Marca de Erion

Capítulo 8:

La celebración se desbordaba en el claro de entrenamiento. El aire, hasta hace poco tenso por el esfuerzo de la batalla simulada, vibraba ahora con risas, vítores y aplausos. El cuerpo de James asimiló el nuevo poder tras el triunfo colectivo. Las molestias internas y los desvelos que lo habían atormentado acabaron ese día; la duda se había purificado.

No podía creerlo. Estuvo en la oscuridad por unos segundos, forcejeando con los vestigios de su antigua personalidad. Ahora, ya no sentía miedos; una calma desconocida, sólida como la piedra, se había asentado en su pecho, dándole una base firme por primera vez.

—¡Buen trabajo! —comentó Galen con orgullo, sus ojos sabios brillando con aprobación, a pesar de su reciente preocupación—. Pero esto es solo el principio. Vendrán más retos. Tienes que estar preparado.

Todos estaban alegres por la proeza del trabajo en equipo. Incluso Peter lo felicitó con una sinceridad inusual, sin ninguna arrogancia. Solo uno se mantuvo alejado, consumido por la amargura.

Axel tumbó el último de los señuelos, un muñeco de paja ya deshilachado, en la zona más sombría del campo, cuando se percató de la euforia a lo lejos. Sus ojos, dos ascuas frías, mostraban el fuego del enfado. La mandíbula se le tensó al punto de dolerle, y sus manos se cerraron en puños que temblaban. El ruido de la celebración era una burla personal.

Su objetivo de ser el primero en el entrenamiento era para afianzar su superioridad ante el resto, para demostrar su valía. Había sido opacado por alguien que consideraba menor, un oportunista que robó la atención con un golpe de suerte. El brillo que siempre mostraba se apagó. Sintió un sabor metálico de derrota y humillación en la boca, amargo como la hiel.

—James, eres un maldito —su voz sonó llena de irritación, apenas un susurro áspero que juró no olvidar. —Pagarás caro por todo esto.

Al ver cómo el chico era el centro de atención, rodeado por la admiración de sus compañeros, la furia aumentaba, calentando su pecho como un carbón ardiente.

Los logros de James fueron observados por Kael, quien, sin embargo, no estaba convencido. Todavía creía en el destino cruel que le esperaría al propio James, un camino de sacrificio que apenas comenzaba.

La celebración fue interrumpida abruptamente. Un visitante llegó de forma inesperada.

Apareció con un destello azulado y el crujido del aire al doblarse. Era el inconfundible sonido de una teletransportación avanzada. Su vestimenta, una túnica de terciopelo oscuro bordada con símbolos astrales, era la de un auténtico mago viajero. Su pelo era de un azul intenso, casi eléctrico. Su apariencia lo hacía ver joven, pero sus ojos denotaban cansancio.

Galen lo identificó al momento.

—Mert. ¿Qué sucedió? No pensé que regresarían tan pronto.

El joven Mert vaciló un poco, su rostro se veía grave.

—Teníamos que hacerlo, Galen —dijo con tono preocupante—. Las defensas de Wisteria están extrañamente activas. Ellos se están moviendo, de una forma sospechosa.

Galen frunció el ceño confuso. El gesto hundió un pliegue profundo entre sus cejas canosas.

—¿Estás seguro de eso? ¿Buscan un objetivo específico?

—Así es —afirmó el mago, asintiendo con gravedad—. Pareciera que buscan algo o alguien, una presencia que se ha manifestado recientemente.

Galen pensó por un momento. Recordó el encuentro con el Oráculo hacía cinco días, la profecía confirmada. Las marcas de la profecía habían brillado cuando este Oráculo terminó de hablar, una señal que indicaba el despertar de los Erion. Se preguntó si este destello de luces se habría visto en la capital de Wisteria.

No, no había tiempo para dudar. Esa era la explicación más probable. El nacimiento de los Erion había sido detectado.

—Gracias, Mert. Regresen de inmediato. Informen a los rebeldes del exterior, pero sin exponerse.

Después de esta conversación, el joven mago desapareció disuelto en las sombras, usando su magia para un rápido escape.

—Kael —dijo Galen, serio. Su voz había perdido todo rastro de calidez, volviéndose seca y urgente. —Hay que agilizar el entrenamiento a toda costa. Se volteó hacia Kael, sus ojos fijos—. Cuento contigo.

Kael suspira, su porte se encorvó ligeramente por la carga del destino.

—Me ocuparé de ello —aceptó.

Galen, dejando a cargo a Kael, se dispone a marcharse. James lo detiene sin previo aviso, impulsado por su intuición.

—¿A dónde vas, Galen? —preguntó—. ¿Ocurrió algo grave?

Galen niega con la cabeza, manteniendo la calma por el bien de los chicos.

—Tu deber ahora es concentrarte en tu entrenamiento ¿De acuerdo? Tengo que resolver algunos asuntos en la Ciudad Refugio, estaré de vuelta en poco tiempo.

Con ayuda de la magia de teletransportación, Galen desaparece sin dejar rastro.

Finalizado el entrenamiento del día, los Erion regresan a la base, pero la conversación de Galen sigue en sus mentes.

—Todo esto es muy raro —analizó James, pensativo—. La cara de Galen era diferente, parecía muy preocupado.

—¿Crees que eres el único que se dio cuenta? —Amelia saltó, sus sospechas eran iguales—. Algo grande está pasando, y no quieren asustarnos.

—Lo importante es estar alertas. Sea lo que fuera, no parecía nada bueno —agregó Chard, su mente ya buscando información en la biblioteca de la base.

Mientras los jóvenes debatían, Galen reunió a varios seres en la amplia plaza central de Ciudad Refugio, un espacio empedrado que servía de corazón a la resistencia. Sabía que Kael tendría entretenidos a los chicos de la profecía, así que podría trabajar sin problemas y con la verdad.

Entre los reunidos se encontraban magos con varitas en mano, espadachines con las fundas desgastadas, elfos de orejas puntiagudas y arqueros. Cada uno era de diferentes tamaños y niveles, pero casi todos eran guerreros de experiencia, veteranos de la Gran Guerra.

Galen se dirigió a la multitud de luchadores.




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