Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 8

Me voy, necesito muchas respuestas

 

Se da la vuelta para echar las piezas de la liebre en una olla y aprovecho para correr hacia la abertura. 

Mi carrera es veloz y no puedo parar la velocidad al recordar que está a muchos metros por encima del suelo.

Grito mientras mi cuerpo cae por el precipicio y cierro los ojos para que el suelo de hojarasca no sea lo último que vea ante mi inminente muerte.

Estoy esperando con temor el golpe mortal cuando siento que alguien me agarra y recibe el gran golpe por mí. 

Abro un ojo con miedo y veo el cuerpo del hombre bajo el mío. Sus brazos me inmovilizan entre ellos con fuerza. 

Clava su mirada verde penetrante en mí, con una mueca de dolor, y casi puedo sentir que quiere asesinarme por mi imprudencia.

—Deberías ver por dónde andas —me recrimina al incorporarse conmigo y quedar sentado en la hojarasca.

—¿Por qué está la entrada tan alta? —pregunto, un poco intimidada al estar sentada en el regazo de él.

—Porque así no entran animales y no pensé que estuvieras tan loca como para correr sin mirar al suelo —gruñe, agarrando mis brazos con sus enormes manos para alejarme de él sin mucha delicadeza. 

Mi timidez se esfuma ante tal acto por su parte, me levanto sacudiendo las hojas secas que se han quedado pegadas en mi vestido azul oscuro de terciopelo y me agarro la falda para comenzar la carrera por el bosque en busca de una carretera para orientarme. 

No doy muchos pasos cuando el chico se interpone en mi camino y me levanta para apoyarme en su hombro como si fuera un saco de patatas. 

—¡Suéltame, animal! —le grito en el oído.

Mi táctica de sobresalto dejándolo sordo no ha funcionado ni por asomo, por lo que, no me queda más remedio que patalear, gritar y dejarle algún que otro puñetazo en la espalda.

—No vas a ir a ningún lado, excepto a las Montañas Carpias, con el rey —me advierte sin inmutarse por mis golpes. 

—No iré a ningún lado contigo hasta que no hable con mi madre. Ella tendrá las respuestas a las preguntas que se agolpan en mi cabeza.

La caminata del hombre se detiene, me deja en el suelo sin soltar mis brazos para que no huya y clava su mirada penetrante en mí. 

—Hagamos un trato —me pide sin soltarme—. Te llevo para que hables con tu madre, pero tenemos que estar de regreso en la cueva antes de que anochezca.

----------------------------------------------------------Nota Autora------------------------------------------------------------------------

Pues nada, leed tranquilos, no habrán más opciones. Lo continuaré sin más. 




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