Marca de Traición (saga Corona de la Reina 1)

IV

Lo primero en el plan era ubicar aquel documento, Michael le pidió el favor a Malakai quien aceptó sin dudar, por otro lado Asena tenía que convencer a Rowan  que aun lo amaba, aquello no era del todo mentira pero ahora no podía mezclar los sentimientos con sus planes a futuro.

Como presagio del destino, encontró en su habitación una bella caja sobre su cama.

Te espero en el lago tras la cascada

Rowan 

Un hermoso traje de montar estaba dentro junto con la nota y el nombre del caballo que debería llevar, al parecer sería más fácil de lo que pensaba. Se vistió con aquellos ajustados pantalla nes negros que remarcaban sus caderas  y se colocó encima el abrigo rojo que le llegaba a la rodilla , maquilló sus ojos con Khol y pintó sus labios rojos combinado con su traje, tenía una noche para convencerlo de casarse y así convertirse en la futura reina.

Tomo al caballo de los establos y se encaminó al bosque que colindaba con el castillo, los árboles pasaban veloces a su lado, sentía su corazón sincronizarse con el galopar del animal, una parte tenía terror de lo que fuera a ocurrir era noche y la  otra lloraba con ansias volver a verlo sin embargo ninguno de los dos había contado con que era el mes de Julio y las lluvias estaban por comenzar, las pequeñas gotas mojaban las manos de Asena, había olvidado traer una capa y algo que la cubriera si que solo atinó a cubrirse con el saco pero  la lluvia pasó a ser un aguacero acompañado ruidosos truenos.

Asena no podía ver bien por la lluvia, el cabello se le pagaba al rostro y los truenos parecían cada vez más fuertes. En algún momento el caballo se asustó lo suficiente como para pegar la carrera hacía cualquiera dirección, Asena le gritaba  que se detuviera pero el caballo solo parecía acelerar con cada detente que ella decía.

La pelinegra se encontraba lo suficientemente lejos del castillo como para que nadie la oyera pero aún así seguía pidiendo auxilio;  entonces, cuál jinete fantasmal, de entre la lluvia un corcel negro se apreció siendo montado por un soldado.

 

— Salte — le gritó — Salte, yo la sujeto—

— ¿Acaso está loco? — se aferró al cuello del caballo

 

El hombre intentó detener al animal pero este solo lo ignoraba y seguía alejándose de él.  

 

—Está muy asustado, no me hará caso,  solo Salte — ella se negó — Confía en mí , yo te atrapó —

 

Asena despegó su rostro del cuello del animal y miró de reojo al jinete, su cuerpo completo estaba cubierto por una enorme capa negra dejando a la vista solo parte de su rostro, era tétrico pero era su única salida. Con mucha miedo saltó hacia él, espero el golpe del grado mojado contra su espalda pero este nunca llegó pues una mano sujetaba su cintura fuertemente jalandola hacia su caballo, sus manos se aferraron a los hombros del jinete quien detuvo su galopar para ver si estaba bien. Asena levantó la mirada lentamente miró a los ojos a su salvador, negro como el ébano más puro, una mirada que gritaba peligro en todo momento pero por alguna razón ella no podía dejar de mirarlos.

 

—       Le dije que confiara en mí — su voz, ronca y profunda caló en sus huesos 

 

Su sonrisa ladina y arrogante lo volvió más intrigante a los ojos de Asena, le hubiera gustado descubrí más detalles de aquel enigmático hombre pero una máscara cubría casi la mitad de su rostro. El tiempo se paró para ambos, él mantenía una mano en su cintura, y con la otra retiraba el mojado cabello de su rostro. Dorian no dejaba de mirar las delicadas facciones de esa mujer, sus grueso labios fruncidos en disconformidad y sus mejillas arreboladas por la adrenalina, Dorian podría presumir de haber salvado a un Ángel mientras Asena temía haberte encontrado con un diablo.

Pero el encuentro no duró  mucho, Asena aún tenía que llegar a la cascada antes de anochecer pero el joven, cuyo nombre aún no sabía, se negó a dejarla ir. 

 

— no tiene un caballo y esta lluvia no parará en horas, permítame llevarla a una posada —

— agradezco su ayuda joven pero esta noche no hay tormenta ni bestia que me impida ir a la cascada — Su voz, un par de tonos más bajo, fue severa y demandante

 

Dorian vio en los ojos de aquella misteriosa mujer que no iba a poder convencerla esa noche sin embargo dejar a tan bello angel sin protección en medio del bosque hería su orgullo de guerrero.

 

— Permita acompañarla entonces — pidió — en cuanto llegue su cita me retiraré — 

 

Asena no sabía en dónde estaba y no recordar en dónde quedaba la bendita cascada, un poco de ayuda no le vendría mal. Se acomodó sobre el caballo, con su espalda pegada al fuerte pecho de aquel hombre, miró hacia abajo rápidamente dando con el brillo de lo que suponía era una daga enganchada a la pierna de aquel sujeto, con una sonrisa traviesa deslizó su mano por la pierna del jinete hasta llegar al arma. 

 

— Le advierto que si intenta algo indebido no dudaré en matarlo — 

— créame, no me atrevería — 

 

El jinete acomodó su capa sobre los hombros de Asena cubriéndose  un poco de ella lluvia y cabalgó rumbo a la cascada. 

En algún punto de la travesía Asena se había dormido, no esperaba que quedará tan lejos pero se levantó sobresaltada cuando la mano del jinete presionó el costado de su cintura. 

 

— No se mueva — murmuró contra su oído — tome la daga de mi pierna y quiero que corra lo más rápido que pueda en dirección al sur— 

— ¿!Que!? es lo que está haciendo maldito bas…— comenzó a quejarse pero él la mandó a callar.

— Solo corra, iré por usted se lo prometo pero ahora váyase — 

 

Si decir nada más la lanzó del caballo, su espalda fue a golpear contra el duro suelo pero antes de que pudiera quejarse el caballo se echó a correr al lado contrario. Sin la bulla de la respiración de aquel hombre Asena pudo escuchar mejor al bosque y ver por qué su salvado le había pedido uir. 




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