—Me parece bien, pero voy a añadir algunas más. Para empezar, no puedo estar a menos de un metro de ti si estoy en el backstage o en la pasarela, así que, esa regla es para cuando no estoy haciendo mi trabajo. Y, para terminar, no te acostumbres a que te obedezca. Solo lo hago por el bien de mi trabajo y reputación.
—De acuerdo.
El hombre hace un pequeño movimiento con la mano y mi brazo cae hasta el catre cuando la tierra que me apresaba se esfuma.
Refriego mi mano por mi muñeca al sentirla dolorida por intentar zafarme del agarre y me levanto para dejar que me coja en brazos.
Está a punto de levantarme del suelo cuando lo paro de inmediato.
—Espera. No puedo aparecer en el desfile vestida así. ¿Podríamos pasar un momento por mi piso para cambiarme? —le pregunto con voz lastimera.
—Ponte el vestido.
—Ni hablar. No puedo aparecer con el mismo vestido que utilicé en el desfile de mi amigo.
—Por los dioses. ¿Sabes? Cuando acepté esta puñetera misión no pensé que sería tan difícil llevarla a cabo. Creo que esta es la más difícil de toda mi larga carrera como general del rey —comenta pasando su brazo por debajo de mis piernas y rodeando con el otro mi cintura para levantarme del suelo.
—Me siento extrañamente halagada por ello —rodeo su cuello con mis brazos para sostenerme en la carrera y una sonrisa se dibuja en mis labios.
El chico resopla, se encamina hacia la abertura, se lanza para llegar al suelo de hojarasca y comienza a correr a toda velocidad esquivando los troncos caídos con agilidad.
—Supongo que no tengo que guiarte hasta mi piso, ¿verdad? —le inquiero en plena carrera.
—Supones bien.
Me deja en el suelo cuando llegamos al portal, subimos, me cambio de ropa y regresamos a la carrera para cruzar el río Nolae hasta Mulson.
Pavel salta hasta la otra orilla y frena a mitad de camino, antes de salir del bosque y entrar en la ciudad.
—¿Por qué te detienes? —le pregunto desconcertada al ver que sus ojos no paran quieto en ningún punto.
Me deja despacio en el suelo de hojarasca, me guía con su brazo hasta quedar detrás de él, protegida, y escucho un gruñido proveniente de la copa de un árbol.
Miro hacia arriba con un poco de miedo e, inconscientemente, agarro con fuerza la camisa blanca del general.
—Mijaíl me adorará cuando le lleve el mejor regalo de la historia —sisea un demonio cayendo con una rodilla hincada en la hojarasca.
—TN, recuerdas mis reglas, ¿verdad? Añado una más. Obedecerás sin rechistar —me susurra el chico sin apartar la mirada de la criatura—. Ve al desfile cuando te dé la señal.
«¿Me está tomando el pelo? ¿Quiere que me vaya y lo deje solo con esa cosa? ¿Qué debería hacer?»