Por supuesto que quiero
—Por supuesto que quiero irme, pero no creo que sea el mejor momento. Estás herido —me limpio con disimulo la lágrima que resbala por mi mejilla y siento su mirada clavada en mí.
—Animal —agrega él con una leve sonrisa en los labios y los ojos medio cerrados por el cansancio—. Se te ha olvidado insultarme al finalizar la frase.
—Creo que ya has tenido bastante con la herida que ese demonio te ha hecho. Descansa, estaré aquí cuando te despiertes.
—Más te vale.
El chico por fin se queda dormido, así que, aprovecho y me acerco a la abertura de la cueva para tomar algo de aire fresco. Me siento en el suelo de tierra y miro hacia el cielo lleno de estrellas.
«¿Por qué no huyo de aquí? Es el momento perfecto para hacerlo», me pregunto desconcertada por la pequeña opresión que estoy sintiendo en el pecho.
Respiro hondo para alejarla de mí y cierro los ojos para dejar que la brisa fresca enfríe mi rostro.
Un quejido lastimero se escucha a lo lejos y abro los ojos de inmediato mientras me levanto de un salto. Casi estoy decidida a salir a averiguar qué es lo que ocurre cuando siento la mano de Pavel en mi hombro y me detiene.
—Hay demonios fuera. Se están alimentando de animales. Será más seguro salir por la mañana —me informa con la mano en su costado herido y una mueca de dolor en el rostro por el esfuerzo de levantarse.
—¿Quién te ha dicho que puedes levantarte, animal? —le regaño haciendo que dé media vuelta para regresar al catre.
—Sabía que saldrías a investigar.
—Definitivamente has estado vigilándome demasiado tiempo si sabes lo que pienso. O, tal vez, puedes leer la mente —le digo arrodillada al lado del delgado colchón para ponerle bien las almohadas.
—No puedo leer la mente, pero sí soy observador.
—Pues… por ahora, señor observador, tiene que descansar. Deja que la tierra haga su trabajo.
—Está bien, mandona. Por cierto, ¿no tienes curiosidad de saber por qué me puede curar la tierra?
—¿Por qué te puede curar?
—Porque soy un vampiro terrano, es decir, tenemos el don de la tierra, por eso también puedo convertirme en cualquier animal terrestre. Además, somos los mejores rastreadores de nuestra raza. No podrás escapar de mí, aunque quieras —me advierte con la voz un poco extraña, como si estuviera borracho e intentando tocarse la nariz con el dedo índice para enfatizar su comentario.
—De acuerdo. Ahora, por favor, descansa.
Inconscientemente y sin saber por qué, acaricio su pelo rubio para enredarlo entre mis dedos. «Curioso, muy curioso», pienso cuando siento que me encanta esa sensación suave en mi mano.
Aparto la mano como si me hubiera quemado y me alejo de él antes de que aquello vaya a más.
—Tengo una pregunta —habla Pavel sin previo aviso haciendo que mi respiración se agite por el sobresalto—. No hay ningún futuro marido de TN, ¿verdad? No me gustaría tener que lidiar con un prometido o novio a estas alturas.
«¿Prometido o novio? ¿Debería decir la verdad?»