Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 15

—No me moveré de aquí, así que, cuenta conmigo para acabar con esa cosa —le aseguro aferrada con fuerza a su camisa. 

—Por los dioses. ¿Me obedecerás alguna vez? —se queja con los dientes apretados por la rabia.

—No, vete acostumbrando a ello si vas a seguir siendo mi guardaespaldas. 

—Está bien. Quédate aquí. Intenta no intervenir para que no me preocupe por tu salud. 

—Muy gracioso. Te recuerdo que en la última batalla te hirieron a ti. 

Pavel gruñe, se lleva la mano al cuchillo que guarda en la parte trasera del cinturón de su pantalón y se abalanza sobre el demonio. Éste lo esquiva con agilidad y el general parece estar sorprendido por ello. 

Me muevo hacia un lado para tener una mejor visibilidad y poder ayudar a mi protector cuando los ojos rojos de la criatura se clavan en mí. Hace un movimiento rápido para deshacerse del hombre y corre hacia mí con una sonrisa malévola en los labios. 

«Mierda», blasfemo hundiendo los pies en la tierra mojada para tener un mayor agarre. 

Muevo mis manos alzando todos los troncos caídos que encuentro a mi alrededor y los lanzo hacia el demonio. Éste esquiva los dos primeros, pero no ve llegar el tercero que lo hace chocar con un roble macizo. 

Hago que el tronco lo sostenga con fuerza, pegado a la corteza, cuando un cuchillo vuela hasta su corazón y deja de moverse. 

La sangre negra del demonio brota de su boca para dejar salir su último aliento y me acerco con rapidez hacia el general cuando veo que se saca un cuchillo del costado. 

La herida no tiene buena pinta y, sin darme cuenta, una lágrima rezagada resbala por mi mejilla. 

—Debiste irte —me reprende con la respiración entrecortada, sentado en el suelo con la espalda apoyada en un árbol cercano. 

—Y ahora estarías muerto, animal —intento disimular la congoja que me atasca la garganta y retiro las hojas secas para conseguir la tierra de abajo—. Está mojada, ¿eso importa? 

Él niega con la cabeza, agarro un puñado con la mano y la aplasto contra la herida. Su rostro se desencaja al gesticular una mueca de dolor.

—Ya está bien, gracias. Vete al desfile, te esperaré aquí —me dice alejando mi mano de su costado para que deje que la tierra haga su trabajo. 

—¿Y si aparece otro demonio? No podrás con él —le pregunto, preocupada de dejarlo solo en esas condiciones. 

—Estaré bien. Me recuperaré pronto. Vete al desfile.

«¿Qué debería hacer?»

 




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