En las calles del pueblo festejaban La Noche de los Arrepentimientos, una carnaval donde los pueblerino se llenaban de valor y se declaraba a su amor platónico, se casaban con la persona prohibida y terminaban a quien no amaban. . Si un pobre pedía la mano de su amada adinerada la familia no se podía negar por el simple hecho de la fecha, una fiesta absurda y tonta para los más viejos pero para otros era un día especial en el que podían arriesgarse a perderlo todo o ganar demasiado .
Los príncipes habían salido a disfrutar de aquella fiesta, cada uno con un propósito diferente, Nathan planeaba encontrar una nueva aventura y Rowan, bueno, el iba camino a la horca.
— Sigo sin entender por qué padre desea que me case tan pronto — refunfuñó Rowan
— El príncipe de Frice está casado y tiene apenas quince años — explicó su hermano — es normal, padre tema dejar el gobierno en tus estúpidas manos —
— amenos viviré más que tú — respondió burlándose de los hobbies de su hermano
Nathan Darfury "el domador de mares" había optado por una vida lejos de palacio, si bien su padre le había otorgado el puesto de príncipe heredero Nathan pensaba que aquel puesto era para él, un bastardo hijo de alguna cortesana sin nombre, Rowan había nacido para poner su trasero en aquel trono, Nathan nació para ser libre.
Y se arraigaron a ella con uñas.y dientes tanto como pudiera, lo bueno de ser el bastardo despreocupado de la familia es que sus padres lo trataban con más libertad librándose por completo de aquellos odiosos matrimonios conciliados.
— Mi querido hermano, sabes muy bien que haría todo por ti — pasó un brazo por sus hombros — pero cuando me negué a gobernar también me negué al matrimonio —
— Quien como tu mi bruto hermano — se mofo — No me sorprendería tener un par de sobrinos bastardos por el mundo —
Una broma con un toque de verdad, era bien sabido que el príncipe mayor dejaba corazones rotos en los puertos que pisaba, sus "indiscreciones" , como lo llama su madre, eran conocidas en todo el reino pero eso no le quitaba lo coqueto.
— Si así fuera Rowan te seguro que te nombrarse padrino de cada uno —
Continuaron su camino a los vendedores de máscaras para el carnaval y con más de una mujer coqueteando le a Nathan y Rowan, el príncipe menor no dejaba de mirar el reloj en su muñeca, eran pasadas las diez de la noche y había quedado con Asena a las nueve, llevaba una hora de retraso ¡Lo estaba arruinando todo!
— Tienes que ayudarme a salir de aquí — le rogó a su hermano — tengo una cita muy importante —
— No llevamos ni hora en palacio y ya concertarse una cita — Nathan se limpió una lágrima imaginaria — te he enseñado bien —
— Basta Nathan — lo empujó — tengo que ir a ver alguien importante y debo irme ya —
Nathan dió una mirada rápida, a su detrás cuatro guardias custodiaban su salida, órdenes de su padre; la única forma que Rowan saliera de ahí era de la mano de la dama que esperaban
— De todas las mujeres que padre ha traído y tenía que ponerme con ella — bufo Rowan
— Briella puede estar rodeada de muchos rumores pero hace poco acaba de heredar una tropa de diez mil hombres y una fortuna inimaginable — miró a su hermano — por eso que padre te pide que salgas con ella, desde aquí puedo escuchar las campanas de boda querido hermanos — golpeó su hombro
— Cállate imbécil — comenzó a caminar de espaldas para encarar a su hermano — ¡No pienso pasar tiempo con ella! Mucho menos casarme, Ni con todo el dinero del mundo — estiró sus brazos dramatizando sus palabras pero una de sus manos impactó con la cara de alguien.
Mientras Nathan intentaba aguantar la risa y poner cara de sorprendido Rowan giró rápidamente para ver contra qué desafortunada alma había dado a parar su mano; en el suelo una dama de cabellos rojizos cuál fuego sacudían su, ahora sucio, vestido verde con una bella mancha de vino en medio de toda la falda.
Rowan le lanzó una mirada de reproche a su hermano quien no dejaba de reírse de su desafortunada suerte por qué frente a él estaba Briella Petrova, Rowan la recordaba como la chillona niña que venía todos los veranos a visitarlo en su casa de verano, aquella regordeta niña de coletas mal hechas y dientes torcidos pero su recuerdo se quedaba lejos de lo que veía ahora.
Briella había crecido, su cintura se veía diminuta en aquel corsé manchado, y su rostro fino y afilado decorado por unos carnoso labios y pequeña nariz. Estaba bellísima.
—Mil disculpas mi lady — se acercó a ella para ayudarla a levantarse — la torpeza de mi cuerpo a arruinado su bello traje, como lo siento —
Briella estaba lista maldecir a aquel hombre hasta su siguiente vida pero cuando alzó la vista y vio el rostro del “apuesto príncipe” sus mejillas enrojecieron tanto como su cabello
— Discúlpeme usted a mi príncipe — se inclinó en reverencia — tenía que haberme fijado por donde venía—
Sus ojos, de un verde bosque, estaba llenos de vergüenza tanto que no se atrevía ver a Rowan a los ojos quien aún seguía embobado de lo bella que se había puesto su fastidiosa vecina.
—Lady Petrova porque no permite que mi despistado hermano pague su atrocidad —intervino Nathan señalando el sucio vestido
Briella se negó pero la insistencia de los príncipes terminó por convencerá de ir a comprar un nuevo vestido en compañía del príncipe Rowan quien, más avergonzado de Lo que debería, no dejaba de disculparte cada dos por tres.
— Príncipe le ruego que deje de disculparse conmigo,si continúa así me veré obligada en darle mi mano en matrimonio — dijo con voz cantarína y burlesca
— En tal caso serìa un honor aceptarla — sonriò con picardía
Lejos había quedado la niña de siete años que lloraba por su atención pero ahora Ana Briella Petrova se había convertido en toda una mujer de espléndida belleza y modales envidiables, su sonrisa blanca y perfecta y sus ojos, aquel verde bosque, loño observaban con coquetería y picardía.
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Editado: 14.06.2020