No, será mejor que espere al hombre
Me levanto del catre al que no recuerdo haberme acercado y deambulo por la estancia, investigando y curioseando para saber un poco más de mi… ¿salvador?
En la cueva solo parece haber lo imprescindible para estar cómodo: un catre para dormir, una silla de madera para sentarse junto a una mesa redonda, una encimera para preparar la comida, una pequeña hornilla donde calentar la comida y la vasija con la arena que eché encima de la herida del chico anoche. «TN, ¿qué estás haciendo? Estás con un extraño desconocido, ¿por qué no te largas?», me digo al llegar a un baúl lleno de espadas, dagas y cuchillos.
Retrocedo cuando la cordura vuelve a mí, doy media vuelta sobre mí misma, miro hacia la abertura por donde Pavel entró conmigo y corro hacia ella para escapar de inmediato.
Estoy a solo un paso de ella cuando el enorme cuerpo del chico aparece delante de mí y me obliga a detener mi carrera. «¿De dónde ha salido?», me pregunto retrocediendo sobre mis pasos.
—¿Te ibas? —me inquiere con voz grave y siguiendo mis pasos, un poco amenazante.
—Iba… Iba a buscarte. ¿Dónde te habías metido? ¿Cómo te encuentras? —me intereso para que no sepa mi verdadera intención de huir.
—He ido a por comida —me dice levantando una liebre muerta en su mano—. Me encuentro bien, gracias. Tu cuidado me ha servido de mucho.
—Me alegro.
—¿Tienes hambre?
—Estoy famélica —sonrío para que aleje cualquier sospecha sobre mí y se dirige hacia la encimera para comenzar a quitarle la piel a la liebre.
—Puedes empezar a preguntar lo que quieras saber mientras preparo la comida —comenta cogiendo el cuchillo de su bota para hacer un corte en el cuello del animal.
Las preguntas se amontonan en mi mente y no sé por dónde empezar. Respiro hondo y comienzo con una que me parece importante:
1. ¿Qué era esa criatura?
2. ¿Quién eres?