Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 16

Me voy. Seguro que estará bien, sabe esconderse

 

No estoy muy convencida de dejarlo solo y a la intemperie, pero debo cumplir un contrato o desembolsar una gran suma de dinero que me dejaría casi en la ruina. 

Observo que la tierra pegada a su herida ya está haciendo su trabajo, por lo que asiento con la cabeza, lo dejo en una posición más cómoda y hago una pequeña barricada con ramas y troncos caídos para esconderlo de los animales y demonios que puedan deambular por el bosque a esas horas de la noche.

—No tardaré. No te vayas a ningún lado —le advierto con un dedo amenazador delante de su rostro.

—Cualquiera diría que ahora no quieres deshacerte de mí —me dice el chico con una sonrisa en los labios.

—Muy gracioso. Me voy.

Me alzo para poder correr hacia la sala donde se llevará a cabo el desfile, entro en la parte trasera y la diseñadora se acerca a mí con cara de preocupación. 

—¿Dónde te habías metido? Por un momento he pensado que me dejarías plantada. No importa, no hay tiempo. Cámbiate y sube a la pasarela —la mujer no me deja hablar y me guía hasta el vestido de novia que debo ponerme para el último pase.

Salgo a la pasarela con el corazón aún latiendo a mil por hora por la preocupación de haber dejado al general en aquella situación, pero intento concentrarme para no caerme con los tacones y la falda del vestido.

En cuanto las fotos finales terminan, entro en los camerinos, me deshago del vestido para ponerme de nuevo los vaqueros ceñidos, la blusa y la cazadora de cuero, y corro hacia la salida con los tacones en la mano.

Me cercioro de que nadie me sigue, en especial ningún fotógrafo, y me adentro en el bosque para encontrar a Pavel en la misma posición en la que lo dejé. 

Parece estar dormido, por lo que me acerco con sigilo cuando él desenvaina el cuchillo de su bota y solo se queda a un centímetro de mi cuello.

—Vaya, qué rapidez. ¿Siempre estás en alerta? —murmuro tragando con dificultad el miedo.

—Nunca se sabe cuándo pueden atacarte. Tú también has sido rápida. ¿Todo bien?

—Estupendo. Vamos, tenemos que regresar a la cueva. 

Me inclino para ayudar a que se levante, dejo que apoye su brazo en mis hombros, rodeo su cintura para mantenerlo de pie y comenzamos a caminar.

—¿Sabes? Esto sería mucho más rápido si utilizaras tu don de viento —me informa cojeando un poco.

—Creo que has estado vigilándome durante demasiado tiempo. ¿Hay algo que no sepas de mí? 

—No sabía que tenías el don de la telequinesia y creo que tu padre tampoco lo sabe. 

—No es algo que pueda dejar salir delante de desconocidos. Solo lo uso en situaciones de emergencia. ¿Crees que podrás soportar el viaje si utilizo mi don? —le inquiero parando la caminata.

—Creo que sí. 

—Muy bien, agárrate —le digo con una sonrisita en los labios.

Rodeo su cintura con ambos brazos para pegarlo a mi cuerpo con fuerza, siento su corazón latir con rapidez, alzo la mirada para clavarla en sus ojos verdes y hago que nuestros cuerpos se conviertan en aire para viajar sin mucho esfuerzo hasta la cueva.

Dejo al general tumbado en el catre y me siento en el suelo con la respiración agitada por la energía utilizada para hacer ese viaje.

—Veo que tampoco utilizas tu don de aire mucho —comenta el hombre cerrando los ojos para descansar.

—Aún podría escaparme —contraataco.

—¿Quieres escapar? —me interroga clavando sus ojos verdes y penetrantes en los míos.

«Buena pregunta. ¿Quiero?»

 




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