard cayó de rodillas de la impresión, mientras Peter se atragantaba con su propio grito. Chelsy y Shin se convirtieron en un nudo de terror, buscando en el otro un refugio inútil.
Solo Axel, se mantuvo en pie. Pero incluso en sus ojos, James vio el tic nervioso.
—Las leyendas son ciertas, me temo. No hay otra explicación racional. Esto... es un artefacto de otro mundo.
El Oráculo era una masa de lógica imposible, teñida de un amarillo dorado y opaco, como un sol antiguo y moribundo. Tubos de latón trenzado, gruesos como pitones, sostenían su cuerpo mientras el metal latía con un calor suave. Era un corazón artificial de pura energía.
—Siempre me da... un ataque de nervios aquí —dijo Galen, su voz era un hilo fino bajo la presión.
Kael se limitó a un asentimiento rígido. El tipo era un muro, pero James podía sentir la incredulidad tensándole los hombros.
Chard se recompuso, limpiándose el sudor helado de la frente.
—Galen —articuló, con los labios secos—. ¿Qué es el Oráculo exactamente?
El mentor bajó la mirada, visiblemente incómodo.
—No es fácil. No es solo un artefacto. Tiene consciencia. El Oráculo es la forma que tenemos de comunicarnos con... los dioses.
La palabra golpeó a James como una descarga de rayo. Dioses. Genial. ¿Ahora estamos en una fantasía barata?
—¿Hablar con nosotros? ¿De verdad? —inquirió Axel, cruzándose de brazos para anclar su calma.
—¡No entiendo nada! ¿Qué tenemos que ver con los dioses? ¡Saquen de aquí! —estalló Peter, su voz un falsete de pánico.
El Oráculo respondió a su grito. Un fuego rojo carmesí irrumpió, obligándolos a retroceder. El poder era abrumador. Galen se inclinó de inmediato.
—¿PERMITÍS EL GRITERÍO EN MI CÁMARA? ¿IGNORÁIS VUESTRO LUGAR? —La voz no tenía un origen fijo; vibraba dentro de sus cráneos, un sonido metálico y opresivo.
Galen y Kael cayeron de rodillas.
—Disculpad, mi Señor. Los chicos están confundidos —dijo Galen, con la frente tocando el suelo—. Los he traído aquí tal como ordenasteis.
Amelia se sobresaltó con una ira helada.
—¡Tu plan siempre fue entregarnos! ¡Todo fue una mentira!
—¡No! ¡Galen no es así! —gimió Chelsy, incapaz de decidir entre la lealtad y el horror.
—¡Es obvio! ¡Los dioses lo han dicho! —replicó Amelia.
—¡Silencio!
La voz regresó, cortante, con la cualidad de diez mil ecos. Se centró en Amelia.
—Niña. Insensata. No fuisteis entregados. El plan de vuestro mentor no es mentira; es simplemente una pieza que vuestras mentes limitadas no logran ver en su totalidad.
Amelia palideció. Se encogió bajo el peso del juicio divino y retrocedió sin atreverse a replicar.
Galen sintió un respiro. Él y Kael se pusieron de pie, la luz del Oráculo regresando a un ámbar tenue.
—Señor, os ruego, dictad la profecía. Es el único camino para que acepten su destino.
El fuego se desvaneció por completo. Un silencio tenso se apoderó de la sala. Todos contenían la respiración.
—Siete jóvenes aparecerán en el mundo…
—Se refiere a nosotros —susurró Axel.
—Escuchad —suplicó Galen.
—Siete jóvenes que poseen un poder especial heredado de héroes antiguos. Serán conocidos como Erion, y llevarán a Wisteria a la libertad, derrotando al Rey Cedric de forma definitiva. Sin embargo…
Esa última palabra golpeó a James en el pecho. Aquí viene el dolor.
—Los siete no saldrán victoriosos. Uno desertará, ejecutando la más oscura de las traiciones. Más otro morirá en batalla.
El Oráculo se apagó completamente, el silencio que dejó atrás era ensordecedor.
James sintió un nudo en el estómago. Traición. Muerte. Inmediatamente escaneó el rostro de sus compañeros. ¿Amelia, que acababa de explotar? ¿Peter, siempre al límite? La paranoia era un veneno instantáneo. ¿Quién sería el traidor?
No pudo pensar más. Las marcas que los acreditaban como Erion comenzaron a brillar con una luz cegadora.
—¡Nuestras marcas! —Amelia fue la primera en gritar, su palma brillaba con un azul intenso.
—Están reaccionando a la profecía —dijo Axel, conteniendo el aliento—. Nuestros poderes están brotando.
La marca de James explotó en una luz amarilla, con la forma de un rayo serpenteante. Luego vino el dolor. Sintió calambres de electricidad pura recorriendo cada nervio, seguidos de un frío abisal.
—¡Me estoy congelando! —jadeó James, tiritando violentamente—. ¡Siento que mis huesos se van a astillar por dentro!
—Calma —dijo Galen—. Son solo los primeros síntomas. La energía espiritual se está acostumbrando al cuerpo.
—¿Estaremos así siempre? —preguntó Shin, cuyas piernas se sentían tan pesadas y rígidas como si una corteza de piedra le cubriera la piel.
—No, esta es la fase inicial. Nuestro siguiente paso es el control. No podemos arriesgarnos a un accidente.
Comprendieron. Ya no eran jóvenes normales. Una fuerza incierta corría por sus venas. James notó cómo el frío y los calambres disminuían lentamente, concentrándose en un núcleo de poder en su pecho.
—Dejen que sus cuerpos se adapten —ordenó Galen—. Esperaremos dos días. Si están estables, empezamos el entrenamiento.
La tensión se rompió. El pánico de Peter se evaporó, reemplazado por la excitación.
—¡Entrenamiento! ¡Genial! —exclamó Peter, con un brillo salvaje en los ojos.
—Sí. Aprenderán combate y a usar sus dones.
Kael y yo supervisaremos.
Kael, al oír su nombre, soltó un suspiro de resignación profunda. Definitivamente, el viejo cascarrabias no quería hacer trabajo extra, pensó James.