Volver a preguntar para ver si escucho mejor la respuesta.
Me arrodillo a su lado para poder estar más cerca de su boca y le vuelvo a preguntar.
—Tierra —consigue articular el hombre señalando a una esquina de la cueva.
—¿Tierra? ¿Traigo tierra?
Su cabeza rubia se mueve de arriba abajo con dificultad, miro a mi alrededor y veo una pequeña vasija en la esquina donde me está señalando. Cojo un puñado de la tierra que hay en su interior y vuelvo al lado del desconocido.
—¿Y ahora qué? —inquiero aterrada al ver la cantidad de sangre que ha perdido.
—Herida —murmura con la voz casi apagada y desgarrando la camisa.
Observo la herida con horror. De ella brota mucha sangre y tiene la piel quemada a su alrededor. Aplasto la arena junto a la abertura con las manos temblorosas y las lágrimas cayendo por mis mejillas.
La tierra se pega al cuerpo masculino como si se tratase de pegamento y absorbe la sangre y la quemadura con eficacia.
No puedo dejar de mirar con asombro. ¿Cómo es posible que la tierra pueda sanarle? ¿Qué criatura es este hombre?
Mi cabeza comienza a palpitar de dolor, mi visión se vuelve borrosa y la cueva se mueve bajo mis pies. Cierro los ojos con fuerza y caigo inconsciente encima del pecho del hombre tumbado en el suelo.
No sé cuánto tiempo he estado inconsciente. «Por los dioses, ¿cómo he llegado a esto?», me pregunto levantando los párpados para encontrarme con unas paredes de tierra a mi alrededor. Busco al hombre por toda la estancia, pero parece que estoy sola.
«Esta es mi oportunidad. ¿Debería irme de aquí?»
1. No, será mejor que espere al hombre.
2. Sí, me voy de inmediato.