Creo que tienes razón
—Supongo que tienes razón. ¿Creéis que Mijaíl vendrá para matarme? —quiero saber con la voz un poco temblorosa.
—Si viene será para retarte a un duelo. Si él gana subirá al trono y tendrá la opción de dejarte vivir o no. Muy probablemente decida no dejarte con vida después de la derrota —comenta el general con los brazos cruzados a la altura del pecho.
—Me dejas mucho más tranquila. ¿Podría darme una ducha y cambiarme antes de empezar con las clases de defensa personal?
—El sol ya se está poniendo. Será mejor que empecéis mañana por la mañana —dice mi padre mirando primero al general y, más tarde, a mí.
Pavel frunce un poco el ceño sin entender lo que está queriendo insinuar el rey y yo sonrío apoyando mi mano en el hombro del chico.
—Me parece que no te vas a librar de mí con tanta facilidad —le digo ensanchando aún más mi sonrisa.
—Majestad… —contesta el general con el semblante serio.
—Pavel, tu misión aún no ha acabado. Descansa, mañana tendréis un día largo ambos —le informa mi padre sentado en el sofá con un libro en las manos.
El chico me mira con la mandíbula tensa cuando aprieta los dientes, da un paso hacia mí para quedar a solo un centímetro de mi rostro, se inclina y me gruñe:
—Vas a querer que te lleve de regreso con tu madre, modelito.
—Eso ya lo veremos, animal —respondo sin hacer desaparecer mi sonrisa hasta que llego a la segunda planta y entro en la habitación en cuya puerta hay una madera colgada con mi nombre.
La estancia es acogedora y está decorada con madera gris y paredes blancas. Como cabecero hay un enorme cuadro con una foto mía en una pasarela, modelando uno de los vestidos de noche de Alexei y me sorprendo aún más cuando en la estantería veo varios marcos con fotos mías en las revistas de moda.
«Parece que siempre ha estado pendiente de mí», pienso con un suspiro.
Entro en el baño anexo, me ducho y me envuelvo en una toalla blanca. Me acerco al armario y me asombro al ver tanta ropa colgada. Busco un pijama, me atavío con él y me meto en la cama con una leve sonrisa llena de satisfacción de poder dormir en un colchón en condiciones.
***
Los rayos de sol que entran por los ventanales que ocupan toda una pared me deslumbran y hacen que me despierte. Me estiro para desentumecer los músculos y bajo para tomar un café en la cocina.
Estoy echando un poco de leche al líquido negro cuando la puerta de entrada se abre para dejar paso a Pavel, dispuesto a hacerme sudar como nunca en mi vida.
—Sígueme —me ordena bajando al sótano de la casa.
—Buenos días, TN. ¿Cómo has dormido? Oh, bien, gracias. Ha sido todo un alivio para mis huesos estar en un colchón mullido y una habitación caliente. Gracias por preguntar —murmuro intentando imitar la voz grave del hombre.
—¡Baja, modelito! —me grita desde el último escalón.
Suspiro con resignación, le doy un último sorbo al café, dejo la taza en el fregadero y bajo para encontrarme con él y una gran sala de entrenamiento.
—¿Por qué tengo la impresión de que no estás muy contento de hacer esto? —le pregunto dejando las zapatillas a un lado para subir a la colchoneta que ocupa la mayor parte de la estancia.
—Porque no lo estoy. Ahora mismo debería estar de caza y no aquí, haciendo de niñera —gruñe clavando los pies a la colchoneta y flexionando las rodillas.
—Querría decir que lo siento, pero sabrías que es mentira. ¿Qué me vas a enseñar?
—A protegerte. ¿Estás preparada para sufrir?
«Es un chico muy gracioso, ¿verdad? ¿Qué le contesto?»